2026 será uno de los años MÁS CALUROSOS; prevén temperaturas 1,4°C por encima de los niveles preindustriales

Las olas de calor representan un desafío creciente en todo el mundo. Estos fenómenos climáticos extremos tienen efectos devastadores sobre la salud, la economía y los ecosistemas en distintas regiones.

La Met Office advierte de que 2026 probablemente será el cuarto año consecutivo con temperaturas medias globales al menos 1,4°C por encima de los niveles preindustriales.
Los científicos prevén que 2026 será uno de los años más calurosos desde 1850, mientras las emisiones que atrapan el calor siguen calentando el planeta.

  • A comienzos de este mes, datos de Copernicus alertaron de que 2025 está, por ahora, empatado con 2023 como el segundo año más cálido del que se tiene registro, con la temperatura media global de enero a noviembre de 2025 que se sitúa un 1,48ºC por encima de los niveles preindustriales.

2024 sigue siendo el año más caluroso desde que hay registros, y el primero en superar 1,5ºC sobre el periodo de referencia 1850-1900.

¿Cómo de caluroso será 2026?

La Met Office del Reino Unido ha publicado su último pronóstico sobre la temperatura media global y advierte de que 2026 probablemente será el cuarto año en el que la temperatura media mundial suba 1,4ºC sobre el promedio preindustrial.

  • Los investigadores prevén que las temperaturas se sitúen entre 1,34ºC y 1,58ºC, con una estimación central de 1,46ºC, por encima del promedio del periodo preindustrial.

«Los últimos tres años probablemente han superado todos 1,4ºC y esperamos que 2026 sea el cuarto año consecutivo en hacerlo», señala el profesor Adam Scaife, que dirigió el equipo responsable de la previsión global.

«Antes de este repunte, la temperatura global no había superado 1,3ºC».

El Acuerdo de París, en peligro

En 2015, casi 200 países firmaron un tratado jurídicamente vinculante para mantener el «aumento de la temperatura media global muy por debajo de 2ºC sobre los niveles preindustriales» y proseguir los esfuerzos para «limitar el incremento de la temperatura a 1,5ºC sobre los niveles preindustriales».

  • Conocido como el Acuerdo de París, el tratado suele considerarse uno de los mayores compromisos medioambientales de la historia. Sin embargo, con las temperaturas al alza sin signos de moderación, los científicos temen que estos objetivos se superen pronto.

Según la ONU, para limitar el calentamiento global a 1,5ºC, las emisiones de gases de efecto invernadero deben alcanzar su máximo a más tardar en 2025 y disminuir un 43% para 2030.

«2024 registró la primera superación temporal de 1,5ºC, y nuestra previsión para 2026 sugiere que podría volver a ocurrir», advierte el doctor Nick Dunstone, de la Met Office. «Esto subraya lo rápido que nos estamos acercando al objetivo de 1,5ºC del Acuerdo de París».

  • Los científicos han advertido de forma constante que superar el objetivo de 1,5ºC entraña un abanico de consecuencias «graves», como fenómenos meteorológicos extremos, pérdida de PIB y aumento de la mortalidad.
  • Por eso, el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) pide un cambio global de rumbo para garantizar un planeta sano y «prosperidad para todos».

Esto incluye transitar hacia modelos de economía circular que «reduzcan la huella material», descarbonizar rápidamente el sistema energético, avanzar hacia dietas sostenibles, reducir los residuos y restaurar ecosistemas degradados.

La Tierra acumula más calor

El aumento sostenido del desequilibrio energético de la Tierra plantea interrogantes sobre los factores que impulsan el actual calentamiento global.

Este parámetro, que mide la diferencia entre la energía solar que el planeta absorbe y la que devuelve al espacio, se consolida como un indicador clave de la evolución del clima y del ritmo al que se acumula calor.

Tradicionalmente, parte del trabajo de científicos se centró en el papel que desempeñan los aerosoles, partículas en suspensión que provienen de fuentes tanto naturales como humanas, en la alteración de este balance energético.

