Grito y estilo de gobernar

Por Eduardo Ibarra Aguirre

La fiesta cívica por excelencia para los mexicanos es la del Grito de Independencia en el Zócalo de la Ciudad de México y en las principales plazas de los 2 457 municipios, en condados y ciudades de Estados Unidos y en las embajadas del país en el Extranjero. Prácticamente a ninguna comunidad de paisanos radicada temporal o definitivamente en otro país, le pasa desapercibido rememorar a los forjadores de la Independencia, aunque esto por lo visto en Canal 4, la noche del 16, irritó al dueto los Aguilar (Héctor y Jorge), expertos en elogios mutuos.

Los gobiernos de los últimos 36 años, destacadamente el de Enrique Peña (2012-18) y el de Felipe Calderón (2006-12) se esmeraron en mellar el sello popular y espontáneo, multiplicando las revisiones con arcos metálicos hasta en tres ocasiones en un trayecto de un kilómetro y el miedo llegó al punto con Peña de traer en seis ocasiones a ciudadanos del estado de México, una de las entidades más antidemocráticas y corruptas del país. Y el afamado Comandante Borolas movilizó a correligionarios de Acción Nacional y soldados para ocultar la masiva presencia de partidarios de AMLO en el Zócalo la noche del 15 del 2006. El entonces vigoroso y aun decisivo duopolio de la televisión lo ocultó lo mejor que pudo y recibió recompensas.

Mas la muy saludable conducta revisionista de la historiografía de la Independencia de parte de aquel dueto y otros, de ninguna manera incluye la versiones oficiales del 2006 y 2012, pues fueron juez y parte destacados los dos intelectuales orgánicos que en el caso del primero buscó ser secretario de Relaciones Exteriores de Calderón Hinojosa, como antes con Luis Donaldo Colosio.

Sólo que perdieron estrepitosamente la partida el primer domingo de julio de 2018 con Ricardo Anaya y 9.5 meses después no existe sol que los caliente y practican la política del odio, más Castañeda, el “estraga”, que Aguilar Camín.

Así que ignoraron las celebraciones y el dueto se remontó en Es la Hora de Opinar (16-IX) a hace 119 años, colocándose en la cima de los que todo lo saben –la capacidad y sencillez de Javier Tello se cuece aparte–, frente a los más de 130 mil ciudadanos (dos planchas del Zócalo llenas) que acudieron –y los muchos mexicanos que lo vieron por televisión, internet y redes sociales (4 millones)– e incluso vibraron al materializarse lo que el presidente Andrés Manuel anunció en la víspera, que sería “la fiesta del pueblo”. Y el cumplimiento motivó las muy populares consignas coreadas por miles: ¡Presidente, presidente! ¡No estás solo! ¡Es un honor estar con Obrador! ¡Sí se pudo!

Estilo personal de gobernar para un 15 de septiembre con el que se identifica el 91% de los encuestados en la primera muestra que se da a conocer. En primer lugar, estimo, por las 20 vivas que involucraron a las aspiraciones nacionales e incluso globales –la libertad, la justicia, la democracia, la soberanía, la fraternidad universal y la paz. Aparte de los héroes anónimos, el heroico pueblo de México, las madres y padres de nuestra patria y las comunidades indígenas. Y por supuesto Hidalgo, Morelos, Ortiz de Domínguez, Allende y Vicario.

Desapareció la festividad faraónica, en la que había la ridícula pasarela en que Angélica Rivera y otras exhibían lujosos vestidos, mientras el primer círculo de los cómplices del marido de telenovela la aplaudía sin límites y ante la muchedumbre mexiquense acarreada ostentaba, abrazándolo, su amor sexenal. No pocos asistentes le gritaron “¡Asesino!”, recordó Rita Abreu en la excelente transmisión del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano.

La telenovela terminó al concluir el sexenio que súper endeudó a México, lo dejó en una mar de sangre e inmensos océanos de corrupción que todavía no conocemos.

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