Todo parece indicar que en los Estados Unidos optarán por una respuesta militar y no humanitaria, a la problemática de los niños migrantes.
En días recientes el presidente Enrique Peña Nieto arremetió contra la política del gobernador de Texas, Rick Perry, y su polémica decisión de usar a la Guardia Nacional en la protección de la frontera de más de tres mil kilómetros de su estado.
El mandatario mexicano aseguró que es “reprobable” que se convoque a fuerzas militares, no aptas para tareas migratorias, en una frontera en la que se han contabilizado cerca de 63 mil cruces de niños migrantes desde octubre del año pasado.
El gobernador, más protagonista que nunca por sus intereses políticos en aquel país, ha provocado, por un lado, poner en riesgo a estos infantes al militarizar de facto la franja fronteriza, y por otro, impulsar en la opinión pública de Texas y EU un sentimiento generalizado de criminalización.
Perry se indignó tanto por las declaraciones del presidente mexicano, que le envió una carta reprobando su gestión en torno a la seguridad en la frontera sur con Guatemala y Belice.
Y aunque México no debe hacerle “el caldo gordo” a este mandatario que desde hace tiempo busca reflectores de todo tipo para fines políticos, fue necesario que la Secretaría de Relaciones Exteriores le contestara lamentando sus oportunistas comentarios.
Pero seamos sinceros, aunque no nos guste lo que diga este político texano, lo cierto es que tiene razón; el Gobierno de México ha descuidado desde hace años la frontera sur, y esto ha provocado niveles preocupantes en la crisis migratoria.
Cierto también es que resulta una equivocación encargar la vigilancia migratoria a soldados, entrenados incluso para matar, en la defensa de sus territorios.
La Guardia Nacional de los Estados Unidos es un cuerpo armado de voluntarios considerado como reserva del ejército de ese país. Las misiones que realizan son proteger los intereses de de su país en el extranjero y ayudar en tiempos de emergencia nacional.
Son soldados de facto que han participado en la Primera y Segunda Guerra Mundial, y en los conflictos de Vietnam, Irak y Afganistán.
Como se sabe, en julio pasado, el gobernador Perry solicitó la participación de mil elementos de la Guardia Nacional para detener el ingreso de migrantes latinoamericanos y combatir a criminales relacionados con el tráfico y la trata de personas.
Eso, a pesar de que Texas es la demarcación que tiene más sectores de vigilancia a cargo de la Patrulla Fronteriza y que en dicho estado existen 50 de las 136 estaciones con las que cuenta la dependencia.
Pues bien, la Operación Fuerte Seguridad de Perry está en marcha, y hace tres semanas llegó el primer grupo de tropa de la Guardia Nacional a la ciudad fronteriza de Hidalgo, Texas, el cual tomó posesión de una torre de observación junto a la carretera que conduce al Puente Internacional Reynosa, Tamaulipas.
Extraoficialmente se maneja un presupuesto de 12 millones de dólares mensuales para este plan y según versiones arribarán al estado otros 200 soldados, aunque las órdenes que llevan de que “solo disuadirán y entregarán a los migrantes y no detendrán a ninguna persona”, se nos antojan difíciles de cumplir en soldados entrenados para atacar.
Se pudo comprobar que los soldados están equipados con globos aerostáticos, aviones no tripulados, cámaras de visión nocturna, torres de vigilancia, rayos X, detectores de calor, y por supuesto armas, entre las que destacan rifles de asalto.
Con estas medidas se pone en mayor peligro a los niños y niñas, que deberán hacer frente no solamente a los peligros intrínsecos del recorrido migratorio, sino también a las fuerzas militares entrenadas para la guerra y no al trato de grupos vulnerables e indefensos.
El efecto de este juego político puede llegar a ser aún más devastador para los menores migrantes que se verán perseguidos y criminalizados por las mismas personas que deberían darles cobijo, atención y protección. Lamentable. Gracias. Hasta mañana.
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