  • Un estudio publicado en la revista Science Advances, realizado por investigadores de la Rosenstiel School of Marine, Atmospheric, and Earth Science de la Universidad de Miami, analizó dos décadas de observaciones satelitales y datos atmosféricos para determinar el verdadero impacto de los aerosoles en la tendencia reciente del desequilibrio energético global.

El trabajo aporta nueva evidencia sobre la magnitud real de la influencia de estos compuestos en el calentamiento planetario.

Cómo se mide y por qué importa el desequilibrio energético de la Tierra

Según el estudio, la Tierra experimentó un aumento constante en el desequilibrio de su energía durante las últimas dos décadas. Esto significa que el planeta absorbe más energía de la que libera al espacio, principalmente porque entra más luz solar, y no porque haya una reducción significativa en la cantidad de calor que el planeta emite.

  • Entre 2003 y 2023, los datos muestran que el planeta acumuló alrededor de 0,51 vatios más por metro cuadrado cada década, un valor que representa la diferencia entre la energía que llega y la que se va.
  • Se debe sobre todo a que la Tierra absorbe más radiación solar, mientras que la radiación térmica que el planeta devuelve al espacio apenas cambió.

“El desequilibrio energético de la Tierra nos dice qué tan rápido se acumula el calor en el sistema climático. Muchos estudios anteriores sugirieron que un aire más limpio podría explicar gran parte del aumento reciente, pero nuestros resultados muestran que los cambios en los aerosoles se compensan en gran medida entre los hemisferios norte y sur. Esto significa que necesitamos analizar más de cerca los cambios en las nubes y la variabilidad climática natural para comprender por qué el planeta continúa calentándose”, explicó Brian Soden, coautor del estudio y profesor del Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Escuela Rosenstiel, en un comunicado oficial.

El trabajo describe que los aerosoles, partículas diminutas que flotan en el aire y pueden provenir tanto de actividades humanas como de procesos naturales, sí afectan el equilibrio de la energía terrestre, ya que pueden modificar la cantidad de luz solar que se refleja y la formación de nubes. Mientras más de estas partículas hay en la atmósfera, más luz solar se refleja hacia el espacio y menos energía queda atrapada. Sin embargo, la investigación concluye que, en los últimos años, su impacto en el aumento del desequilibrio energético global fue prácticamente nulo.

  • Esta conclusión se basa en el análisis de dos tipos de mediciones: un índice de aerosoles obtenido mediante satélites, que mide la cantidad y el tamaño de las partículas en la atmósfera, y la concentración de sulfato, calculada a partir de modelos atmosféricos que combinan información de observaciones y simulaciones.
  • Según los resultados del estudio, ambos métodos mostraron el mismo patrón: una disminución de aerosoles en el hemisferio norte y un incremento en el hemisferio sur, lo que indica que tuvieron poco efecto global sobre la tendencia energética reciente. Es decir, aunque en el norte hubo una reducción de partículas contaminantes (principalmente por leyes que mejoraron la calidad del aire en zonas industrializadas), en el hemisferio sur sucedió lo contrario.

Allí, eventos naturales como los incendios forestales en Australia en 2019 y 2020 y la erupción del volcán Hunga Tonga–Hunga Ha’apai en 2022 liberaron grandes cantidades de aerosoles a la atmósfera. Esto equilibró el efecto global.

El artículo señala que los resultados de los modelos climáticos, que en ocasiones otorgan mayor peso a la reducción de aerosoles en el hemisferio norte, pueden sobreestimar su impacto porque no consideran adecuadamente el aumento de aerosoles de origen natural en el hemisferio sur. Esta conclusión resulta sólida porque el estudio utilizó dos formas diferentes de medir los aerosoles (un índice obtenido por satélite y la concentración de sulfato estimada en la atmósfera) y ambos métodos coincidieron en los resultados.

  • Los autores destacan que la comprensión de esta “compensación hemisférica” permite enfocar la atención en los verdaderos motores del calentamiento global: los cambios en el comportamiento de las nubes y la variabilidad climática natural. Así lo afirman en el artículo, donde sostienen que la evidencia acumulada “indica que tanto las interacciones aerosol-radiación como aerosol-nube han hecho una contribución insignificante a las tendencias del desequilibrio energético de la Tierra”.

