La industria de los ultraprocesados –productos que, a partir de técnicas industriales, se modifican para añadir sodio, azúcares y grasas saturadas– “no tiene un compromiso con la salud, sino con el negocio”.
Por décadas, “lo que han hecho es debilitar y oponerse a la aplicación de políticas públicas en beneficio de niñas, niños y adolescentes”, coinciden expertos e investigadores de la nutrición infantil.
- Su participación en el diseño y aplicación de políticas orientadas a la salud alimentaria y el bienestar nutricional de la población representa, en realidad, un riesgo de conflicto de intereses, alertan al mismo tiempo, las organizaciones Mundial de la Salud y Panamericana de la Salud.
- Incluso, los organismos de Naciones Unidas han recomendado establecer mecanismos de blindaje para que empresas del sector “no participen, financien, patrocinen o interfieran en el diseño y evaluación de políticas alimentarias”.
- Ante la puesta en marcha en marzo pasado de los nuevos lineamientos que prohíben la venta y publicidad de los productos ultraprocesados en las escuelas; especialistas alertaron que dicha industria busca mecanismos alternativos para “seguir presente” en las escuelas.
Las estrategias, afirman, son diversas: la “donación” de básculas, obsequio de lentes para los alumnos o la promoción de programas deportivos como el Torneo Nacional de Futbol Escolar, que se realizó en todas las primarias públicas del país en el pasado ciclo escolar, así como con el fomento de “programas sociales y de apoyo comunitario”.
El doctor Simón Barquera Cervera, director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud (CINS) del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), advierte que en México una de cada tres niñas, niños y adolescentes enfrentan sobrepeso y obesidad, lo que “en años recientes está muy vinculado al cambio de dieta” en ese sector de la población.
- El estudio “Situación nutricional de la población en México durante los últimos 120 años”, elaborado por investigadores del INSP, revela que la alimentación de los mexicanos ha sufrido “transformaciones profundas y radicales”.
- A partir de la década de los 80 del siglo XX “se observa una transición alimentaria que da origen a la triple carga de la nutrición: coexistencia de la desnutrición, deficiencia de los micronutrimentos (vitaminas y minerales) y la obesidad y sus comorbilidades”.
Comida chatarra, ganancia para pocos
“Nos enfrentamos a una industria poderosa y millonaria”, coinciden especialistas como Alejandro Calvillo, director de la organización El Poder del Consumidor; Irais Tapia Quintero, experta en sicología conductual y el propio Barquera.
- En el país, las 39 empresas más importantes del ramo, la mayoría multinacionales, se agrupan en el Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo (ConMéxico).
- Datos de ese organismo reportan que sus ganancias “alcanzaron, tan sólo en 2023, poco más de un billón y medio de pesos, lo que representa 4 por ciento del producto interno bruto (PIB)”.
- Su presencia, afirma ConMéxico, llega al total de los hogares mexicanos, los cuales destinan 34 por ciento de su presupuesto familiar en la compra de sus marcas.
Empresas e incluso, marcas de juguetes, forman parte de este conglomerado que lidera las preferencias de consumo en el país con ocho de cada 10 marcas elegidas por los mexicanos, lo que, aseguran, representa 10 por ciento del PIB de consumo, es decir, el gasto que realizan los hogares en bienes y servicios.
Productos adictivos
- La amplia introducción de los ultraprocesados en la dieta de los mexicanos tiene graves consecuencias, advierten los expertos, no sólo por sus altos contenidos de azúcares, sales y grasas trans.
Además, apuntan, son “adictivos”.
- Barquera Cervera destaca que son productos hiperpalatables, es decir, “tienen sabores muy intensos, lo que genera que cuando los niños prueban fruta o comida como tortilla, frijoles o arroz, pues ya no les gustan.
“Ellos quieren cosas que sepan mucho a sal o azúcar. Esto genera que la comida natural no les resulte sabrosa.”
- Advierte que estos artículos también contienen propiedades “muy similares a la adicción, es decir, uno no puede parar de comerlos”. Luego de su ingesta, al poco tiempo se siente nuevamente apetito.
- Esto genera, explica, que los niños y adolescentes consuman más productos y bebidas azucaradas, y con ello, más calorías. Enfatiza que la transformación de los hábitos alimenticios requiere no sólo de voluntad, sino de acceso a la información y a la investigación.
- De lo contrario “la industria va a encontrar la forma de ir neutralizando estas políticas públicas”. La industria de los ultraprocesados, afirma, sabía desde 2007 que sus productos hacían daño a la salud.
“Se documentó que no hubo ninguna reformulación importante de sus productos hasta 2020, es decir, en 13 años, la industria, que afirmó que podía autorregularse y elaborar productos más sanos, porque no iban a negociar con la salud de los niños, al final no cumplió”.
