TEXTO ÍNTEGRO: MÉXICO registra un promedio de 49.6 casos de HOMICIDIOS por día

El estado de Chihuahua registró su fin de semana más violento del año, al reportar la comisión de 20 homicidios dolosos, de los cuales 13 ocurrieron el sábado 15 de noviembre, 2 el viernes 14 y otros 5 el domingo 16, de acuerdo con la compilación del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

  • En este plazo, del viernes al domingo pasados, en todo el país se registraron 160 homicidios dolosos, para sumar en el mes 795 muertes violentas, un promedio de 49.6 casos por día.
  • El informe Víctimas Reportadas por el Delito de Homicidio, Fiscalías Estatales y Dependencias Federales, del SESNSP, estableció que Guanajuato fue la segunda entidad con mayor violencia letal el pasado fin de semana, con 17 casos.

Le siguieron en la lista Baja California y Oaxaca, cada entidad con 10 personas asesinadas; en el Estado de México fueron 9 asesinatos; mientras que en Nuevo León, Puebla y Sinaloa se cometieron 8 homicidios dolosos, por estado.

En la Ciudad de México, Chiapas, Jalisco y Sonora fueron asesinadas 7 personas el pasado fin de semana; en Guerrero, Michoacán, Morelos y Veracruz fueron 6 asesinatos en este periodo y 4 en Hidalgo.

Dos estados, focos rojos

El sábado 15 de noviembre se contabilizaron 49 asesinatos, 13 de ellos en Chihuahua. El domingo 16 del mismo mes registraron 59 homicidios en el país, 8 de ellos perpetrados en Guanajuato.

En la segunda semana de noviembre del 2025, la SSPC reportó 340 homicidios en el país. El día más violento fue el domingo 16, cuando se cometieron 59 delitos de este tipo.

Del 10 al 16 de noviembre, los estados con mayor número de asesinatos fueron:

  • Guanajuato: 33
  • Chihuahua: 18

Homicidios por día y estados con más denuncias

10 de noviembre: 45

  • Guanajuato: 5
  • Estado de México: 5
  • Oaxaca: 5

11 de noviembre: 40

  • Guerrero: 5
  • Guanajuato: 4
  • Morelos: 4

12 de noviembre: 44

  • Guanajuato: 7
  • Guerrero: 5
  • Sonora: 5

13 de noviembre: 51

  • Baja California: 5
  • Sonora: 5
  • Guerrero: 4

14 de noviembre: 52

  • Guanajuato: 5
  • Baja California: 5
  • Jalisco: 4

Fin de semana

15 de noviembre: 49

  • Chihuahua: 13
  • Guanajuato: 4
  • Baja California: 4

16 de noviembre: 59

  • Guanajuato: 8
  • Sinaloa: 6
  • Chihuahua: 5

Total en la semana: 340

En lo que va del sexenio de Claudia Sheinbaum se contabilizan 29 mil 534 asesinatos.

Chihuahua, caso excepcional

La tarde del sábado, una balacera en Hidalgo del Parral, Chihuahua, durante una carrera de caballos, dejó 7 muertos. Posteriormente, autoridades confirmaron el hallazgo de un cuerpo sin vida más en las inmediaciones.

  • El ataque se registró en el carril Santa Teresa, ubicado en el kilómetro cuatro de la carretera Parral–Jiménez, desatando pánico entre los asistentes y provocando una intensa movilización de cuerpos de seguridad.

De acuerdo con reportes preliminares, el tiroteo comenzó cuando un comando armado irrumpió en el lugar. Testigos señalaron que las detonaciones fueron repentinas y se prolongaron por varios minutos.

La caída de homicidios oculta el aumento de desapariciones

El gobierno de México celebra una caída del 37% en los homicidios, 37,000 detenciones y decomisos récord de drogas como prueba de que el país se está tranquilizando. Pero los datos preliminares, los focos regionales y las definiciones estrechas sugieren otra verdad: la violencia no se ha detenido; solo ha cambiado de nombre.

