Promesas Incumplidas

Maquiavelo afirmaba que El Príncipe prudente cuando ve que la fidelidad en sus promesas se convierte en perjuicio suyo y que las ocasiones que le determinaron a hacerlas no existen ya, no puede y aún, no debe guardarlas, a no ser que él consienta en perderse. En contraparte, Nietzsche afirmaba que una promesa es la memoria de la voluntad que separa al hombre del animal y que ésta engendra necesariamente una obligación. Lo anterior, a propósito de las promesas que el gobierno federal ha realizado respecto de los logros y beneficios obtenidos en la implementación de determinadas políticas de gobierno y en las reformas legislativas.

Es común observar cómo la clase política recurre frecuentemente a las promesas. Particularmente en época de campañas electorales y para obtener consenso en la ejecución de sus políticas públicas en el momento de gobernar. Dicha práctica obedece a un entramado de complicidades institucionales y a un desdén por los gobernados. Se convierte así a la política en una herramienta instrumental que sirve como máquina electoral para obtener el voto ciudadano y como estrategia dentro de la clase política para obtener los votos necesarios para concretar reformas legislativas.

Lo demás es lo de menos. Siguiendo a Maquiavelo, los objetivos pretendidos están logrados y, en consecuencia, El Príncipe tiene los incentivos para olvidar el compromiso asumido en el pasado. A sabiendas de que no habrá consecuencias: siempre existirá el número necesario de votantes que se dejen engañar y sigan votando igual. Es un ritual conocido y asumido por todos.

Por ello, qué importa que se haya prometido no incrementar el costo de energía, de gasolina o de bajar los índices de criminalidad o de corrupción, los beneficios particulares se habrán logrado y los perjuicios colectivos pronto quedarán olvidados. ¡Inercia deleznable!

 

[email protected]

@NVS_

Recibe nuestro boletín informativo, suscríbete usando el formulario