Cuando fui a votar en las elecciones presidenciales de 1998 en Caracas, nunca imaginé que los venezolanos estábamos presenciando las últimas elecciones verdaderamente democráticas en nuestro país. Quizás después de la Constituyente de 1999 hubo comicios, pero ya no hubo democracia como tal, porque la práctica electoral no significa necesariamente que exista un régimen democrático.
En realidad, la democracia venezolana duró 41 años, hasta que el chavismo destruyó institucionalmente al país, quebró la separación de poderes, arrasó con la iniciativa privada y lo convirtió en lo que es hoy: un territorio rehén de un dictador, Nicolás Maduro, y de un cartel criminal, el Cártel de los Soles, con una población atrapada, en una lamentable copia del modelo cubano. Años después, comprendimos que el llamado “Socialismo del Siglo XXI” creado por Hugo Chávez era también una forma de democracia iliberal.
La democracia en México es aún más joven: tiene apenas unos 25 años y ya enfrenta peligros reales. Así lo advirtió Ernesto Zedillo Ponce de León, expresidente de México, en un crudo, franco y polémico artículo publicado en mayo de este año en Letras Libres, una de las últimas revistas que resisten como bastión en defensa de la democracia mexicana. Aunque el gobierno de México suele recordar los errores del sexenio de Zedillo (1994-2000), nadie puede negar que su crítica actual es válida, real y sólidamente fundamentada. Aunque Zedillo no lo dice explícitamente, la llamada Cuarta Transformación se asemeja cada vez más a la Quinta República de Hugo Chávez.
El artículo, titulado “México: de la democracia a la tiranía”, explica con claridad la desestructuración institucional que comenzó cuando Andrés Manuel López Obrador llegó al poder en 2018 y que ahora continúa con Claudia Sheinbaum, en un proceso típico de gobiernos autoritarios de corte iliberal, y señala claramente:
“A diferencia de la actual reforma judicial, la impulsada por Enesto Zedillo en 1994 fortaleció la independencia de la Corte, la dotó de profesionalismo y le blindó capacidades para fungir como contrapeso entre el presidente y el Congreso. La reforma hoy en marcha destruye todos esos avances, politiza la impartición de justicia y somete la Corte a los intereses de un solo partido. La eliminación de organismos autónomos, la ampliación de la prisión preventiva oficiosa, la desaparición del derecho efectivo de la transparencia, la cooptación de las fuerzas armadas y la captura del poder judicial-todas ellas acciones emprendidas por el partido gobernante-dejan al descubierto que la “transformación buscada por Morena consiste en acabar con la joven democracia mexicana y construir en su lugar un régimen tíránico”.
Las voces críticas frente al desmantelamiento del Poder Judicial son diversas. Una de ellas es la de Sofía Carvajal, secretaria de Asuntos Internacionales del CEN del PRI, secretaria ejecutiva de la COPPPAL y exdiputada, quien llamó a no participar en las elecciones de magistrados, jueces y otros cargos judiciales programadas para el próximo 1 de junio. “Demostremos nuestro rechazo no yendo a las urnas. La justicia no se vota: se garantiza con instituciones sólidas, no con plebiscitos disfrazados de democracia”, declaró.
El iliberalismo (o democracia iliberal) es un concepto político que describe regímenes donde, aunque existen elecciones y ciertas instituciones democráticas formales, se restringen o debilitan derechos fundamentales como la libertad de expresión, el pluralismo político, la independencia judicial y los derechos de las minorías.
El término fue popularizado por el politólogo Fareed Zakaria en los años noventa para diferenciar entre democracias liberales —que respetan derechos civiles, Estado de derecho y controles al poder— y democracias iliberales, donde el poder ejecutivo tiende a concentrarse y se erosionan las garantías individuales.
Características típicas del iliberalismo:
- Elecciones periódicas, pero con manipulación de medios, justicia o reglas electorales.
- Restricciones a la prensa libre y persecución a la oposición política.
- Debilitamiento del Estado de derecho y de la independencia judicial.
- Nacionalismo o populismo exacerbado, muchas veces acompañado de discursos contra las élites, inmigrantes o minorías.
Analistas suelen citar como ejemplos a Hungría bajo Viktor Orbán, Turquía bajo Erdogan, Rusia bajo Putin (en sus primeras etapas), y tendencias observadas en Polonia, Filipinas e incluso dentro de democracias consolidadas. El caso venezolano, bajo Hugo Chávez y la continuidad de Nicolás Maduro, demuestra que el proceso de convertir una democracia en una tiranía puede tardar décadas, y que revertirlo es enormemente complicado.
En México aún quedan desafíos importantes por enfrentar antes de caer en un proceso completo de desestructuración institucional, gobierno iliberal y eventual tiranía. Las reformas en curso no solo violan derechos humanos, sino que incumplen tratados internacionales. Las próximas elecciones y la reacción de las pocas instituciones que siguen en pie —partidos políticos, sociedad civil, prensa independiente— serán decisivas para definir si el país logra detener este deslizamiento hacia un modelo autoritario.
La historia de Venezuela es hoy un espejo que México no puede ignorar. Las democracias no mueren de golpe; mueren lentamente, a manos de quienes juran defenderlas mientras las desmantelan pieza por pieza.
El Autor es director legal de Venemex, Asociación de Venezolanos en México, A.C.
www.venemex.org, Abogado por la Universidad Santa María de Caracas, Máster en Derecho Internacional por la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México. Doctor Honoris Causa.