  • Comencemos con el número que domina el podio. Las gráficas del gobierno muestran que los homicidios dolosos bajaron un 37% en los primeros trece meses de la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum. En el papel, eso parece un alivio tras décadas de derramamiento de sangre implacable.
  • México inició esta presidencia con una base sombría: más de 196,000 asesinatos durante los seis años previos y 30,057 solo en 2024, según estadísticas oficiales. Si esa curva finalmente se hubiera roto, sería histórico. Pero la narrativa del gobierno se apoya en una brújula poco confiable.

Las autoridades se enfocan en promedios diarios, un método que suaviza el caos hasta convertirlo en consuelo. Señalan que en octubre, México promedió 54.5 homicidios diarios, en comparación con 86.9 el mes anterior a que Sheinbaum asumiera el cargo. Son 32 muertes menos al día, cifra citada con orgullo por la titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SESNSP), Marcela Figueroa.

  • Las matemáticas son sencillas; la conclusión no. Comparar un mes bajo una nueva presidenta con el último mes del gobierno anterior dice poco sobre un cambio estructural. Puede captar una calma tras un repunte, una tregua fugaz entre cárteles o la resaca de una gran operación. No prueba una paz duradera.

Y aunque el homicidio realmente haya bajado, esa sola medida no puede cargar con la historia de la seguridad nacional. La violencia muta; no siempre sangra donde contamos. La extorsión, el secuestro, el desplazamiento forzado y los intentos de asesinato no aparecen en la columna de homicidios. Cuando los líderes usan una sola métrica como espejo de la calma nacional, solo ven reflejada una parte del panorama.

Promedios diarios, cifras preliminares y el problema de la prueba

Las cifras más celebradas de México vienen con notas al pie. Los datos de homicidios que se usan en los informes oficiales son preliminares, construidos a partir de reportes policiales en tiempo real que se revisan constantemente. Los fiscales reclasifican casos, los forenses confirman causas de muerte y hechos completos pueden migrar de una categoría a otra.

  • Esas correcciones importan porque las actualizaciones diarias del SESNSP son herramientas tácticas, no balances finales. Tomarlas como palabra sagrada es como dar por terminado el partido en el medio tiempo.

El enfoque en promedios crea su propio espejismo. Al aplanar picos y valles, los números diarios pueden ocultar catástrofes regionales o hacer que una calma aleatoria parezca avance. Una sola masacre puede elevar el promedio de una semana; una semana de silencio puede hacerlo bajar de nuevo. En ese sentido, los promedios son comida reconfortante para las emociones: fácil de digerir y pobre en nutrición.

Luego viene la tentación política. Cuando una administración basa su legitimidad en un solo número, el incentivo para proteger ese número se vuelve fuerte. Las preguntas sobre datos faltantes, delitos reclasificados o tendencias divergentes a nivel estatal se vuelven incómodas. El peligro no es tanto la manipulación como la omisión, la edición silenciosa de hechos que no encajan en el marco.

“Una buena estrategia de seguridad invita al escrutinio,” dijo un investigador independiente a EFE. “Explica qué significan los datos, cómo se corrigen y qué omiten. Una mala se felicita antes de la auditoría.“

La concentración de homicidios y la geografía de la negación

Si México realmente estuviera pacificándose, la violencia disminuiría en todas partes. No es así. Según el SESNSP, solo siete de los 32 estados, Guanajuato, Chihuahua, Baja California, Sinaloa, Estado de México, Guerrero y Michoacán, concentraron más de la mitad de todos los homicidios en los primeros diez meses del año.

  • Esa concentración cuenta otra historia. Mientras los promedios nacionales insinúan alivio, los gobiernos locales en esas zonas calientes siguen gobernando bajo asedio. Un alcalde en Michoacán negocia con cárteles el control de caminos; una maestra en Guerrero sigue llevando a sus alumnos entre casquillos; una comerciante en Guanajuato paga dos “impuestos”, uno al estado y otro al jefe criminal local.

Cuando la mitad de las muertes ocurren en un puñado de lugares, el optimismo nacional puede sonar a burla. “El promedio no significa nada si vives en uno de esos siete estados,” dijo un funcionario municipal en Sinaloa que pidió anonimato. “No vemos pacificación. Vemos agotamiento.“

La verdad también es estadística: en zonas con competencia crónica entre cárteles, las tasas de homicidio oscilan salvajemente pero rara vez bajan por mucho tiempo. Puede haber una calma tras una victoria, pero cuando surgen nuevas facciones o cambian las alianzas, los asesinatos regresan. La narrativa central de México omite esta geografía, ocultando focos de caos tras la ilusión de una caída unificada.

