ONU: “La NATURALEZA implora URGENTE RESCATE, el Mundo se encuentra en ESTADO CRÍTICO“

La reducción de la actividad industrial y el transporte con vehículos de combustión asociadas a la crisis del Covid-19 también está dejando -en menor escala- efectos secundarios relativamente positivos para el medio ambiente y la salud de las personas.

El Secretario General de las Naciones Unidas sonó la alarma a inicios de este año sobre la guerra que la humanidad está librando contra la naturaleza y aseveró que se trata de una actitud “suicida” puesto que la naturaleza está respondiendo a la agresión con fuerza y furia crecientes.

“Estamos enfrentando una pandemia devastadora, récords de calentamiento global, máximos de degradación ecológica y nuevos reveses en el avance hacia un desarrollo sostenible e inclusivo”, dijo António Guterres en un emotivo discurso sobre el estado del planeta pronunciado en la Universidad de Columbia, en Nueva York.

  • En su alocución, Guterres hizo hincapié en que la prioridad del mundo en el siglo 21 es combatir la emergencia climática. “Hacer las paces con la naturaleza es la tarea más importante de este siglo. Debe ser la prioridad de todos en todas partes.”

Cambio de planes

“La naturaleza nos alimenta, nos viste, sacia nuestra sed, genera nuestro oxígeno, da forma a nuestra cultura y nuestra fe y forja nuestra propia identidad. Se suponía que 2020 sería un “super año” para la naturaleza, pero la pandemia nos cambió los planes”, indicó.

El COVID y el clima nos han llevado a un umbral. No podemos volver a la vieja normalidad de desigualdad, injusticia y dominio voraz del planeta.

  • Además de la destrucción de la biodiversidad y los ecosistemas y la contaminación del mar, recordó que la polución del aire y el agua causa la muerte de nueve millones de personas cada año y que la invasión de los hábitats animales propicia la transmisión de virus y enfermedades de animales a humanos.
  • “No olvidemos que el 75% de las nuevas infecciones son zoonóticas”.
  • El titular de la ONU citó también la información científica que advierte que el mundo está al borde de una catástrofe climática y se refirió a las altas temperaturas de los océanos y la Tierra, a los incendios devastadores en diferentes partes del mundo, al derretimiento de glaciares y permafrost y a la cantidad de huracanes ocurridos este año.

“La temporada de huracanes en el norte del Atlántico ha sumado 30 tormentas, más del doble del promedio, y ha roto récord. Centroamérica todavía se está recuperando de dos huracanes consecutivos”, acotó.

Agregó que el año pasado esos desastres le costaron al mudo 150.000 millones de dólares en daños materiales.

Calentamiento acelerado

Guterres enfatizó que actualmente la Tierra registra 1,2 grados de calentamiento con respecto a los niveles preindustriales y que con ese incremento ya se observa una volatilidad y eventos climáticos sin precedentes en todas las regiones y en todos los continentes.

“Nos dirigimos a un aumento de temperatura de 3 a 5 grados centígrados este siglo”, enfatizó, añadiendo que la ciencia indica inequívocamente que para limitar el alza de la temperatura a 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales se necesita reducir la producción de combustibles fósiles en un 6% cada año desde ahora hasta 2030.

  • Sin embargo, el mundo se mueve en dirección contraria, lamentó, y subrayó que esta política supone un desastre climático que también frena los esfuerzos por eliminar la pobreza y la inseguridad alimentaria y dificulta la búsqueda y construcción de paz puesto que la inestabilidad ambiental genera conflicto y desplazamientos masivos de población.

“No es una coincidencia que el 70% de los países más vulnerables a los eventos climáticos también se encuentren entre los más frágiles política y económicamente”, recalcó.

Rescate financiero para la Tierra

Para el Secretario General, la actividad humana es la raíz de la espiral hacia el caos, pero también es la acción humana la que puede resolver la situación.

