Diez minutos para el balance y la reflexión

 

En la competencia se encontraron diez partidos más un actor marginado, siempre visto con desdén como menor, los llamados independientes.

En esa arena al Instituto Nacional Electoral (INE) al ser árbitro se le hicieron señalamientos en su contenido operativo como en su forma de aplicar las reglas, se le golpeo en su imagen al presidente de su principal organismo por cómo se conducía, a un comentario menor hecho se le marcó una imagen de “junior” o “racista”, lo que provoco un efecto reportado en la renuncia o inasistencia de funcionarios de casilla; y se señaló a un sistema de partidos políticos por la muy mala fama que se han ganado a pulso sus participantes y el conducirse más en el pragmatismo inmediato de ganancia que en principios político ideológicos, como en un mercado en que se busca comprar más y al mejor precio sin lealtad al cliente o al productor que abastece.

El ambiente estuvo compuesto de intenciones, amenazas y amagos. Se marcaron límites y se exhibió fuerza para inhibir las pretensiones. A reclamos, que solo se les ubico como gremialistas, incluso por voces de observadores internacionales, pero que son efectos y signos mayores de oposición a políticas implementadas, por lo que no fue casual que la última frase del mensaje político a la nación fuese de que las reformas estructurales continuarán.

La lectura para el balance y la reflexión de la etapa que se acaba de cruzar debe ir a un nivel más profundo en señalamientos puntuales. La mayor competencia en la arena electoral, como mercado electoral libre, no es democracia. Si la incertidumbre necesaria de conocer al ganador hasta el final de la contienda estuvo presente, esto no tiene su altura cuando mecanismos de control y sometimiento se aplican.

En esta elección más que la garantía de actuación de partido político como garante del candidato que es presentado y reconocido por su fama, del discurso que expone su pensamiento y de la propuesta ante la problemática o situación a atender, se tiene la percepción generalizada de que a más corrió el dinero en la imagen de mercado y hasta en la adquisición de

voluntades en la lógica de comprar más votos y al mejor precio para la mayor ganancia.

A costos se pasó por alto las reglas en la forma pragmática de “hecha la regla hecha la trampa” o en el costo de violentarla pagando la sanción por el mayor beneficio a obtener, como se presentó en los casos de propaganda o de la difusión de mensajes antes y el mismo día de la contienda electoral.

En la reflexión se tendrá presente el ir de los hechos y problemas sociales que demandan atención, respuesta y solución en base de resarcir daños, otorgar lo adecuado a reivindicaciones o en la aplicación de justicia, elemento indispensable en una democracia, así como en aplicar verdaderamente las normas, porque la situación de farsa es tan obvia que resta y degenera la legitimidad.

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