Actualmente, todos utilizamos o al menos hemos escuchado hablar sobre la inteligencia artificial (IA). Esta tecnología no solo está transformando el modo en que vivimos, sino que tiene el potencial de reemplazar tareas humanas e incluso rediseñar nuestra concepción del trabajo, el conocimiento y la convivencia. La IA es una rama de la informática y la ingeniería que desarrolla sistemas capaces de realizar tareas que antes requerían inteligencia humana. En un mundo donde los humanos no podemos procesar ni almacenar toda la información disponible, la IA parece avanzar hacia un conocimiento sin límites.
Uno de los pioneros de esta revolución fue Alan Turing (1912–1954), matemático británico que en 1950 propuso el célebre “Test de Turing” para evaluar si una máquina puede exhibir un comportamiento inteligente similar al de un ser humano. Su pregunta —“¿Pueden las máquinas pensar?”— abrió un debate que hoy cobra más vigencia que nunca.
Uno de los logros más visibles de la IA es su capacidad para procesar datos a velocidades que rebasan con creces las capacidades humanas. De ser una aplicación externa, la IA se ha convertido en parte del software cotidiano: omnipresente, adaptable y esencial en la Cuarta Revolución Industrial. Algunos ya la ven como una nueva “deidad tecnológica”, piedra angular de la era digital.
Omnisciencia y omnipresencia digital
La IA no solo se alimenta del conocimiento humano pasado y presente, también es capaz de proyectar el futuro mediante modelos predictivos basados en grandes volúmenes de datos. Ejemplos concretos de esto son el software MogIA —desarrollado por la empresa india Strategic Vision— que anticipó la victoria de Donald Trump en 2016, y la herramienta BlueDot, que detectó el brote de COVID-19 en Wuhan antes que la propia Organización Mundial de la Salud.
Esta omnipresencia digital es posible gracias a su integración en múltiples áreas de nuestra vida diaria: en el hogar (Alexa, Siri, Google Assistant), en las redes sociales (Facebook, TikTok, YouTube, Instagram), en el entretenimiento (Netflix, Spotify, Disney+), y en sectores clave como seguridad, salud, finanzas, transporte y educación.
El impacto es ya visible: cámaras con visión computacional reemplazan a vigilantes, cajas inteligentes sustituyen a cajeros en supermercados, chatbots automatizan los centros de atención al cliente, y vehículos autónomos están desplazando a los conductores. En salud, la IA apoya diagnósticos por imagen, realiza cirugías asistidas por robots y permite el monitoreo remoto de pacientes. Incluso en la atención humanitaria, ya existen ONGs que emplean sistemas basados en IA para brindar orientación legal o emocional a migrantes y personas en situación de vulnerabilidad. Incluso en la atención humanitaria, por ejemplo: VENEMEX Asociación de Venezolanos en México AC, ha logrando atender a 20 mil personas migrantes desde dieciembre de 2023 con un chat de IA.
Retos éticos y sociales
Pero esta expansión también plantea preguntas cruciales. La IA carece de moral, emociones o conciencia, aunque puede ser programada para aparentar tenerlas. ¿Hasta qué punto podemos delegar decisiones sensibles a sistemas que no comprenden el sufrimiento humano? En EU útilizan los tribunales un software COMPAS para evaluar posibilidad de reincidencia durante las audiancias de libertad condicional. Este tema promete abrir intensos debates. El Papa Francisco, en su histórico discurso durante la Cumbre del G7 en junio de 2024, advirtió sobre la necesidad de mantener el control humano sobre estas tecnologías. La autonomía y la dignidad humana, dijo, no pueden ceder ante la eficiencia técnica y el Papa León XIV ha destacado que la IA debe estar al servicio del bien común y no convertirse en una herramienta que perpetúe desigualdades o viole los derechos fundamentales.
IA en América Latina y México: oportunidades y desafíos
Según el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2024, los países líderes en la región son Chile (73.07), Brasil (69.3), Uruguay (64.98), Argentina (55.77), Colombia (52.64) y México (51.40). A nivel mundial, Estados Unidos, China, Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Singapur, Israel, Corea del Sur e India lideran el desarrollo y la adopción de IA. La Unión Europea, consciente de los riesgos, ha comenzado a regularla con el “AI Act”, que establece categorías según el nivel de riesgo: bajo, alto o inaceptable.
En México, solo el 18.6% de los usuarios de internet —unos 18.6 millones de personas— utiliza herramientas de IA, lo que revela un amplio margen de crecimiento. Sin embargo, enfrentamos importantes barreras: una brecha generacional, falta de conocimiento sobre cómo funciona la IA y poca comprensión de su utilidad práctica.
Los cambios laborales ya están en marcha. Como en todas las revoluciones industriales, los empleos manuales o con bajo contenido técnico serán los más afectados. Pero la IA no funciona sola: necesita datos, algoritmos, energía, internet, software, hardware, ingenieros y, sobre todo, supervisión humana.
Es urgente que el gobierno, la iniciativa privada y los sindicatos promuevan nuevas carreras técnicas y profesonales ligadas a la inteligencia artificial. México necesitará miles de trabajadores capacitados para instalar redes, monitorear sistemas, analizar datos y mantener infraestructuras tecnológicas, además de ingenieros, programadores y especialistas en ética tecnológica.
El futuro ya está aquí
La IA no es una moda pasajera. Es una transformación radical que afecta todos los aspectos de la vida moderna. Adaptarse al cambio, fomentar la formación técnica y ética, y buscar la excelencia no es una opción: es una necesidad. El futuro ya llegó. Y está escrito en código.
Francisco J D´Angelo Ohep es abogado venezolano y Maestro en Derecho Internacional por la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México, co creador del primer Chat IA de ayuda migratoria en México de la ONG Venemex.org, con más de 20 mil usuarios, tambien estudió Derecho de IA en la Universidad de Salamanca España. Puedes seguirlo en Linkeding.