La base de 2024 del gobierno también complica la historia. Tras máximos históricos, cierta caída era inevitable, una regresión a la media más que una transformación. La prueba de la “pacificación” no es si la curva bajó una vez, sino si sigue bajando durante años, en diferentes bases de datos y estados, sin romper el compromiso con la transparencia.

Decomisos, detenciones y el espejismo del movimiento

El segundo tambor del gobierno es operativo: 37,000 detenciones, 18,981 armas aseguradas, 300 toneladas de drogas incautadas, incluyendo más de cuatro millones de pastillas de fentanilo. Soldados y marinos, dicen las autoridades, desmantelaron 1,614 laboratorios de metanfetamina, un golpe “por cientos de millones de pesos”.

Por sí solas, estas son hazañas de coordinación y valentía. Pero las detenciones y decomisos son insumos, no resultados. Miden actividad, no impacto. Sin sentencias, esas detenciones pueden disolverse en los tribunales. Sin inteligencia de seguimiento, los laboratorios reaparecen bajo otros techos. Sin reforma sistémica, los mismos cárteles reemplazan a sus soldados caídos en semanas.

“Cada decomiso parece avance hasta que pasa el siguiente camión,” dijo un exfiscal federal en Baja California, en entrevista con EFE. “Lo que necesitamos ver es menos producto en la calle, menos llamadas de extorsión, comunidades más seguras, no montañas de evidencia en un boletín de prensa.“

  • El gobierno argumenta que sus resultados provienen de una estrategia refinada: policía basada en inteligencia, consolidación de la Guardia Nacional y un nuevo Sistema Nacional de Inteligencia e Investigación para coordinar detenciones. El plan es sólido; la prueba, incompleta.

Un verdadero indicador de éxito incluiría tasas crecientes de sentencias, reducción del rezago en las fiscalías estatales y mejoras visibles en la capacidad forense. Esas cifras rara vez se anuncian. En cambio, el público se queda con fotos, filas de armas, tarimas de drogas y la palabra “pacificación” repetida como amuleto protector.

Más allá de la ficción: cómo se vería la paz real

Para los mexicanos de a pie, la paz no es un porcentaje. Es el sonido de los mercados reabriendo tras el anochecer, de autobuses circulando sin escolta por carreteras antes prohibidas. Es ver a los vecinos regresar del trabajo sin miedo, y a la policía resolviendo delitos en vez de solo sobrevivirlos.

  • Los 18,000 homicidios en nueve meses de México, aunque sean menos que el año pasado, siguen siendo 18,000 funerales, 18,000 familias que nunca aplaudirán una gráfica.

Si el país realmente quiere medir el avance, debería registrar lo que sienten los ciudadanos y lo que logran los fiscales, no solo lo que celebran los informes. Las cifras diarias del SESNSP son un inicio; las actas de defunción del INEGI, el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y observatorios independientes como México Evalúa son el espejo. Juntos pueden contar una historia honesta, de mejora donde la hay y de peligro donde persiste.

Hasta que esas historias coincidan, la “pacificación” de México seguirá siendo más una frase que un hecho, una línea cuidadosamente trazada en una gráfica que suaviza el ruido de un conflicto que aún retumba en los cerros, los mercados y las morgues. El país merece más que esperanza matemática. Merece pruebas de que la paz puede sobrevivir al contacto con la realidad.

Los asesinatos en México son un ‘golpe de realidad’

Carlos Manzo, alcalde del oeste de México, ganó fama nacional este año con una exigencia sencilla pero agresiva: que las autoridades mexicanas mataran sumariamente a los miembros armados de los cárteles que aterrorizan al país.

Esa postura militante lo hizo extremadamente popular entre los votantes de su ciudad, Uruapan, y en otros lugares. También llevó al alcalde de 40 años a llevar un chaleco antibalas junto con su característico sombrero de vaquero, y al gobierno federal de México a asignar personal militar para protegerlo.

