Despliegue MILITAR y la lucha entre CÁRTELES por Zonas de MÉXICO han exacerbado la VIOLENCIA CRIMINAL

Ahora, con la presidenta Claudia Sheinbaum, "se ha vuelto a militarizar y endurecer la lucha contra las organizaciones criminales", sobre todo, de cara a las presiones del Gobierno estadounidense, agrega el investigador del CISAN.

La llamada “guerra contra el narco”, impulsada en 2006 por el entonces presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, es citada hasta la actualidad como “el motor” que incentivó el incremento de asesinatos en México.

  • La estrategia se centró en la militarización, la captura y abatimiento de líderes de los cárteles de la droga y el combate directo a la violencia, y aunque no tuvo una fecha oficial de término, condujo a que el sexenio de Calderón Hinojosa concluyera con alrededor de 122 mil 500 homicidios, según datos del Inegi.
  • Una cifra para entonces “escalofriante”, sin contar las aproximadamente 16 mil 900 desapariciones reportadas al cierre de su mandato, de acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda.
  • Superada por los Presidente posteriores que siempre han voltearon atrás para señalar que la responsabilidad de que México estuviera en una crisis de inseguridad se debía a dicha guerra, aunque cada uno de ellos ha tenido en sus manos la responsabilidad de implementar su propia estrategia para pacificar el país, sin los resultados deseados.

Desde el sexenio de Vicente Fox Quesada, los medios de comunicación ya reportaban la extensión de los cárteles no solo en el territorio mexicano, sino también en Centro y Sudamérica, así como en Estados Unidos. Cárteles como el de Tijuana, Sinaloa, el Cártel de Juárez y el del Golfo iniciaron diversas disputas entre sí.

Su interés era controlar las diferentes rutas de trasiego de drogas hacia esos países. Pero, además, impulsaron distintas acciones para “descentralizar” sus negocios, optando por llevar a cabo secuestros de empresarios, extorsiones y cobros de piso que afectaban directamente a la sociedad.

El origen de la estrategia

Cuando Felipe Calderón llegó a la presidencia de México, lo hizo con apenas el 0.56% por encima de su contrincante principal: Andrés Manuel López Obrador, quien al asegurar “un fraude”, se convirtió en fuerte oposición de Calderón, hecho que marcó el inicio de las polarizaciones políticas y sociales a gran escala. Parte de esa presión social llevó a Felipe Calderón a establecer una estrategia clara que erradicara los males causados por el crimen.

  • Pero a ello se sumó la presión de Estados Unidos, que en la búsqueda de detener el trasiego de droga a su territorio impulsó distintas colaboraciones con el Gobierno de México, como la Iniciativa Mérida, en la cual el gobierno de EU invertiría recursos para capacitar y “limpiar” a las policías locales.
  • Pero, según las mismas autoridades, estaban infiltradas por los criminales, o por lo menos servían al crimen organizado, ya sea como halcones o participantes directos.
  • Así, se impulsó la Iniciativa Mérida en 2007, que se centró en proporcionar los equipos solicitados por el Gobierno de México, incluidos bienes aéreos para el Ejército Mexicano y la Policía Federal, además de capacitación para los distintos sectores en materia de seguridad pública y nacional.

Fue entonces que Felipe Calderón echó a andar la estrategia de seguridad que abanderó su sexenio, asegurando que con ella “se declaraba la guerra contra el narcotráfico”. Esta consistió, principalmente, en una estrategia militarizada y federalizada para enfrentar a los cárteles de la droga que operaban en México.

  • Desde diciembre de 2006, Calderón desplegó al Ejército y la Marina en estados donde la violencia era más alta, las policías locales eran insuficientes o estaban infiltradas por el crimen organizado.
  • Estos despliegues se organizaron en operativos conjuntos, como Tijuana, Ciudad Juárez y Michoacán, que combinaban patrullajes, cateos, aseguramiento de armas y detenciones de líderes criminales con el objetivo “de restablecer el control del Estado”.
  • Uno de los ejes centrales de la estrategia fue la política de “decapitación” de cárteles, que buscaba capturar o abatir a los líderes (o cabezas) de los grupos criminales bajo la idea de que los cárteles perderían poder sin sus jefes.

