El segundo debate presidencial estuvo marcado por los insultos. “Cínico”, “farsante” o “demagogo” fueron algunas de las expresiones que se intercambiaron López Obrador, Anaya y Meade. Este último se mostró más sólido en un cara a cara mucho más bronco celebrado en Tijuana y que reflejó que la campaña electoral está cada vez más polarizada. El reto de Meade, no obstante, estaba en trasladar una imagen más política y menos técnica. Menos argumentativa y más dura y el resultado fue positivo, pese a que aseguró que el presidente, Enrique Peña, no se confundió al invitar a Trump a México durante la campaña electoral de EU./EL PAIS

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