ESCASEZ de LLUVIAS en todo el MUNDO podría producir grandes SEQUÍAS en los Próximos AÑOS

Las sequías no funcionan como eventos aislados sino como procesos que se encadenan, se acumulan y modifican la capacidad de los ecosistemas y las sociedades para recuperarse.

La ciencia climática sumó nueva evidencia sobre un fenómeno que inquieta a gobiernos, comunidades y especialistas en recursos hídricos: la proximidad del llamado Día Cero, el punto en que la demanda supera la oferta disponible de agua proveniente de lluvias, ríos y embalses, una evidencia clara del cambio climático que estamos viviendo.

  • Las recientes investigaciones proporcionan un mensaje contundente. El calentamiento global impulsa sequías más extensas y persistentes, modifica el equilibrio entre consumo y disponibilidad, y altera la forma en que los ecosistemas responden a la falta de humedad.

El primer conjunto de resultados llega desde la Universidad Nacional de Pusan, donde un equipo del Centro IBS de Física del Clima aplicó simulaciones de última generación para estimar cuándo distintos territorios cruzarán ese umbral de escasez. Las conclusiones generan preocupación.

El calentamiento aceleró la aparición de episodios plurianuales, y esa dinámica aumenta la probabilidad de que regiones enteras enfrenten déficits prolongados que comprometerán el suministro de agua potable, la producción agrícola y la estabilidad de poblaciones urbanas.

  • Así, estudios recientes redefinen el mapa global del riesgo hídrico y muestran que la escasez extrema ya no pertenece a un futuro lejano. Las sequías de larga duración avanzan, las ciudades enfrentan umbrales críticos y los ecosistemas pierden capacidad de recuperación. Los investigadores advierten que incluso con un calentamiento limitado, cientos de millones de personas quedarán expuestas a un estrés hídrico sin precedentes.

El estudio define el Día Cero de Sequía —o DZD, por sus siglas en inglés— como el momento en el que el consumo local supera la capacidad natural de reposición. Casos recientes como los de Ciudad del Cabo en 2018 y Chennai en 2019 ilustraron cuán cerca estuvo el colapso de los sistemas urbanos. Ahora, las simulaciones muestran que situaciones similares se extenderán con rapidez. Los datos proyectan que el 35 % de las regiones vulnerables estará en riesgo dentro de los próximos 15 años, un ritmo mucho más rápido del que sugerían estimaciones anteriores.

Las zonas mediterráneas figuran entre los territorios más expuestos, y los modelos marcan también peligros crecientes en el sur de África y sectores de Norteamérica. Para finales del siglo, la cifra de personas afectadas podría llegar a 750 millones, con un fuerte peso de poblaciones urbanas.

El trabajo alerta además sobre la fragilidad de los embalses. Según los cálculos, “el 14% de los principales reservorios de agua podrían secarse ya durante sus primeros eventos DZD o Día Cero de sequías, con graves impactos en los medios de vida de las personas”, afirmó el profesor Christian Frankze.

Su colega y primera autora del estudio refuerza la advertencia. “Nuestro estudio demuestra que el calentamiento global provoca y acelera las condiciones de sequía del Día Cero en todo el mundo. Incluso si alcanzamos el objetivo de 1,5 °C, cientos de millones de personas seguirán sufriendo una escasez de agua sin precedentes”, aseguró la investigadora.

Estas proyecciones, construidas sobre escenarios de emisiones como SSP3-7.0 y SSP2-4.5, describen un panorama en el que el estrés hídrico gana intensidad aun con cierto nivel de mitigación climática.

La velocidad del deterioro sorprende incluso a los expertos, que esperaban cambios menos abruptos en la disponibilidad hídrica regional. Ese adelanto obliga a repensar estrategias de gestión, tanto en territorios urbanos densamente poblados como en regiones rurales donde el acceso al agua define la capacidad de sostener actividades agrícolas y ganaderas.

Una expansión silenciosa que transforma continentes

El tercer trabajo, desarrollado por los institutos WSL de Suiza e ISTA de Austria, aporta un marco global para interpretar la tendencia. Los científicos elaboraron un inventario cuantitativo de sequías plurianuales desde 1980, un registro que muestra cómo estos eventos se alargaron, ganaron intensidad y se volvieron más frecuentes.