Durante estos años se registraron casos emblemáticos como la captura de Arturo Beltrán Leyva en 2009 o el abatimiento de Nazario Moreno, “El Chayo”, en 2010. Sin embargo, esta táctica tuvo un efecto secundario: muchos cárteles se fragmentaron en grupos más pequeños y violentos, lo que incrementó los enfrentamientos territoriales y los homicidios.

  • “La violencia, lejos de aminorar, se generalizó: a partir de mayo de 2008 aumentaron súbita y sostenidamente los homicidios relacionados con la delincuencia organizada a niveles nunca vistos.
  • Paralelamente, la presencia de militares en tareas de seguridad pública y el imperativo de mostrar resultados positivos agravaron la situación de derechos humanos e incrementaron violaciones como tortura, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales.
  • Detenciones arbitrarias y procesos penales indebidos cometidos por elementos de las fuerzas armadas, policiacas y de las instituciones de procuración de justicia”, relata la organización internacional Brigadas para la Paz respecto a la estrategia de Calderón.

Coordinación de esfuerzos por un México en paz

En 2012, Enrique Peña Nieto sería el primero en heredar la crisis de seguridad que dejó tal guerra, apostando por la estrategia “México en Paz”, que consistía en coordinar esfuerzos locales y federales para reducir los índices de violencia y, precisamente, optar por la paz a través del fortalecimiento de las policías, el combate de delitos clave que afectaban a la población (homicidios, secuestros y extorsiones) y promover un sistema penitenciario nacional para lograr la reinserción efectiva.

  • “México en Paz” buscaba desmarcarse de su antecesor, tratando de dejar en segundo plano el combate al crimen organizado y centrándose en las violencias que impactaban directamente en la sociedad.
  • Afirmó que desarticularía a las bandas y organizaciones criminales “a través de la inteligencia”, desmantelando sus estructuras financieras y aumentando la seguridad en sitios y rutas clave del país, en especial en las fronteras.

Aunque en el discurso sonaba menos la violencia como arma para contener el crimen organizado, lo anterior no se reflejó en las cifras de asesinatos, pues el sexenio de Peña Nieto cerró en 2018 con alrededor de 156 mil 500 homicidios, de acuerdo con cifras del Inegi, y 32 mil 682 desapariciones según la Comisión de Búsqueda, superando a su antecesor.

  • Al respecto, Brigadas Para la Paz refirió que no solo no disminuyó este tipo de ilícitos, sino que, además, fue en su administración que aumentaron las denuncias por abuso y violaciones a los derechos humanos, pues la militarización no salió de las calles, además de que en este sexenio proliferaron las autodefensas.

La creación de la Guardia Nacional

  • Luego de tres intentos, Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia de México en diciembre de 2018 con su estrategia emblema, llamada “Abrazos, no balazos”, la cual, afirmaba, se centraría en resolver las causas y evitar confrontaciones directas con los cárteles.

De esta forma, su gobierno buscaría atender la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades, priorizando los programas sociales y ayudando a los jóvenes “para que no cayeran en las manos del narcotráfico”.

  • Sin embargo, no solo la oposición, sino la academia y especialistas criticaron dicha estrategia debido a que, consideraban, no ponía un alto a los grupos criminales, e incluso llegaron a señalarlo por establecer vínculos con ellos, por el hecho, por ejemplo, de sostener diversos encuentros con la mamá de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

O también al liberar (en su primera captura) a Ovidio Guzmán para evitar que escalara el llamado “Culiacanazo”, registrado en Sinaloa el 17 de octubre de 2019.

  • Además de todo ello, Andrés Manuel optó por crear la Guardia Nacional, primero con el objetivo de “tener una policía civil de primer contacto con la ciudadanía”, aunque más tarde la incorporó a las Fuerzas Armadas de México, movilizando a especialistas al alertar que, con esto, se estaba militarizando al país.
  • Arturo Villarreal Palos, profesor del Departamento de Derecho Público de la Universidad de Guadalajara, consideró que este cambio incumple los compromisos internacionales de México, contraviniendo los acuerdos con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

Por su parte, Anuar García, presidente de SOS Capítulo Jalisco, consideró que este cambio marca el paso definitivo hacia la militarización del país: así, el mando civil que teóricamente debía liderar la Guardia Nacional nunca fue respetado, y la corporación ya estaba dirigida por un mando militar.

