Lo que sucede en Venezuela con el Cartel de los Soles y su brazo político el partido PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) no se trata de una dictadura común. El control absoluto que ejerce el gobierno sobre la ciudadanía y su capacidad para eliminar la voluntad individual solo es comparable con la Rusia de Joseph Stalin, como se expone magistralmente en el libro “El fin de Homo sovieticus” de la escritora ucraniana Svetlana Aleksiévich, Premio Nobel de Literatura en 2015. Lo que la URSS consiguió en varias décadas, el chavismo-madurismo lo ha logrado en tan solo 27 años: crear un “hombre nuevo” sin voluntad política, obediente al régimen y sin posibilidad de mejora social. En el país, la única vía de ascenso social es trabajar para el régimen en cargos cada vez más escasos; de lo contrario, no existe opción de progreso. Por ello, la migración se ha convertido en la salida para 9 millones de venezolanos, lo que también será la esperanza del país para su reconstrucción.
El “Homo Chavitus” es obligado a aceptar un sueldo de 4 dólares al mes, tiene que ir a curarse o morir en hospitales sin medicinas, sin electricidad, sin atención médica, se le obliga a conformarse con las cajas CLAPs de comida que le entrega el gobierno, tiene que ir a escuelas o universidades en mal estado o sin maestros, pero si se queja, si se revela al sistema va de inmediato preso y torturado, para poner el ejemplo ante los demás ciudadanos ya que es el sistema de terror de estado con el que se sostiene la revolución Chavista-Madurista.
El “Homo Chavitus” se alimenta del resentimiento y del miedo, representa la desaparición del venezolano común: liberal, criado en democracia capitalista, acostumbrado a la meritocracia, al estudio constante y a las exigencias de trabajos de alto nivel. Este proceso comenzó en 1998 con la llegada de Hugo Chávez al poder, mediante elecciones democráticas. Desde entonces, se ha desestructurado las instituciones y al ciudadano democrático, liberal e individual, dando paso a un ser sin alma, frustrado y sin esperanza de crecimiento personal, obligado a formar parte de un colectivo donde se premia la obediencia, la sumisión, la mediocridad, la corrupción y el apoyo ciego al discurso oficial. Se inhibe el pensamiento libre, instaurando una especie de esclavitud moderna que anula al individuo y lo convierte en parte de una narrativa de odio y fantasías justificativas, donde se culpa a enemigos extranjeros para encubrir la mediocridad y el saqueo a las arcas públicas.
Esta situación dista mucho de la que viven los altos cargos del régimen, sus hijos, familiares y socios. Ellos sí tienen acceso a hospitales privados, pueden adquirir productos importados, vehículos nuevos e incluso hacer la compra en supermercados y tiendas del criticado capitalismo internacional, además de matricularse en las mejores escuelas y universidades de diversos países. Mientras tanto, el pueblo, llamado “bueno y sabio revolucionario e hijos de Chavez”, repite consignas en defensa de la revolución como ¡Chavez Vive! que es una especie de ¡Heil Hitler!, estan de esta forma sometidos y esperando mejoras que nunca llegan, ignoran la realidad para olvidar que la situación del país cada vez es peor y si no está alineado el ciudadano con el régimen es castigado, aunque quedan exhaustos de una vida extremadamente difícil.
Otros mantienen la esperanza de que el régimen les conceda un cargo público donde puedan obtener algún ingreso adicional para sobrevivir, en un país militarizado y totalmente hostil a la iniciativa privada y hacia quienes aspiran a cualquier tipo de libertad, recordemos que han sido expropiadas mínimo 10,000 empresas privadas casos emblemáticos CEMEX (2008), LAFARGE (2008), Owens Illinois (2010) Hilton (2010), y MASECA (2013) entre otras compañías transnacionales, por cuanto el desempleo en Venezuela se encuentra en un 54.7% según la encuesta ENCOVI (2024) y la causa no son las sanciones de Estados Unidos, igual que Cuba los regímenes han destruido la economía interna de sus países.
La constante desestructuración de la voluntad individual, tratando de obligarla a ser parte de un colectivo criminal, que no tiene otra intención que obligar al individuo a permanecer como testigo silencioso de como el país se queda estancado en 20 años de atraso, como copia de Cuba, esclavizándote para trabajar por unos 3 dólares de salario al mes y en el mejor de los casos con las esperanza silenciosa de un cambio de régimen, que aunque cercano no ha terminado de llegar, mientras las familias en el exterior mandan remesas que aprovecha el régimen, hijos y nietos crecen sin ver a sus abuelos, padres, hermanos, uno de los principales crímenes del régimen es la separacion de la familia venezolana.
En Venezuela ya no es posible hablar de política en las calles; si lo haces, corres el riesgo de que cualquier espía del régimen te denuncie, seas arrestado sin juicio y torturado. Los ciudadanos se ven obligados a conversar únicamente dentro de sus hogares, muchas veces en la cocina, para evitar la persecución. El país está destruido no solo en lo institucional, sino también en lo moral, ético, económico y en todos los demás ámbitos.
Hay que entender que Venezuela está destruida. El parque automotor tiene, en promedio, 22 años de antigüedad; solo un porcentaje menor al 7% posee autos de 10 años o menos. Todo está detenido desde hace unos 20 años, como ocurre en Cuba. La jornada laboral no se cumple en 8 horas diarias; debido a los cortes eléctricos, únicamente se trabaja alrededor de 4 horas al día. ¿Qué país puede avanzar así?Además de años de persecución 18 mil desaparecidos, constantes presos políticos y torturados, los números son contundentes 73,2% de pobreza según la encuesta ENCOVI de la UCAB, 30% de desnutrición crónica infantil según Caritas Venezuela.
La tasa de escolarización en 2024 era del 64% para niños y jóvenes de entre 3 y 24 años, y la calidad de la educación ha caído a niveles alarmantes. Además, el Dr. Tulio Ramírez, investigador y profesor de la UCV (Universidad Central de Venezuela), comentó en un artículo titulado “Educación: mito y olvido”, publicado en octubre pasado en el diario venezolano El Nacional, que en marzo de 2024 solicitaron ingreso a la UCV 2,200 bachilleres y solo aprobaron el ingreso 573 nuevos inscritos en distintas escuelas de la Facultad de Ciencias. Lo curioso no es solo eso, sino que de 461 cursantes, ninguno logró aprobar ni una asignatura; es decir, un 80.25% de los nuevos inscritos no fue capaz de superar las exigencias del primer semestre en esta universidad, la principal del país. Son demasiadas las pruebas de que el país está en retroceso y en proceso de destrucción es en todos los órdenes, lo que evidencia un plan claro del régimen para poder mantenerse en el poder, formando a un nuevo ciudadano que no tenga herramientas para rechazar la mediocridad de la dictadura.
El “Homo Chavitus” es en Latinoamérica lo que el intelectual Carlos Rangel (1929-1988) describió también de una forma genial en el Libro “Del buen Salvaje al buen revolucionario”(1976), expuso el mito del “buen salvaje” la idea de que los pueblos originarios latinoamericanos eran una especie de inocentes perfectos, que la llegada de Occidente los corrompió, con este discurso surge un líder que, por pura bondad o justicia histórica, que va a liberar al pueblo de la opresión, al margen de las reglas del mercado o de la democracia liberal, y este ideal llevara inevitablemente al autoritarismo o al populismo. Si en países como Colombia, México, Brasil, Chile vemos presidentes con un discurso similar estemos atentos a las consecuencias de querernos convertir en un “Homo Chavitus”.
