El análisis cubre 13.176 sequías y revela que la superficie del planeta afectada por estos fenómenos aumentó cada año el equivalente al tamaño de Eslovaquia. La cifra describe la velocidad con la que los episodios se expanden.

Los investigadores reconstruyeron la evolución de la humedad del suelo, la evapotranspiración y las anomalías de precipitación. Ese abordaje permitió identificar sequías reconocidas, como la que golpea a Chile desde 2010 —catalogada como la más extensa en mil años— y la del oeste de Estados Unidos, que afectó la disponibilidad de agua entre 2000 y 2018. Ambas generaron impactos severos en la agricultura, los ecosistemas y la producción energética, y evidenciaron la complejidad de revertir un déficit cuando se prolonga por décadas.

  • El método también reveló episodios poco documentados. Uno de los hallazgos más llamativos es la identificación de una sequía extrema que afectó a la selva del Congo entre 2010 y 2018.
  • La falta de datos en regiones remotas ocultó durante años la magnitud del fenómeno. Gracias al mapeo global, los autores pudieron describir su alcance e incorporarlo al registro general. Esa información mejora la comprensión de cómo se distribuyen los eventos y por qué ciertos ecosistemas sufren daños persistentes.

Los resultados confirman que prácticamente todos los continentes experimentaron sequías plurianuales durante las últimas cuatro décadas. Las regiones más perjudicadas incluyen el oeste estadounidense, el centro y el este de Mongolia y el sureste de Australia. En este último caso, las anomalías coincidieron con dos sequías ecológicas prolongadas ya documentadas, lo que refuerza la confiabilidad del modelo.

Una de las conclusiones más relevantes surge del análisis del impacto en distintos ecosistemas. Los pastizales templados mostraron escasa resistencia ante la falta de agua, pero también una capacidad notable de recuperación una vez que las condiciones mejoraron.

Los bosques boreales y tropicales exhibieron un comportamiento distinto. Sus tiempos de recuperación fueron mucho más largos, lo que indica una vulnerabilidad mayor y un riesgo elevado de daños irreversibles. Esta diferencia demuestra que la resiliencia no es homogénea y que la pérdida de humedad sostenida puede generar efectos muy dispares según la región.

  • La experta Francesca Pellicciotti resume el panorama al señalar que “cada año desde 1980, las zonas afectadas por la sequía se han extendido una media de cincuenta mil kilómetros cuadrados más”.
  • Su afirmación ilustra la gravedad del fenómeno y su avance rápido. El equipo espera que estos datos ayuden a modificar la percepción pública sobre las sequías y a impulsar políticas de adaptación más sólidas.

La interacción entre ciclos de precipitación más irregulares, caudales fluviales en descenso y consumos que aumentan con el crecimiento poblacional configura un escenario en el que la disponibilidad de agua enfrenta tensiones sin precedentes.

  • Los tres estudios convergen en una misma advertencia. Las sequías no funcionan como eventos aislados sino como procesos que se encadenan, se acumulan y modifican la capacidad de los ecosistemas y las sociedades para recuperarse. El resultado es un riesgo hídrico que avanza de manera silenciosa, pero constante.
  • La evidencia también apunta a que las decisiones que adopten los gobiernos en materia de gestión de cuencas, planificación urbana y uso agrícola serán determinantes. Los especialistas coinciden en que la adaptación inmediata resulta imprescindible.

Sin ajustes en el consumo, protección de fuentes, sistemas de alerta temprana y monitoreo continuo, la brecha entre oferta y demanda de agua seguirá ampliándose. Y, con ella, la probabilidad de que más regiones experimenten su propio Día Cero.

Un estudio certifica que las sequías son cada vez más severas debido al cambio climático causado por el ser humano

La revista Nature publicó hace un par de meses un estudio liderado por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el que se describía cómo, a pesar del calentamiento global en el que está inmerso el planeta debido al ser humano, las precipitaciones en la región mediterránea se han mantenido estables los últimos 150 años.

Esta investigación, en la que participaron 57 instituciones, reforzaba lo que habían señalado ya infinidad de grupos científicos, entre ellos el IPCC de la ONU: que no hay evidencia de que la cantidad de lluvia caída se haya visto modificada por el cambio climático, lo que no quita para que las sequías sí sean ya más severas debido al calentamiento global.