  • Ante la inminencia de la vacuna contra el COVID-19, contrastó que no existe una vacuna para el planeta.
  • “La naturaleza precisa un rescate financiero”, puntualizó citando los recursos que se han destinado para responder a los efectos económicos de la pandemia.
  • Aseveró que los billones de dólares necesarios para la recuperación del COVID son dinero prestado de las generaciones futuras.

“No podemos utilizar esos recursos para bloquear políticas que las endeuden irracionalmente en un planeta destrozado. Es hora de accionar el ´interruptor verde´. Tenemos la oportunidad no simplemente de restablecer la economía mundial, sino de transformarla”, aseguró.

Dos caras de la misma moneda

En este sentido, Guterres considera que la recuperación de la pandemia representa una oportunidad: “La recuperación del COVID y la reparación de nuestro planeta deben ser las dos caras de la misma moneda.”

Recalcó una vez más la necesidad imperiosa de alcanzar la neutralidad de las emisiones de carbón para 2050 y la urgencia de cumplir con los compromisos financieros marcados por el Acuerdo de París, así como la prisa por avanzar en la adaptación para proteger al mundo del impacto climático, sobre todo a los países más vulnerables.

Reconoció que el cambio a las energías limpias implica un costo humano e instó a diseñar estrategias de protección social y programas de capacitación para los trabajadores del sector energético.

  • El Secretario General reportó que si bien las energías renovables deben ser la primera opción ambiental y económica, hay señales preocupantes.

Retrocesos

“Algunos países han utilizado la crisis para revertir las salvaguardias ambientales. Otros están expandiendo la explotación de los recursos naturales y se están alejando de la acción climática. Los miembros del G20, en sus paquetes de rescate, están gastando un 50% más en sectores relacionados con la producción y el consumo de combustibles fósiles que en energía baja en carbono”, detalló.

Y más allá de los anuncios, todos deben pasar una prueba de credibilidad, señaló.

Esperanza

Para concluir su discurso, el Secretario General manifestó una esperanza basada en la historia de progresos alcanzados por la humanidad, como la regeneración de la capa de ozono o el cambio de muchas ciudades hacia un modelo verde.

  • Mencionó también la reducción de desechos derivada de la economía circular y el avance de las leyes ambientales. “Al menos 155 Estados miembros de la ONU han reconocido legalmente que el medio ambiente sano es un derecho humano”, especificó.

Guterres mencionó con entusiasmo el cambio de mentalidad en muchas personas, especialmente los jóvenes, e instó a convertir esa nueva visión en un movimiento.

  • “El COVID y el clima nos han llevado a un umbral. No podemos volver a la vieja normalidad de desigualdad, injusticia y dominio voraz del planeta. Debemos avanzar hacia un camino más seguro, sostenible y equitativo”, resaltó.

“Ha llegado el momento de transformar la relación de la humanidad con la naturaleza y entre los seres humanos. Y debemos hacerlo juntos. La solidaridad es humanidad. La solidaridad es supervivencia. Esa es la lección del 2020.”

Destrucción de hábitats y pandemias: enseñanzas de 2020 sobre nuestra relación con la naturaleza

Tras un 2019 marcado por marchas contra el cambio climático en todo el planeta, 2020 llegó con decenas de planes y objetivos para la agenda ambiental: comenzaba la década de la ONU de Acción para el Desarrollo Sostenible y Cambio Climático; en octubre se iba a celebrar la cumbre mundial sobre biodiversidad en la ciudad china de Kunming.

En noviembre casi 200 países se tenían que reunir en Escocia durante la COP26, la cumbre sobre cambio climático de la ONU, para ratificar y aumentar sus ambiciones para conseguir el objetivo del Acuerdo de París de 2015 de mantener las temperaturas globales por debajo del 1,5 grados con respecto a la era preindustrial.