- La diferencia, asegura, es que con el etiquetado de advertencia han tenido que modificar sus productos. “No les quedó de otra. Las reformulaciones no se deben realmente a la voluntad de la industria, sino a que se aplicó una estrategia de política pública”.
Calvillo puntualiza a su vez que la industria siempre intenta “darle vuelta al etiquetado. Ahora están descomponiendo la lactosa, con una enzima denominada lactasa que genera y aumenta el dulzor de los productos lácteos, porque parte de su estrategia es fortalecer una deformación del gusto. Hay una captura del paladar de los niños”.
Escuelas, campo de batalla
Subraya que una de las razones por las cuales les interesa estar en las escuelas, es precisamente por esta deformación de la palatilidad, proceso que inicia a muy temprana edad.
La industria acude a otros endulzantes como la alulosa –sustituto de azúcar– que en México no está dentro de la lista de edulcorantes, por eso los ultraprocesados que la usan no incluyen sellos de advertencia, pero son súper dulces.
- Tapia señala que este proceso de aceptación de los productos ultraprocesados comienza desde el hogar, donde se fortalece no sólo la práctica conductual, sino cognitiva. “En casa te están instalando un software de creencias y esquemas de que si comes comida chatarra está bien, te pones contento”.
- El poder de esta industria se debe, entre otros factores, a la aceptación y fuerte consumo por gran parte de la población, a la diversificación de sus productos, “pues hay para todos los gustos”, y a la constante participación y cabildeo de las empresas para seguir presentes en varios espacios, coinciden y enfatizan los especialistas.
Un estudio que expone el conflicto continuo entre la equidad en salud y los intereses comerciales, es la serie Determinantes Comerciales de la Salud, publicado en la revista The Lancet en noviembre de 2023.
- La investigación de Anna B. Gilmore de la Universidad de Bath en Inglaterra, señala que “actores comerciales cada vez más poderosos pueden moldear el sistema político y económico, sus enfoques regulatorios subyacentes y las políticas en su propio interés”.
- Por el contrario, los costos del daño causado por la elaboración y consumo de estos productos, son soportados en gran medida por los estados, las familias y las personas afectadas.
Alertan por expansión de comida rápida en México
El académico Agustín Rojas Martínez presentó su trabajo titulado “Expansión de la oferta de alimentos ultraprocesados y de comida rápida en México: transformaciones en el consumo y efectos en la salud pública”, en el marco del Seminario Permanente de Economía Aplicada realizado por el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM .
- Durante su intervención, el académico destacó que el cambio en los hábitos alimenticios en el país se intensificó a partir de la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
- “Algunos autores ya habían registrado esta transformación desde enfoques sociológicos y antropológicos, pero a mí me interesaba analizar cómo creció esta oferta y cómo modificó el patrón de consumo, asociado a graves problemas de salud pública”, explicó.
Rojas Martínez señaló que el consumo excesivo de alimentos hipercalóricos no sólo responde a decisiones individuales, sino a dinámicas económicas y sociales más amplias. Mencionó que no basta con advertir sobre los riesgos de la comida chatarra si el ingreso de las personas sigue siendo el mismo y sus jornadas laborales les dejan poco tiempo para preparar alimentos saludables.
- El investigador retomó el concepto de reproducción social, basado en la crítica a la economía política de Marx y en aportaciones de Bolivar Echeverría, para analizar cómo el sistema capitalista moldea las prácticas de consumo.
- “El consumidor no es un sujeto totalmente libre; sus elecciones están condicionadas por su ingreso, su ubicación territorial y las estructuras de producción y distribución de alimentos”, argumentó.
Asimismo, en su análisis, Rojas cuestionó la idea de que las decisiones alimentarias no dependen únicamente de la voluntad personal:
- “Yo, como sujeto soberano que acude al mercado, trato de elegir a partir de una percepción presupuestaria de los determinantes que tengo edificados a partir de mi rol social en términos de mi libre ingreso y de mi localización territorial, pero particularmente en los últimos años veíamos que esta situación de consumo también transgredió los patrones territoriales locales.”
- Además, advirtió que este fenómeno ha derivado en un aumento de enfermedades como obesidad, diabetes y sobrepeso, afectando no sólo a adultos, sino también a jóvenes y niños. Agregó que los etiquetados de advertencia en los productos son insuficientes si no se modifican las condiciones laborales y económicas que obligan a la población a optar por comida rápida y barata.
La presentación concluyó con una ronda de preguntas, donde los asistentes coincidieron en la necesidad de políticas integrales que combatan no solo los efectos, sino las causas estructurales del problema.