“Pero hubo alguna prensa —prensa entre comillas—, y algunos grupúsculos negacionistas que usaron el artículo para hablar de la falacia del endurecimiento de las sequías y cosas por el estilo“, recuerda Sergio Vicente-Serrano, uno de los autores que firmaban aquel estudio y miembro del CSIC y del IPCC. ”Tuvimos que mandar un comunicado indicando que se estaba malinterpretando“.

Vicente-Serrano, uno de los referentes en la investigación sobre la sequía y el calentamiento global, no puede evitar acordarse de aquel estudio y la tergiversación interesada que se hizo ahora que firma otro paper en la misma revista. Porque la conclusión de este último artículo, que se publica este miércoles, es que hay una “tendencia creciente en la gravedad de la sequía en todo el mundo”, algo que está vinculado al cambio climático.

“No solo las regiones típicamente secas se están volviendo más secas, sino que también las áreas húmedas están experimentando tendencias de desecación”, se apunta en el texto de esta prestigiosa publicación.

A lo que apuntan los autores como causa es al aumento de la denominada “demanda de evaporación atmosférica” que en condiciones de baja humedad del suelo intensifica los déficits de agua y que está relacionada directamente con el calentamiento global. Porque, cuando más caliente está la atmósfera —algo que ocurre debido a los gases de efecto invernadero que expulsa el ser humano, principalmente, con la quema de combustibles fósiles—, más demanda de evaporación existe y más se agravan las sequías cuando se inician.

  • Para su investigación, los autores han analizado los datos globales de sequía del periodo 1901-2022. Y lo que observan es que las tendencias de sequía se habían mantenido prácticamente estables hasta 1981. Pero, “desde entonces, la demanda de evaporación atmosférica ha ayudado a aumentar la gravedad de la sequía en un promedio del 40% a nivel mundial” en los últimos 42 años, apunta el estudio.
  • Además, “durante los últimos cinco años (2018-2022), las áreas en sequía se han expandido en un 74% en promedio en comparación con el periodo 1981-2017, y la demanda de evaporación atmosférica contribuyó al 58% de este aumento”. En resumen, el agravamiento de la sequía se está acelerando. “A mayor calentamiento, mayor demanda de evaporación”, apostilla el investigador del CSIC.

Prueba de ello es que el último año de la serie analizada, el 2022, fue de récord, “con un 30% de la superficie terrestre mundial afectada por sequías moderadas y extremas, el 42% de las cuales se atribuyó al aumento de la demanda de evaporación atmosférica”.

“Nuestros hallazgos indican que la demanda de evaporación atmosférica tiene un papel cada vez más importante en la conducción de sequías severas y que esta tendencia probablemente continuará en futuros escenarios de calentamiento”, concluyen los autores.

Vicente-Serrano explica que ya existían investigaciones en las que se relacionaba el agravamiento de las sequías y la demanda de evaporación de la atmósfera, pero regionales. “Nuestro grupo los tiene a escala del Mediterráneo y sobre la península Ibérica”, apunta. Pero el que se publica este miércoles es “el primero a escala global que analiza y aísla el papel de la demanda atmosférica en la severidad de la sequía”, añade.

Afección en las lluvias

Respecto a las precipitaciones, Vicente-Serrano recuerda que “de momento, no se observan cambios notables asociados a la influencia de la radiación vinculada a los gases de efecto invernadero”. Es decir, no se ha apreciado un impacto claro del cambio climático causado por el ser humano en las precipitaciones medias. Aunque sí, aclara este investigador, en la ocurrencia de eventos extremos como el incremento en la frecuencia y dureza de las lluvias torrenciales e inundaciones.

Que todavía no se haya registrado una tendencia clara en la reducción de la cantidad de lluvia que cae “no implica que para niveles mayores de calentamiento, no se pueda reducir”, explica Vicente-Serrano. “Pero los modelos dan estos cambios para finales del siglo XXI”.