“Comprender este ‘acto de equilibrio’ hemisférico ayuda a la sociedad a centrarse en las verdaderas fuerzas detrás del calentamiento global (los cambios en el comportamiento de las nubes vinculados al calentamiento de la superficie y la variabilidad climática natural), en lugar de atribuir erróneamente el calentamiento reciente a un aire más limpio”, indicó Chanyoung Park, autor principal del estudio y estudiante de doctorado en el Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Escuela Rosenstiel.

Y agregó: “Si bien el hemisferio norte puede experimentar cierto calentamiento regional debido a la reducción de aerosoles, esto no se traduce en un impacto global significativo. Esta claridad favorece una mejor planificación climática, una comunicación pública más precisa y decisiones políticas informadas”.

  • La investigación subraya que, aunque la reducción de aerosoles en el hemisferio norte puede inducir cierto calentamiento regional, esto no se traduce en una influencia significativa a escala planetaria. La claridad de estos resultados, según los autores, tiene implicancias para la comunicación pública y la planificación de políticas climáticas.

El estudio concluye que el reciente aumento del desequilibrio energético terrestre se explica en mayor medida por la reducción en la reflectividad de las nubes y la mayor absorción de radiación solar, más que por el efecto de los aerosoles. Además, advierte sobre la necesidad de que los modelos climáticos incluyan con mayor precisión las fuentes naturales de aerosoles y su variabilidad, para evitar sobrestimar el papel de la contaminación del aire en la evolución del calentamiento global.

Olas de calor más severas y extremas

Las olas de calor representan un desafío creciente en todo el mundo. Estos fenómenos climáticos extremos tienen efectos devastadores sobre la salud, la economía y los ecosistemas en distintas regiones.

En los últimos años, estos episodios superaron marcas históricas, lo que genera inquietudes sobre su posible evolución y los riesgos para poblaciones vulnerables.

  • Un estudio publicado en la revista Environmental Research: Climate por un equipo de especialistas de instituciones científicas australianas presenta nuevos escenarios a partir de simulaciones climáticas extendidas a mil años.
  • El trabajo compara la frecuencia, duración e intensidad de las olas de calor según diferentes fechas de logro de la neutralidad de emisiones y advierte sobre las consecuencias de retrasar este objetivo.

Olas de calor: diferencias entre emisiones antes o después de 2060

El análisis indica que las olas de calor muestran una tendencia a ser más severas y frecuentes cuanto más se retrase la llegada a la neutralidad de emisiones. Se refiere a la situación en la que la cantidad de gases de efecto invernadero que se emite a la atmósfera se equilibra completamente con la cantidad que es absorbida o eliminada por procesos naturales o tecnologías, lo que permite estabilizar su nivel en el planeta y limitar el calentamiento global.

  • La investigación revela que el aplazamiento hasta 2060 generaría picos inéditos en el número de días con temperaturas extremas en varias regiones del planeta, en comparación con escenarios donde la descarbonización comienza en 2030 o 2040.
  • Según el reporte, “la mayoría de las tendencias regionales no muestran un descenso a lo largo de los 1000 años de cada simulación, lo que indica que las olas de calor no comienzan a regresar a las condiciones preindustriales”.
  • El documento resalta que, si se logra la meta antes de 2040, las olas de calor futuras serían de menor gravedad respecto a un mundo 2 °C más cálido que los valores preindustriales.

Pero, si la neutralidad se alcanza en 2060, “el planeta enfrentaría olas de calor superiores a ese umbral máximo del Acuerdo de París”, establece el trabajo, donde las simulaciones demuestran una presencia sostenida y creciente de eventos extremos especialmente en países que se ubican en latitudes bajas, “que además son generalmente más vulnerables, donde históricamente se producen eventos sin precedentes una vez al año o más si se retrasa la neutralidad de carbono hasta después de mediados del siglo XXI”.