Los daños a la salud son mayores en menores de edad
El consumo habitual de comida chatarra, caracterizada por su alto contenido de grasas saturadas, azúcares refinados, sodio y aditivos artificiales, está generando serias preocupaciones en el ámbito de la salud pública, especialmente en lo que respecta a niños y adolescentes.
Según un informe publicado por la revista The Lancet, el 18% de los menores en todo el mundo padecen obesidad, y el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados se identifica como uno de los principales factores de riesgo. Este problema no solo afecta el peso corporal, sino también tiene implicaciones profundas en el desarrollo físico, cognitivo y emocional de los menores.
La obesidad infantil y sus riesgos asociados
De acuerdo con The Lancet, la obesidad infantil está directamente relacionada con el consumo de alimentos ultraprocesados como papas fritas, refrescos y snacks. Estos productos, con alta densidad calórica y escaso valor nutricional, contribuyen significativamente al aumento de peso en los menores.
- Además, la obesidad no solo tiene un impacto estético, sino que incrementa igualmente el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, hipertensión y problemas cardiovasculares.
- La obesidad infantil no es un problema aislado, sino que forma parte de un círculo vicioso que puede extenderse hasta la adultez.
- Los niños que adoptan hábitos alimenticios poco saludables desde temprana edad tienen mayores probabilidades de enfrentar complicaciones de salud a largo plazo. Esto incluye enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Efectos en el desarrollo cerebral y cognitivo
- El impacto de la comida chatarra no se limita al peso corporal. Según el estudio JAMA Pediatrics, una dieta rica en grasas saturadas y azúcares puede alterar el desarrollo cerebral de los niños, lo que afecta su memoria y capacidad de aprendizaje.
Los investigadores encontraron que los menores que consumen regularmente alimentos ultraprocesados presentan un menor rendimiento en pruebas cognitivas y un mayor riesgo de desarrollar trastornos como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).
- El exceso de grasas trans y saturadas interfiere con las funciones cerebrales esenciales, lo que puede tener consecuencias a largo plazo en el desempeño académico y en la capacidad de los niños para procesar información de manera eficiente.
Vulnerabilidad del sistema inmunológico
Otro aspecto preocupante es cómo la comida chatarra afecta el sistema inmunológico de los menores. Según investigaciones publicadas en Frontiers in Nutrition, las dietas ricas en grasas trans y azúcares refinados pueden inducir inflamación crónica, lo que debilita las defensas del cuerpo. Esto hace que los niños sean más propensos a infecciones y enfermedades.
- El estudio también señala que una dieta basada en alimentos ultraprocesados puede alterar la microbiota intestinal, un componente clave en la regulación del sistema inmunológico.
- Este desequilibrio en la flora intestinal no solo afecta la capacidad del cuerpo para combatir enfermedades, sino que también puede tener implicaciones en la salud mental y emocional de los menores.
Problemas metabólicos y enfermedades crónicas
El consumo habitual de comida chatarra está vinculado a un aumento en la prevalencia de problemas metabólicos en niños.
- Según un estudio de Pediatrics, los menores que consumen alimentos con alto contenido de azúcares refinados y grasas no saludables tienen un mayor riesgo de desarrollar resistencia a la insulina, una condición que puede derivar en diabetes tipo 2.
- Además, estos alimentos contribuyen a niveles elevados de colesterol LDL, conocido como el “colesterol malo”, lo que incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares en etapas posteriores de la vida.
Este tipo de problemas metabólicos no solo afectan la salud inmediata de los niños, sino que también los predisponen a complicaciones graves en la adultez.
Impacto emocional y conductual
El efecto de la comida chatarra no se limita al ámbito físico. Según un estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition, los niños con dietas altas en alimentos ultraprocesados son más propensos a desarrollar trastornos emocionales como ansiedad y depresión.
- Esto se debe, en parte, a que los altos niveles de azúcares y grasas no saludables pueden alterar los niveles de neurotransmisores como la serotonina, que regula el estado de ánimo.
- Además, el consumo excesivo de azúcar puede generar un ciclo de adicción, ya que provoca la liberación de dopamina en el cerebro.
- Este mecanismo refuerza el deseo de consumir más alimentos ultraprocesados, lo que puede derivar en alteraciones de comportamiento y dificultades para controlar los impulsos.
El impacto de la comida chatarra en la infancia no se limita a los años formativos. Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los niños que consumen una dieta rica en alimentos ultraprocesados tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas en la adultez, como diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares e incluso ciertos tipos de cáncer.
- Un estudio longitudinal del Reino Unido, publicado en The Lancet confirmó que los malos hábitos alimenticios adquiridos en la infancia tienen un efecto acumulativo, aumentando significativamente las probabilidades de sufrir complicaciones de salud en el futuro.