Esos “grupúsculos negacionistas”, como los denomina este investigador, que tergiversaron la investigación del equipo de Vicente-Serrano hace unos meses, también emplearon el Informe Clivar-Spain, apadrinado por la Oficina Española de Cambio Climático y el Ministerio para la Transición Ecológica, para cargar contra la ciencia climática. En ese otro estudio se repasan los impactos presentes y futuros del cambio climático en España. Y en el apartado referido a las sequías las conclusiones son coincidentes con las del equipo de Vicente-Serrano.

  • “En conjunto, el siglo XXI ha experimentado la mayor frecuencia de sequías graves de los últimos 150 años” en España, apunta el informe Informe Clivar-Spain, algo que los autores relacionan con “una mayor demanda evaporativa atmosférica”.

“Si bien las cantidades de precipitación han estado en torno a los valores promedio, las temperaturas más altas provocaron una mayor demanda de evaporación atmosférica, lo que provocó sequías más largas e intensas”, resumía aquel texto en línea con lo publicado este miércoles por la revista Nature.

El calor extremo como «violencia laboral»

El tiempo extremo azotó a Europa este verano, con temperaturas récord que alimentaron incendios sin precedentes y graves sequías. Científicos y epidemiólogos concluyen que el cambio climático triplicó la mortalidad por las olas de calor en Europa, lo que se tradujo en 16.500 muertes adicionales.

  • De las 24.400 muertes relacionadas con las olas de calor registradas en Europa este verano, fue el fallecimiento de Montse Aguilar el que llamó la atención mundial. La limpiadora viaria de 51 años se desplomó en las calles de Barcelona en junio tras una jornada extenuante a 35ºC.

La muerte de Aguilar desató protestas locales; cientos de limpiadores viarios y ciudadanos marcharon por el centro de Barcelona con pancartas que leían: «El calor extremo también es violencia laboral».

Incluso antes de la marcha, el Ayuntamiento de Barcelona impuso nuevas normas para las empresas de limpieza. Entre ellas figuran proporcionar a los trabajadores uniformes de material transpirable, además de gorra y crema solar, e introducir pausas de agua cada hora. La limpieza en la ciudad se suspenderá cuando las temperaturas alcancen los 40ºC.

Un riesgo clave para el ámbito laboral

Un nuevo informe de International SOS identifica el calor extremo impulsado por el cambio climático como uno de los principales riesgos que amenazan el lugar de trabajo. Cita un estudio reciente de Lancet Countdown, que señala que casi la mitad de la población mundial y más de 1.000 millones de trabajadores están expuestos a episodios de altas temperaturas.

  • El informe sostiene que medir solo la temperatura del aire ya no es una forma adecuada de evaluar el riesgo para la plantilla. Prevén que en el futuro se establecerán más regulaciones en el ámbito laboral.

El informe añade: «Los empleadores no podrán confiar solo en la temperatura del aire para saber cuándo ajustar las actividades laborales. Deben contar con políticas frente al calor extremo y medidas asociadas que cumplan estas normativas en desarrollo».

Aunque no suponga una amenaza para la vida, el aumento de las temperaturas puede impactar de forma significativa en los empleados. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la productividad laboral cae entre dos y tres por ciento por cada grado por encima de 20ºC.

  • Advierte que, para sostener una jornada de ocho horas, la temperatura corporal no debe superar los 38ºC. La OMM añade: «Las posibles interrupciones de la productividad afectan a millones de personas en sectores vulnerables al calor como la agricultura y la construcción, y también socavan la producción primaria y el comercio».

Los investigadores advierten de que esta caída de la oferta laboral y la productividad empeorará con el futuro cambio climático y afectará de forma desproporcionada a los países de renta baja.

Aunque la relación entre la salud mental y la crisis climática está bien establecida, se sabe menos sobre el vínculo entre la salud mental y los comportamientos en el trabajo dentro de un contexto ambiental.

  • Sin embargo, un estudio de 2022 publicado en Occupational Medicine sugiere que el impacto psicológico de los eventos extremos puede traducirse en más tensión laboral, mayor intención de cambiar de empleo y hostilidad en el lugar de trabajo.

El estudio señala: «El estrés por el tiempo extremo también puede dificultar la toma de decisiones esenciales relacionadas con el trabajo, y para quienes se dedican al sector ambiental, la preocupación por el clima puede llevar a un exceso de dedicación al trabajo»./Agencias-PUNTOporPUNTO

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