En junio, recordó haber recibido una escalofriante llamada telefónica de un hombre que amenazaba con matar a su hijo pequeño. “Pues yo les respondí como respondería cualquier padre”, dijo. “Les dije: ‘aquí los espero’”.

El sábado por la noche, Manzo sostuvo a su hijo en brazos mientras pronunciaba un discurso en una multitudinaria celebración del Día de Muertos en su ciudad de 350.000 habitantes. Momentos después, justo después de que Manzo entregara a su hijo, un pistolero encapuchado asesinó al alcalde al dispararle siete veces.

  • Incluso para los estándares mexicanos, fue un asesinato sorprendentemente descarado. Debido a su blanco y a su carácter público, también sirvió como una especie de disparo de advertencia para la presidenta Claudia Sheinbaum.

Desde que asumió el cargo hace un año, Sheinbaum ha dirigido la campaña más agresiva contra los cárteles mexicanos en casi una década. También lo ha hecho con un enfoque casi quirúrgico y se ha resistido a los llamamientos de políticos como Manzo a otra guerra total contra el narcotráfico, como habían intentado otros presidentes mexicanos con resultados sangrientos.

En su primer año, las autoridades dijeron que habían detenido a casi 35.000 personas por delitos de alto impacto y destruido casi 1600 laboratorios de drogas, frente a las 8900 detenciones de este tipo y los 380 laboratorios destruidos anualmente con su predecesor. En el proceso, dijeron las autoridades mexicanas, los homicidios han descendido casi un tercio, hasta su nivel más bajo en una década, y menos drogas cruzan a Estados Unidos.

Estos esfuerzos le han valido a Sheinbaum los elogios de la Casa Blanca y parecen haber evitado una intervención militar estadounidense en México para luchar contra los cárteles, al menos por ahora.

Sin embargo, los cárteles distan mucho de estar derrotados. Y en los últimos meses han demostrado repetidamente que están dispuestos a luchar, al llevar a cabo una serie de asesinatos de alto perfil, incluido el de Manzo.

  • En mayo, atacantes armados en motocicleta asesinaron a la secretaria particular y a un alto asesor de la jefa de gobierno de Ciudad de México mientras estaban sentados en el tráfico. Un día de junio, se encontraron 20 cadáveres en el estado de Sinaloa, varios de ellos decapitados y colgados de un puente.
  • En septiembre, dos músicos colombianos fueron secuestrados y asesinados tras su concierto en México, lo que provocó la indignación del presidente de Colombia. Y el mes pasado, encontraron muerto, envuelto en una manta, a un periodista que informaba sobre los cárteles en el estado de Durango.

En el primer semestre del año se produjeron 112 asesinatos políticos en México, según Integralia, una consultora de riesgo político. En los 10 primeros meses del año, fueron asesinados más de 300 agentes de policía, un 24 por ciento más que el año anterior, según Causa en Común, un grupo anticorrupción.

“Ha sido como un golpe de realidad”, dijo Nancy Canjura, experta en seguridad de Causa Común. “Mientras todavía están intentando hilar dónde está el liderazgo, quién mueve a quién o dónde hay conflicto, los muertos siguen allí, y se siguen sumando”.

El asesinato de Manzo, añadió, “es la confirmación de que el control del territorio lo tienen los grupos delictivos, y no la autoridad”.

  • El lunes, Sheinbaum condenó el asesinato de Manzo, pero rechazó cambiar de rumbo. “Vamos a seguir trabajando todos los días por la defensa de la paz, la seguridad y la justicia”, dijo a los periodistas. “Ese es el camino. Y eso sí, no nos vamos a rendir nunca, nunca”.

La estrategia de Sheinbaum contra los cárteles se ha concentrado en gran medida en capturar a los líderes y llevar a cabo grandes redadas antidroga. Algunos analistas de seguridad dijeron que, si bien eso ha servido para mostrar su fuerza a Washington, apenas ha debilitado el dominio de los grupos en muchas comunidades locales.

“Tengamos contento a nuestro vecino del norte lo más posible y mostremos que sí estamos trabajando”, dijo Giovana Ríos, quien investiga la violencia de México en la Universidad Jesuita de Guadalajara. “Pero por otro lado nos encontramos con presidencias municipales tomadas por el propio crimen organizado o con cuerpos de policía debilitados que no tienen recursos ni manera de hacer frente a la situación”.