  • Pero la pandemia de Covid-19 supuso un frenazo en seco y todo quedó pospuesto hasta 2021. Las agendas de los gobiernos se centraron en tratar de controlar un virus que se expandía a gran velocidad por el planeta y los presupuestos se desviaron a planes de ayuda y rescate de familias y negocios, que vieron cómo sus ahorros y modos de subsistencia se desvanecían a raíz de los cierres y confinamientos impuestos.

Estas restricciones obligaron a hacer una pausa y a bajar el ritmo de vida frenético, a reducir los viajes y el consumo desenfrenado a los que una parte de la población está acostumbrada, sobre todo en países industrializados.

De ahí que un grupo de científicos haya denominado a esta época entre marzo y mayo de 2020 como ‘antropausa’. Una palabra que surge de la combinación del prefijo griego antropo, que significa humano, y pausa.

Una reactivación basada en la naturaleza es necesaria para garantizar nuestra supervivencia

  • No sabemos si los cambios en los modos de vida a los que hemos tenido que adaptarnos durante estos meses serán duraderos, pero lo que sí está claro es que el patrón de crecimiento y desarrollo económico que la mayoría del planeta tiene como modelo es insostenible ambientalmente.
  • Una economía basada en la quema de combustibles fósiles y en la destrucción de hábitats —ya sea por deforestación, pesca ilegal, sobreexplotación de recursos o la introducción de especies invasivas— acelerará el cambio climático, el calentamiento global y la aparición de nuevas pandemias en el futuro.

Según la ONU, dos tercios de las enfermedades e infecciones que estamos viendo, y que cada vez son más comunes, provienen de los animales silvestres, así que la protección de estos y de sus hábitats originales es esencial para que se mantengan alejados de los humanos.

  • La directora ejecutiva de ONU Medio Ambiente, Inger Andersen, le pide a los Gobiernos que, una vez se solucione la crisis sanitaria global, los esfuerzos para reactivar la economía se dirijan hacia inversiones «más ecológicas, limpias y sostenibles» porque, según Andersen, «la salud de las personas y la salud del planeta son una y la misma cosa y ambas pueden prosperar en igual medida».

Sin embargo, los paquetes de estímulo económico que los países están anunciando dejan mucho que desear. Según las cifras recopiladas por la consultora Vivid Economics, de 21 economías clave en el mundo, tan solo la Comisión Europea (UE), Francia, Alemania y Reino Unido tienen planes de recuperación económica que califican como «verdes».

  • El Dr. Jeff Parrish, director global de océanos, tierra y agua para la organización The Nature Conservancy (TNC), asegura que «el costo de no hacer nada —en términos de salud para el planeta y para la economía— es mucho mayor» al de invertir dinero en planes de reconstrucción verde tras la pandemia. «De hecho, el Foro Económico Mundial revela que la mitad del PIB global depende de la naturaleza de manera moderada o alta».

Una afirmación con la que coincide Ana Hernández Salgar, presidenta de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES). La relacionista internacional colombiana afirmó que «la naturaleza en sí misma tiene múltiples valores importantes para que el ser humano pueda sobrevivir como especie y al tiempo desarrollarse (…) Los ecosistemas proveen trillones de dólares anuales para soportar los procesos industriales (…) ¿qué haríamos de la industria sin las materias primas? Si acabamos con la naturaleza, acabamos con el sustento de la economía».

  • Según TNC, «para revertir el declive de la biodiversidad antes de 2030, tenemos que invertir entre 722.000 y 967.000 millones de dólares por año» en actividades que beneficien a la naturaleza. En 2019 la cifra fue de unos 135.000 millones de dólares. La diferencia de presupuesto se podría reducir si se eliminan subsidios a sectores nocivos para el medio ambiente como lo son la agricultura, la pesca o la tala de madera.

De hecho, según el estudio, se podría cubrir con tan solo el 1 % del PIB mundial, o lo que es lo mismo, con el dinero que el planeta se gasta en cigarrillos o en gaseosas en un solo año. Para Parrish la clave está en hacer una «reinversión en nuestro planeta».