  • El documento señala que el incremento en la frecuencia de olas de calor récord por siglo resulta considerablemente mayor en todas las regiones cuando la neutralidad de emisiones se posterga, con aumentos que, según los datos simulados, pueden multiplicarse entre cuatro y cinco veces en comparación con escenarios de acción anticipada.
  • A nivel regional, el estudio detalla que regiones como África subsahariana, sur de Asia, Australia y América del Sur experimentan los mayores incrementos en el número de días de olas de calor proyectados.
  • En estos lugares, los escenarios donde la neutralidad de emisiones se alcanza en 2060 muestran diferencias de hasta 40 a 80 días adicionales de olas de calor por temporada respecto a escenarios con abandono temprano de las emisiones, especialmente en zonas dentro de los 30 grados del ecuador.

En palabras de la autora principal, Sarah Perkins-Kirkpatrick, “Nuestro trabajo desafía la creencia general de que las condiciones después de alcanzar las cero emisiones netas comenzarán a mejorar para las generaciones futuras”.

Debido a que la temperatura global se mantiene alta incluso después de alcanzar la neutralidad de emisiones, las olas de calor continuarían ocurriendo durante siglos y no regresarían a los niveles previos a la era industrial.

El equipo científico realizó siete simulaciones separadas con el modelo climático ACCESS-ESM1-5. Cada simulación comenzó en un año diferente entre 2030 y 2060, y desde ese momento fijó las emisiones humanas de dióxido de carbono en cero. Después, el comportamiento del clima global se observó durante mil años para analizar los efectos a largo plazo.

  • Según el estudio, este modelo integra de forma interactiva los ciclos de carbono de la tierra y el océano, por lo que las concentraciones atmosféricas de CO₂ descienden por la absorción natural de estos reservorios.
  • Para definir una ola de calor, los investigadores eligieron como referencia cualquier periodo de al menos tres días consecutivos con temperaturas máximas diarias superiores al percentil 90 registrado entre 1850 y 1900, antes de que la actividad humana alterara de manera significativa el clima.
  • El análisis distinguió entre la frecuencia (cuántos días de ola de calor ocurren por temporada), la duración (cuántos días dura cada episodio) y la intensidad (cuánto supera en grados la temperatura el umbral histórico en cada evento).

Estas simulaciones permitieron comparar el comportamiento del clima global y las diferencias entre regiones. Además, el equipo empleó métodos estadísticos para identificar tendencias a lo largo del tiempo y reducir el impacto de las variaciones naturales del clima, lo que asegura la confiabilidad de los resultados obtenidos tanto para la frecuencia como para la duración e intensidad de las olas de calor.

Retos de adaptación frente a escenarios sin precedentes

Los resultados obtenidos subrayan la urgencia de políticas públicas que apunten a una reducción acelerada y permanente de las emisiones de gases de efecto invernadero. El documento señala:

  • “Nuestros resultados proveen una longitud de previsión novedosa, de modo que se puedan planificar y aplicar medidas de adaptación eficaces y permanentes mientras el mundo aún sigue el camino hacia el objetivo de emisiones netas cero”.

Las aplicaciones prácticas incluyen la redefinición de estándares de diseño urbano y salud pública. “La inversión en infraestructura pública, vivienda y servicios de salud para mantener a la población fresca y sana durante las olas de calor extremas probablemente será muy diferente en términos de escala, costo y recursos necesarios si se implementa una estabilización de cero emisiones netas a corto o largo plazo.

  • Este proceso de adaptación llevará siglos, no décadas”, consideró el coautor Andrew King, de la Universidad de Melbourne. El informe advierte que el desafío estará especialmente presente en áreas con menor margen para la adaptación, por su ubicación geográfica y vulnerabilidad social.

El estudio concluye que alcanzar la neutralidad de emisiones en las próximas décadas contribuye a limitar la magnitud y frecuencia de futuras olas de calor, y que la planificación e implementación temprana de estrategias de adaptación resulta esencial para reducir los riesgos asociados a estos eventos extremos./Agencias-PUNTOporPUNTO

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