Ese nivel local es el principal campo de batalla donde los grupos criminales ejercen su poder en México, dicen los analistas. Es la unidad administrativa básica que deben capturar para controlar el territorio. Es donde pueden extorsionar a las empresas y captar fondos públicos. Y es donde corrompen a muchos funcionarios que colaboran o se hacen a un lado para evitar el fuego cruzado.

  • Michoacán, un estado de 4,7 millones de habitantes, se ha convertido en uno de los frentes más difíciles y mortíferos de esa batalla. Varios cárteles se disputan allí el control de las rutas del narcotráfico y de las lucrativas extorsiones. En Uruapan, la ciudad de Manzo en Michoacán, los grupos criminales extorsionan a los agricultores que cultivan limas o limón verde y aguacates.

Las autoridades y los agricultores han intentado defenderse, pero los cárteles han respondido violentamente. El mes pasado, uno de los líderes más destacados de la industria del limón verde de Michoacán fue asesinado tras denunciar la extorsión. El sábado, horas antes del asesinato de Manzo, aparecieron muertos otro agricultor y su esposa.

Esa matanza había alimentado el enfoque de línea dura de Manzo.

El año pasado animó a la policía de su ciudad a matar a delincuentes armados, una propuesta criticada por Sheinbaum. Dijo que recompensaría a los agentes que mataran a sicarios de los cárteles. Y este mes exigió al gobierno federal que proporcionara armas de grado militar para que la policía de su ciudad pudiera igualar la potencia de fuego de los cárteles.

“No puede haber abrazos para los delincuentes”, dijo en mayo, refiriéndose a la estrategia contra el crimen “abrazos, no balazos” del predecesor y mentor de Sheinbaum. “Para los delincuentes debe de haber palizas”, añadió utilizando un improperio.

Esa retórica lo situó en el escenario nacional y llevó tanto a críticos como a partidarios a llamarlo el “Bukele mexicano”, en referencia al presidente Nayib Bukele de El Salvador, cuya violenta represión de las pandillas ha hecho que la delincuencia caiga en picada en su país, al tiempo que ha alarmado a los grupos de derechos humanos.

También lo colocó en oposición a Sheinbaum, quien ha tratado de utilizar la inteligencia y la investigación para atacar a los cárteles con mayor precisión, una política que espera que evite las bajas masivas que caracterizaron las guerras de los gobiernos anteriores contra estos grupos.

Sheinbaum goza de un índice de aprobación superior al 70 por ciento, aunque las encuestas muestran que los mexicanos son muy críticos con su actuación en materia de seguridad, que ha sido durante mucho tiempo el problema más acuciante del país. Aunque el gobierno ha publicado estadísticas que demuestran que México es más seguro, muchos mexicanos creen que la violencia ha empeorado con Sheinbaum, según una encuesta nacional reciente.

Desde la muerte de Manzo, los ciudadanos indignados de Michoacán han marchado por las calles. Muchos comentaristas han aprovechado el asesinato para argumentar que la estrategia de seguridad de Sheinbaum está fracasando.

En dos conferencias de prensa celebradas esta semana, Sheinbaum dijo que su gobierno llevaría ante la justicia a los asesinos de Manzo, incluidos quienes ordenaron el asesinato. El aparente atacante murió en el lugar de los hechos y se detuvo a otras dos personas, dijeron las autoridades. La policía municipal había sido asignada para proteger a Manzo en el acto, mientras que miembros de la Guardia Nacional de México estaban asegurando el perímetro, añadieron.

Sheinbaum dijo que su gobierno también intensificaría los esfuerzos para combatir la violencia en Michoacán, lo que incluye la incorporación de más fuerzas federales y la inauguración de una fiscalía especializada.

En cuanto a sus críticos que dicen que está perdiendo ante los cárteles, Sheinbaum respondió.

“Y claro que decimos: ¿cómo fortalecemos la estrategia?”, dijo.

“Pero, repito, esta… ¿Qué proponen? ¿Qué proponen? ¿Regresar a la guerra contra el narco?”, añadió. “Ya lo probó México y no funcionó”./Agencias-PUNTOporPUNTO

Documento íntegro a continuación:

https://bit.ly/3LjjBsB

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