Chivos EXPIATORIOS en México con la 4T

Opinión RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

Dentro de la política mexicana se encuentra muy enraizado el tema de los chivos expiatorios, usado constantemente, para culpar a algunos de delitos que cometen otros, ajenos a los primeros.

El señalamiento es constante, cuando algunos personajes acusados de delitos varios se amparan en ser considerados como chivos expiatorios, que son culpados de ilícitos que no cometieron.

Las cárceles están llenas de estos individuos, hombres y mujeres, los que purgan por daños que causaron otros y por más que se lamentan no son considerados como tales, aunque ellos lo expongan una y otra vez.

En la política es muy común que personajes de bajo nivel sean sacrificados, en aras de la defensa del funcionario mayor, quien, regularmente, no purga por los pecados cometidos por ellos u otros funcionarios de nivel más elevado de los que acusan.

Lo curioso resulta ser cuando personajes del nivel alto se escudan en la misma figura de chivo expiatorio, para explicar el porqué de sus complicaciones ante la justicia.

Ángel Aguirre Rivero, dos veces gobernador de Guerrero usa esa figura para definir lo sucedido con su relevo del gobierno de su entidad, del que fue removido, dejando inconcluso el período para el que fue electo.

Se dice que fue usado para expiar los pecados de la administración pública federal que no fue descifrar lo ocurrido en Guerrero con los estudiantes de Ayotzinapa que desparecieron y dejaron en la incertidumbre lo sucedido con 43 muchachos de la escuela normal.

En aquel entonces Aguirre Rivero gobernaba por segunda ocasión su entidad natal, luego de que en la primera fue gobernador interino y sustituto, ante el relevo de Rubén Figueroa, quien como su sucesor dejó pasar otro conflicto, este del tipo agrario en donde asesinaron a un grupo de campesinos en Aguas Blancas.

Aguirre Rivero llegó a gobernador por un conflicto y cayó por otro, como era común en el Guerrero de décadas pasadas. Después arribó por la vía de las urnas, cuando participo en la elección constitucional y derrotó al priista Manuel Añorve. En la primera gobernó bajo las siglas del PRI y en la segunda con las del PRD.

Sin embargo, la segunda gestión de Aguirre Rivero estuvo salpicada de una serie de situaciones de las que fue señalado el mandatario, destacando su ausencia en una fiesta patrias en que Acapulco fue azotado por uno de tantos huracanes que pegan en la zona y el gobernador brilló por su ausencia.

Una pésima gestión coronada por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa llevó a su salida del gobierno estatal, aunque el chivo expiatorio, como se considera no fue procesado por delito alguno.

El segundo caso es el de Rosario Robles Berlanga, ex titular de SEDESOL y SEDATU en el gobierno de Enrique Peña Nieto y ex dirigente nacional del PRD y ex Jefa de Gobierno del Distrito Federal.

Rosario si se encuentra en la cárcel desde hace dos años, vinculada a lo que se dio en llamar la Estafa Maestra, una serie de enjuagues realizados desde las dependencias en que despachó.

Dice Rosario que le ofrecieron el criterio de oportunidad, que no es otra cosa más que testigo protegido, a cambio de que vinculara al proceso que se le sigue a Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray Caso, lo que no aceptó.

Se considera como una presa política, pagando culpas que no son suyas y compara su situación con la de Emilio Lozoya Austin, quien se encuentra confeso de corrupción y aplicando el criterio de oportunidad, se encuentra en su casa y no preso.

Rosario y alguna vez se habían visto envuelta en una situación difícil, cuando fue considerada como la llave que le abrió las puertas a una serie de triquiñuelas que su entonces pareja, Carlos Ahumada, cometió con personajes del PRD que avalaba la propia Rosario.

En aquel entonces, hace quince años, Rosario salió bien librada, aunque en esta ocasión parece que la suerte no la acompaña.

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Los gritos de ratero, ratero, contra Enrique Peña Nieto, proferidos en Roma, Italia, por dos jóvenes mexicanas, es la equivalencia a los ladridos que recibía a su paso José López Portillo al término de su mandato. Los gritos no resuelven nada y, tal vez, ni siquiera inquietan a quienes los reciben, pero es una muestra más de que los pueblos y sus habitantes no olvidan.

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