Mientras el secuestro disminuyó tras décadas de presión social y ajustes legales, la extorsión se convirtió en el nuevo negocio dominante del crimen organizado: un delito de bajo riesgo, alta rentabilidad y crecimiento sostenido, frente al cual el Gobierno federal ha reforzado la estrategia de combate
- Históricamente, los grupos criminales que operan en México han ampliado sus alcances tras la implementación de estrategias que combatan sus actividades delictivas. En la década de los 90, el secuestro comenzó a cobrar relevancia al ser operado como un negocio que dejaba grandes ganancias a la delincuencia organizada, incluso se conocieron casos de personajes importantes secuestrados por quienes se pagaron rescates millonarios.
- Actualmente, la incidencia de este delito ha disminuido en gran proporción. Entre enero y octubre de este año, se han registrado 74 víctimas de secuestro (del fuero federal, es decir, los casos que son atraídos por la Fiscalía General de la República), 62 por ciento menos que en el mismo periodo de 2024, cuando se contabilizaron 195, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Sin embargo, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) que realiza el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), señala que durante 2024, se estimaron 94 mil 679 secuestros de alguna persona integrante del hogar y 92 mil 888 víctimas, esto con base en la información de las fiscalías estatales.
En ese mismo año, la tasa de víctimas de secuestro por cada 100 mil habitantes fue de 71, mientras que la tasa de incidencia fue de 72 secuestros. En el mismo año, 43.5 por ciento de los secuestros duró menos de 24 horas.
Cuando los secuestros fueron más e irremediablemente mediáticos, las autoridades tomaron en serio el asunto por la presión de las empresas de comunicación que vivían la problemática a través de los casos de trabajadores suyos privados de la libertad y por quienes pedían rescates de decenas de millones de pesos.
Algunos de los casos más sonados y a través de los cuales se exigieron acciones concretas para reducir la incidencia de este delito fueron los del conductor de televisión Adal Ramones en 1998; el cantante Vicente Fernandez Jr. en el mismo año; el conductor Héctor Sandarti, en 2001.
- Además del plagio de las hermanas de la cantante y actriz Thalía, Ernestina Sodi y Laura Zapata en 2002; el exfutobolista y director técnico Rubén Omar Romano, en 2005; la cantante y actriz Irán Castillo, en 2007; y el excandidato presidencial y una de las figuras más relevantes del Partido Acción Nacional, Diego Fernández de Cevallos, en 2010.
- Tras la exposición de estos casos y el endurecimiento de las penas para las personas que cometen este delito, la incidencia disminuyó relativamente y, en consecuencia, las ganancias para los grupos delictivos.
El negocio perfecto para la delincuencia
El que ahora es un delito altamente redituable para las organizaciones delictivas es la extorsión. Según señala el último reporte del SESNSP, en una comparativa entre el periodo de enero a octubre de 2019 y el mismo periodo pero de 2025, la extorsión registró un aumento del 22.9 por ciento. Las cifras oficiales revelan que es el único delito que no ha disminuido como consecuencia de la Estrategia Nacional de Seguridad.
Frente a esta problemática, el Gobierno federal dio a conocer la Estrategia Nacional contra la Extorsión, basada en cinco ejes: generar detenciones mediante investigación e inteligencia; fomentar la creación de Unidades Antiextorsión locales; aplicar el protocolo de atención a víctimas; capacitar a operadores del 089 en manejo de crisis y negociación; e implementar una campaña de prevención nacional. El objetivo es acorralar a los grupos que se dedican a extorsionar y lograr una diminución en la incidencia de este delito.
- La extorsión prospera porque requiere baja inversión, tiene un riesgo relativamente bajo y deja ganancias constantes. No necesita grandes arsenales ni estructuras logísticas complejas: basta con una red de cobro, el control de una zona y la certeza de que el Estado no intervendrá a tiempo, explica en entrevista Erick Ruíz de la Cruz, secretario técnico del Seminario sobre Seguridad, Defensa e Inteligencia de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Subraya que el crecimiento del delito se debe, en parte, a la falta de una política integral que lo reconociera como prioridad. Durante años fue tratado como un problema marginal, un daño económico que afectaba “a particulares”, sin dimensionar su efecto corrosivo sobre las comunidades, el comercio y la seguridad nacional.
Hoy, el panorama es distinto: el delito domina desde los mercados de barrio hasta plataformas digitales, desde las extorsiones telefónicas hasta las cuotas impuestas a transportistas, agricultores, comerciantes, microempresarios, docentes y hasta gobiernos locales.
“Esto es importante porque la delincuencia organizada está transitando hacia una modalidad en la que más que obtener un beneficio económico, también están apostando por la obtención de información personal, claves bancarias, a partir de la información que les dan los menores, pero también de la poca información con que cuenta ese sector de víctimas respecto al delito”, detalla.
- La lectura es clara: la extorsión no se ha vuelto más violenta por azar, sino porque los grupos criminales han encontrado un terreno fértil. Cuando una comunidad sabe que nadie responde al llamado de auxilio, incluso los montos mínimos se convierten en ingresos garantizados para las bandas.