Los aditivos de los alimentos ultraprocesados se relacionan con un mayor riesgo de muerte en un importante estudio
- Un nuevo e importante estudio ha descubierto que comer más alimentos ultraprocesados (UPF) -especialmente los que contienen determinados aditivos- está relacionado con una mayor mortalidad por cualquier causa durante unos 11 años de seguimiento.
Los investigadores analizaron a casi 187.000 adultos del Reino Unido de edades comprendidas entre los 40 y los 75 años, utilizando datos recogidos en el Biobanco del Reino Unido, y realizaron un seguimiento de sus dietas y su salud durante 11 años. El estudio se publicó en la revista eClinicalMedicine.
Los participantes rellenaron varios diarios alimentarios en línea en los que describían lo que comían en un periodo de 24 horas. Para averiguar cuántos UPF y qué aditivos (MUP) comía realmente la gente, el equipo comparó esos alimentos declarados con productos reales del supermercado, comprobando las etiquetas de los ingredientes en busca de 57 marcadores potenciales de MUP, de los cuales sólo algunos son aditivos tradicionales.
- Se puntuó cada alimento en función de la probabilidad de que contuviera un aditivo determinado. Luego, para cada persona, los investigadores calcularon qué porcentaje de su ingesta diaria total de alimentos procedía de UPF o de aditivos específicos.
- Por último, el equipo comparó estos patrones dietéticos con los registros de defunciones de los registros sanitarios nacionales para ver qué aditivos, y en qué cantidad, estaban relacionados con un aumento de la mortalidad durante el periodo de estudio.
Cinco categorías aditivas mostraron vínculos significativos con una mayor mortalidad por todas las causas (en relación con el punto de ingesta de menor riesgo del estudio):
Sabores: el riesgo aumentó de forma constante cuando los alimentos con sabor representaron una mayor parte de la dieta total:
- Potenciadores del sabor
- Agentes colorantes
- Edulcorantes -no azúcar- como el acesulfamo, la sacarina y la sucralosa
- Variedades de azúcar: en esta categoría, la fructosa, el azúcar invertido, la lactosa y la maltodextrina se relacionaron con un mayor riesgo
Una excepción fueron los gelificantes, que en realidad estaban relacionados con un menor riesgo de mortalidad. El estudio midió el porcentaje de la ingesta total de alimentos en función del peso.
- Cuando la dieta de las personas consistía en más de un 18% de UPF, el riesgo de mortalidad empezó a aumentar. Con un 30% de ingesta total, el riesgo aumentaba un 6%. El riesgo era un 14% mayor con un 40% de la dieta, y un 19% mayor con un 50% de la dieta.
En cuanto a los aromatizantes, el riesgo era aproximadamente un 20% mayor cuando los alimentos aromatizados constituían el 40% de su ingesta alimentaria frente al 10%. Los colorantes se asociaban a un riesgo aproximadamente un 24% mayor cuando representaban el 20% frente al 3%.
- Los edulcorantes se relacionaron con un riesgo aproximadamente un 14% mayor en un 20%, en comparación con ninguno.
- Estas estimaciones proceden de modelos ajustados por edad, sexo, tabaquismo, IMC, tensión arterial, alcohol, ejercicio, ingresos y otros factores.
- Se trataba de una investigación observacional, por lo que no puede demostrar que los aditivos provoquen una muerte más temprana.
Las personas que comen más UPF pueden diferir en otros comportamientos de salud que también influyen en los resultados, y los datos dietéticos se basan en autoinformes de 24 horas cotejados con las listas de ingredientes de los productos, lo que puede introducir errores.
Los resultados se refieren a la mortalidad por todas las causas y no a enfermedades específicas, y aunque los investigadores ajustaron muchos factores, aún es posible que haya confusión residual.
- Entonces, ¿qué puede hacer la gente al respecto? Para vigilar los UPF en tu propia vida, instituciones sanitarias como la Clínica Mayo ofrecen algunos consejos.
«Aunque el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados se ha relacionado con resultados adversos para la salud, eso no significa necesariamente que todos los alimentos procesados sean malos para todas las personas en todas las situaciones», afirma Tara Schmidt, M. Ed., RDN, dietista principal de la Dieta de la Clínica Mayo, en el sitio web de la clínica.
- «Reducir la ingesta de algo que comes a diario en grandes porciones tendrá más impacto sobre la salud que eliminar algo que consumes raramente», sugiere Schmidt.
La Asociación Americana del Corazón recomienda limitar la ingesta de alimentos ultraprocesados y centrarse en cambio en una dieta rica en «verduras, frutas, cereales integrales, judías, frutos secos, semillas, aceites saludables no tropicales y proteínas magras.» /PUNTOporPUNTO