Las presiones por parte de Estados Unidos, una diplomacia que aún nos mantiene en “pausa” con algunas naciones, el potencial crecimiento del consumo de drogas sintéticas y los arrebatos internos de Morena más su corrupción no presentan un mañana estable.
Son dos historias paralelas, una la real, la de la violencia, inflación y ausencia de educación y la otra, aquella que intenta convencer que todo está requetebién, que a todo señalamiento de irregularidad se exigen pruebas pero no se toman medidas, el acecho de la impunidad que para ellos no existe como tampoco el nepotismo, el envolverse en la bandera de la soberanía, en fin, arengas ya muy desgastadas y heredadas de la conducta burlona de AMLO de todos los días.
Estamos regresando a lo que tanto y tanto criticaron: un presidencialismo absoluto, un gobierno obeso, un control total del legislativo y una suspensión evidente de la libre expresión y manifestación.
Los necesarios contrapesos de la democracia prácticamente se han diluido. El Estado de Derecho cuelga de una tómbola. Militarizar al país no significa espantar al enemigo sino dominar a la sociedad, someterla. La vida civil se cuadra ante el uniforme olivo. Las dádivas llamadas programas asistenciales vuelven a la población más pobre e inculta. Se insulta a los “aspiracionistas” pero se consiente al inútil y zángano. Se permiten las invasiones, se promueve el ambulantaje, se garfitea la propiedad ajena.
El transporte público es una anarquía y comunidades urbanas inundadas por las lluvias y el desbordamiento de las aguas negras. Las obras públicas se regalan en contratos a los cuates y a los demás con persecución fiscal cuando desde el extranjero nos escupen la verdad sobre el lavado de dinero protegido por el gobierno.
Aplastante una ley que criminaliza a la crítica y regula hasta las redes sociales sancionando hasta lo que interpreten como difamación. La competencia y productividad la regirá la autoridad mermando los derechos de otros. La migración nos llena de limosneros en las calles.
Por ello sobresalen propuestas de alta dignidad como lo que propone CIUDADANÍA YA, un núcleo de ciudadanos con propósito de recuperar espacios, abonar el campo para las nuevas generaciones, recuperar a la edición cívica, apostar por la unidad, los valores, que los jóvenes hablen de escrúpulos y la familia sea el centro motor del país.
CIUDADANÍA YA aspira a sumar voluntades para reconstruir a la nación solo y a través de ciudadanos, libres y valientes. Es una buena opción, diferente y aquí sí, prometedora.
Está creciendo en ánimo y demuestra que hay alternativas sanas e incluyentes. Miraremos de cerca a estas agrupaciones que sí tienen mucho que decir y más que dar.