“Se habla de un incremento de cerca del 82 por ciento en la última década, desde el año 2015, y el único año en el que se tiene registrado, de 2018 a la fecha, en el que hubo una disminución de víctimas por este delito fue en el 2020, que no fue una reducción significativa”, precisa el entrevistado.
De ahí hacia adelante, en el año 2022, explica, se hablaba ya de una duplicación de delitos cometidos seis años antes:
“Que se reconozca por parte de la presidenta es un avance respecto de la visibilización que tiene este delito, que poco se ha atendido desde las áreas estratégicas en materia de seguridad”.
“Que se reconozca por parte de la presidenta es un avance respecto de la visibilización que tiene este delito, que poco se ha atendido desde las áreas estratégicas en materia de seguridad”.
La estrategia nacional está en marcha
Por años, la extorsión fue un delito silencioso. No generaba los titulares inmediatos de un homicidio ni el estruendo político de una masacre. Pero su avance es sostenido, implacable y hoy, según especialistas, es quizá el negocio criminal más rentable y menos contenido en México.
Erick Ruíz de la Cruz, secretario técnico del Seminario sobre Seguridad, Defensa e Inteligencia de la UNAM, lo resume así: la extorsión es el único delito que no ha cedido, aun mientras otros indicadores de violencia muestran reducciones parciales.
Este crecimiento se convirtió en una presión inevitable. Por eso, dice Ruiz de la Cruz, que el Gobierno federal haya decidido diseñar por primera vez una estrategia específica contra la extorsión no es un gesto político: es una necesidad que había sido postergada peligrosamente.
Es una estrategia que llega tarde, pero llega, a diferencia de sexenios anteriores. No es una solución final, aclara el entrevistado, pero sí “un buen inicio”. Para él, la clave no está solo en el anuncio, sino en el punto donde históricamente colapsan las políticas públicas: la implementación local.
Plan firme contra extorsionadores
El pasado 6 de julio, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, presentó la Estrategia Nacional contra la Extorsión para prevenir y proteger a la población de este delito, por instrucciones de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
García Harfuch precisó que esta estrategia es posible gracias a la nueva Ley del Sistema Nacional de Investigación e Inteligencia, que permite robustecer las investigaciones, además de ampliar las capacidades para desmantelar redes criminales y detener a generadores de violencia relacionados con la extorsión.
Precisó que los estados donde se acumula el 66 por ciento de las extorsiones a nivel nacional son Estado de México, Guanajuato, Nuevo León, Ciudad de México, Veracruz, Jalisco, Guerrero y Michoacán, donde se opera de manera prioritaria con equipos especializados.
Durante la más reciente presentación de resultados de la estrategia, el pasado 11 de noviembre, García Harfuch informó que durante octubre fueron detenidas 2 mil 322 personas y decomisados 13.2 toneladas de drogas, así como mil 698 armas de fuego.
En esa misma fecha, la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, dio a conocer que desde el inicio de la Estrategia Nacional contra la Extorsión, en julio pasado, este delito disminuyó 14 por ciento y se logró prevenir más de 62 mil extorsiones.
Las denuncias ciudadanas son parte fundamental en esta estrategia y para ello se sumó el Observatorio de Seguridad Ciudadana que ya tiene presencia en 20 estados del país, explicó que este organismo, desde marzo a la fecha, ha canalizado los reportes de secuestro y extorsión, lo que ha permitido salvar vidas y proteger a familias.
El camino a seguir frente a la extorsión
Para el especialista Ruíz de la Cruz, la prioridad no solo es coordinar al Estado, sino reconstruirlo desde abajo. Las policías municipales requieren capacidades reales: inteligencia, patrullaje, investigación y protección de víctimas. Sin eso, cualquier estrategia federal es vulnerable.
Las policías municipales y estatales —las primeras frente al crimen en barrios, colonias y corredores comerciales— suelen operar sin recursos, sin entrenamiento y sin inteligencia táctica. “Ahí es donde se debe poner especial énfasis”, afirma.
Los homicidios por extorsión, señala, exhibe el nivel de “espectacularidad criminal” al que han llegado ciertas facciones del crimen organizado. La violencia se vuelve mensaje. La impunidad se convierte en incentivo. Y las omisiones de policías estatales y municipales permiten que grupos locales operen sin freno.
“La misma diversificación de la extorsión no da pie a una sola forma de actuar (…) es un problema generalizado que deriva en una de las modalidades o diversificaciones de las actividades de los grupo del crimen organizado y que han ganado presencia sobre todo en delitos del fuero común, hay que entenderlo como una modalidad del crimen organizado”, indica.
- Porque la extorsión no se combate solo con información: se confronta en territorio. Y en México, el territorio muchas veces se encuentra a merced de grupos criminales que no solo exigen dinero, sino que emplean la violencia extrema como parte integral de su modelo de negocio.
La extorsión, insiste, no es solo un delito: es una radiografía de las fallas institucionales. Cada cobro de piso no pagado, cada llamada amenazante sin seguimiento, cada carpeta sin integrar refuerza la percepción de que la ley es una ficción lejana. Y mientras eso no cambie, el negocio seguirá creciendo./Agencias-PUNTOporPUNTO
























