Estados Unidos ha intensificado su presencia naval en el Caribe desde que declaró al Cartel de los Soles como grupo terrorista, recordando la Operación Causa Justa realizada en Panamá el 20 de diciembre de 1989, que llevó a la caída del dictador Manuel Antonio Noriega y la desaparición del ejército de ese país. Parece que Estados Unidos ha vuelto a poner atención en Latinoamérica, algo que no ocurría desde la época de la Guerra Fría, ya que durante años estuvo más enfocado en el Medio Oriente y Asia.
En la actualidad, la situación recuerda a la de Panamá, aunque no es idéntica, Estados Unidos ha desplegado buques, un submarino nuclear y misiles Tomahawk en el Caribe frente a Venezuela. Ya se han reportado las primeras bajas, tras un ataque que resultó en la muerte de 11 personas vinculadas al narcotráfico en una embarcación que transportaba drogas. El expresidente Trump celebró este hecho como una advertencia directa contra Maduro, el pasado 3 de septiembre.
La reacción de Maduro, aunque advirtió sobre una posible guerra, evitó confrontar abiertamente a Estados Unidos, y acusó al gobierno estadounidense de buscar apoderarse del petróleo venezolano mediante «un cuento» y tecnología de inteligencia artificial, aunque el petróleo en manos de Maduro de nada le sirve al pueblo venezolano. Frente a la escalada verbal y militar, Maduro, visiblemente preocupado, comparó la amenaza con la crisis de los misiles de 1962 y denunció que hasta 1,200 misiles y miles de soldados estadounidenses apuntan hacia Venezuela. Asimismo, afirmó que, de ser agredidos, se declararán en “lucha armada”. Este contexto de alta tensión, retórica agresiva y fuerte presencia militar externa sugiere al menos una situación de alerta extrema dentro del entorno del dictador.
Surgen señales de aislamiento e incertidumbre en el entorno de Maduro; analistas y voces opositoras sostienen que el presidente muestra signos evidentes de preocupación. Por ejemplo, el periodista Jaime Bayly ha señalado que Maduro estaría preparando una posible fuga hacia Nicaragua en caso de un ataque por parte de Estados Unidos. Asimismo, un exembajador estadounidense en Venezuela ha sugerido que el líder venezolano teme a las fuerzas internas de su propio régimen, refiriéndose a eventuales traiciones o fracturas en su círculo de poder. Estas versiones sugieren que el entorno interno del Gobierno podría estar fracturado, ejerciendo presión sobre Maduro y reforzando una sensación de vulnerabilidad.
Hay indicios solidos que Nicolás Maduro se encuentra en una situación de preocupación e incluso temor. Esto proviene tanto de la escalada militar y diplomática por parte de EE.UU. protagonizada por Marcos Rubio, como de presiones internas, deslealtades o fracturas dentro del chavismo. Sin embargo, él trata de proyectar fortaleza y adversariedad, manteniendo un discurso de desafío para ocultar su debilidad, pero el impacto de que Maduro no pueda enviar petróleo, oro ni drogas por vía marítima sería profundo y multidimensional.
Las consecuencias del Bloqueo para el Régimen de Maduro:
El impacto económico es inmediato:
Petróleo: El 95 % de los ingresos de divisas de Venezuela históricamente provienen del crudo. Aunque hoy su producción está reducida (aprox. 800 mil barriles/día en 2025), sigue siendo la principal fuente de efectivo para el régimen. Si no puede exportar por mar, pierde acceso a sus clientes principales (China, India, algunos países africanos y triangulación vía Rusia o Irán). El ingreso de dólares en efectivo que alimenta la caja del régimen caería en picada, reduciendo la capacidad de pagar sueldos militares, importaciones de alimentos subsidiados y propaganda.
Oro: Desde 2018 el régimen ha usado el oro del Arco Minero para eludir sanciones. Venden lingotes a Turquía, Irán y Emiratos Árabes, moviéndolos casi siempre por aire o mar. Si el transporte marítimo queda bloqueado, quedaría solo el aéreo (más costoso, riesgoso y limitado en volumen).
Narcotráfico: El llamado Cartel de los Soles depende de rutas marítimas hacia el Caribe, Centroamérica, México y Europa. Un cierre marítimo implica menor flujo de cocaína colombiana exportada vía Venezuela, pérdida de comisiones y sobornos que mantienen la lealtad de militares y colectivos. Mayor presión de carteles aliados (FARC disidentes, ELN, y mafias mexicanas).
Las consecuencias políticas internas tampoco se han hecho esperar, hay menos dólares para la élite chavista; la élite bolivariana vive del acceso preferencial a divisas, importaciones y negocios ilícitos, un colapso del flujo marítimo rompería esos privilegios.
Tensión con los militares; los altos mandos dependen de negocios ilícitos (oro, droga, contrabando). Si la fuente se seca, aumenta el riesgo de traiciones o fracturas internas. El incremento de la represión al perder capacidad de cooptar con dinero, Maduro dependería más de la fuerza bruta para sostenerse, al día de hoy según el Foro Penal hay 822 presos políticos, 170 militares, 98 mujeres y 4 adolecentes, aunque la persecución en contra lideres de oposición e integrantes de ONG ha aumentado.
En el panorama internacional se nota el aislamiento comercial, sin petróleo, Venezuela pierde su “moneda de cambio” en geopolítica. China, Rusia e Irán lo apoyan en gran medida porque reciben petróleo barato a cambio de financiamiento o tecnología. Existe debilitamiento de alianzas, países como Cuba dependen de los cargamentos de crudo venezolano (unos 50-80 mil barriles/día). Si no llegan, el costo político para La Habana es enorme por esta razón PEMEX esta enviando petroleo mexicano a Cuba.
El Cartel de los Soles tendra mayor dependencia del contrabando terrestre, intentaran usar más rutas vía Colombia, Brasil o Guyana, pero son más caras, más visibles y con menos capacidad de volumen que las marítimas.
Escenarios colapso parcial del régimen: Al no poder pagar a militares ni importar productos, podría darse un escenario similar al “Caracazo” pero con más represión,
y aumento del control de mafias, el régimen permitiría más autonomía a carteles y grupos armados a cambio de sobrevivir. Mayor apertura a Rusia/Irán, buscarían puentes aéreos de oro y droga, aunque insostenibles a gran escala.
Un bloqueo marítimo prolongado podría obligar a Maduro a negociar su salida o al menos concesiones políticas, pues perdería el “oxígeno financiero”.
Si Maduro no puede usar el mar para mover petróleo, oro y drogas, su régimen pierde el combustible económico que sostiene su poder político y militar. Esto generaría fracturas internas, presión externa y un alto riesgo de colapso parcial. Sin divisas, el chavismo pierde su principal herramienta de control social y militar. Al final, el imperio contraataca y, al parecer, otro dictador caerá; la cuestión será que pasará el día después de la caída de Maduro: cómo garantizar la gobernabilidad con un ejército que fue chavista y con la presión de las guerrillas pro Maduro, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la Milicia Nacional Bolivariana (MNB), las disidencias de las FARC (Frente 10 y Frente 33), el Tren de Aragua, Hezbollah y los Helenos. La pregunta es: ¿Estados Unidos enfrentará a estos grupos terroristas o, después de la caída de Maduro, quién pondrá orden en un país con 25 años de régimen chavista?