Cuando lo logremos, la recompensa se verá plasmada en una resiliencia natural que nos beneficia a todos: alimentación sostenible, seguridad hídrica y económica, un clima más estable y un riesgo reducido de pandemias.

Para Ana María Hernández el gran aprendizaje de esta pandemia es que «la unión hace la fuerza y que los mejores objetivos son los que son alcanzados con acciones concretas que se logran entre todos».

2021 marca el inicio de la Década de la ONU para la Restauración de Ecosistemas. Esperemos que el cambio de año señale también un nuevo comienzo que permita hacer cambios urgentes y contundentes para mejorar nuestra relación con la naturaleza y que nos demos cuenta de que, como dice Carlos Duarte, el humano es «una especie más» de la biosfera que está «expuesta también a impactos graves».

Consecuencias ambientales directas del Covid-19

La reducción de actividad humana durante la pandemia ha tenido varios impactos en la naturaleza.

  • Descenso temporal en la contaminación del aire: cuando la pandemia estaba en su punto cumbre, en abril, las zonas con las restricciones más estrictas eran responsables del 89 % de las emisiones globales, así que los gases de efecto invernadero (GEI), que contribuyen al calentamiento global, disminuyeron considerablemente.
  • Sin embargo estas reducciones fueron temporales: en los primeros seis meses del año el CO2 cayó en un 8,8 %, una cifra que en agosto, tras la reapertura parcial de varios países, bajaba al 6,5 % y que en octubre decrecía aún más, hasta representar el 5,5 % de reducción en las emisiones de dióxido de carbono a nivel global comparado con 2019.

Sin embargo, esta reducción no cambiará la cantidad de CO2 que se concentra en la atmósfera. La Organización Meteorológica Mundial en su último informe sobre gases de efecto invernadero, publicado en noviembre, asegura que «las estimaciones preliminares indican una disminución de las emisiones anuales mundiales de entre el 4,2 y el 7,5 %. A escala mundial, una reducción de las emisiones de esa magnitud no permitirá reducir la concentración del dióxido de carbono atmosférico. Así pues, la concentración de ese gas seguirá aumentando, aunque a un ritmo ligeramente menor».

  • Aumento de la contaminación plástica con el uso masivo de tapabocas y guantes: mientras que la contaminación del aire se redujo durante un tiempo, la terrestre aumentó con toneladas de desechos plásticos como guantes o tapabocas desechables que se han impuesto en el mundo entero como manera de prevenir los contagios. La lucha contra este material dejó de ser prioridad durante la pandemia y se sufrió un retroceso en los avances hechos hasta el momento en cuestión de leyes contra las bolsas plásticas o elementos de un solo uso.
  • El renacimiento de la bicicleta en las ciudades de Europa y América Latina: la reducción del tráfico motorizado hizo que los ciclistas pudieran volver a las calles con mayor seguridad y fluidez. La bicicleta se convirtió en la manera perfecta de movilizarse por las ciudades respetando las medidas de bioseguridad contra el coronavirus.
  • A raíz de la pandemia, varias ciudades rediseñaron y ampliaron los kilómetros de vías disponibles para peatones y ciclistas, algo que incrementó el uso de bicicletas en todo el mundo. Según Nicolás Estupiñán, secretario de Movilidad de Bogotá, una ciudad en la que el «80% del espacio público lo ocupa el 15% de los viajes en vehículo particular», esta emergencia sanitaria «ha demostrado que es una oportunamente para redistribuir el espacio público».
  • Consecuencias mixtas para la protección de los Animales Salvajes: la teoría de que el virus surgió en un mercado de animales vivos en la ciudad de Wuhan llevó a países como China y Taiwán a regular o prohibir el comercio y venta de especies salvajes.

Sin embargo, la falta de recursos económicos por una caída del turismo y la falta de personal por los confinamientos hicieron que hubiera menos vigilancia en parques o zonas protegidas, algo que derivó en un aumento de la caza y la pesca ilegal./Agencias-PUNTOporPUNTO

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