  • La estrategia, en su conjunto, no solo no logró desmarcarse de los fracasos de los sexenios anteriores, sino que llevó a que el mandato de Andrés Manuel López Obrador se convirtiera en el más violento de los últimos tiempos, al acumular 202 mil 336 asesinatos en el país, según las cifras del Inegi.
  • “No hay más violencia, hay más homicidios”, llegó a manifestar Andrés Manuel López Obrador en una de sus ruedas de prensa (“Mañaneras”) el 6 de mayo de 2024. En su sexenio, además, se registraron 54 mil 049 nuevas desapariciones, según los datos documentados por la Comisión Nacional de Búsqueda.

Los retos del nuevo mandato

  • Aunque Claudia Sheinbaum, la primera mujer Presidenta de México, ha confirmado en diversas ocasiones que su gobierno “busca dar continuidad” al mandato de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, algunos especialistas han reconocido que, por lo menos en su primer año de gobierno, Sheinbaum Pardo ha apostado por desmarcarse de la estrategia en materia de seguridad.

De octubre a agosto, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, suman 20 mil 237 homicidios. Y aunque se trata de una cifra alta, representan una baja del 25% respecto de las cifras de López Obrador.

  • Por ejemplo, para Marcos del Rosario, académico del ITESO, es destacable que la mandataria se deslindó de la postura de su predecesor en el combate al narcotráfico. “Al menos se percibe que busca enfrentarlo y no mostrarse como su aliado, como ocurrió con Andrés Manuel. Puede ser una estrategia orientada también a mediar la crisis con Estados Unidos, pero es un viraje relevante”, puntualizó Marcos.

“Sí hay un plan de seguridad, sí hay combate. Habrá que ver si es efectivo, porque veníamos de seis años de ‘Abrazos, no balazos’, una política que permitió al crimen organizado moverse a sus anchas. Es difícil que en un año se vean resultados contundentes, pero es un inicio”, consideró Del Rosario.

  • “Sí vemos una estrategia distinta, lo que es positivo y abre una esperanza, en contraste con la insensatez que fue ‘Abrazos, no balazos’ de su antecesor”, dijo Javier Soto Morales, académico de la Universidad Panamericana, aunque lamentó que persistan temas sensibles sin respuesta, como las desapariciones, que al mes de marzo pasado, cifra más reciente reportada por la Comisión de Búsqueda, sumaban 6 mil 814.

Todo lo anterior pone en evidencia que la guerra contra el narco marcó un antes y un después en la historia reciente de México en materia de seguridad: lo que comenzó como una estrategia que buscaba acabar con los cárteles, se transformó en políticas con las que ningún gobierno ha logrado revertir la crisis.

  • El despliegue militar, los miles de homicidios y desapariciones, evidencian que el país quedó atrapado en una espiral de violencia que se alimenta a sí misma.

El desafío para Claudia Sheinbaum es poder demostrar que puede romper esta espiral, y aunque los primeros datos muestran una reducción en los homicidios, los especialistas advierten que el reto es mayúsculo: contener el crimen organizado sin repetir los errores de la militarización, atender de fondo las desapariciones y recuperar la confianza de una sociedad que lleva casi dos décadas viviendo bajo los estragos de esta violencia.

Militarización, la estrategia de Sheinbaum que no ha pacificado México

La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, «heredó un país asolado por casi dos décadas de violencia» y «con una impunidad casi total», sentenciaba la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), en un reporte de febrero de 2025.

  • Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), los homicidios diarios en México han caído un 14 por ciento en los primeros seis meses de la presidencia de Sheinbaum.
  • En marzo de 2025, se registraron en promedio 74,7 asesinatos al día, en comparación con los 86,9 en septiembre de 2024, el último mes de la Administración de Andrés Manuel López Obrador.
  • Asimismo, habrían disminuido en un 15,4 por ciento los delitos de alto impacto en el primer semestre de la presidenta mexicana, en el que se produjeron más de 17.000 detenciones.

Para Sheinbaum, la reducción de homicidios evidencia el éxito de su estrategia de seguridad, que se basa en la atención a las causas de la violencia, la consolidación de la Guardia Nacional, el uso de la inteligencia y la coordinación entre las autoridades federales y estatales.

Diferentes estrategias, todas sin éxito

En entrevista con DW, Raúl Benítez Manaut, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la Universidad Nacional Autónoma de México (CISAN-UNAM), destaca cuatro estrategias de seguridad diferentes, que el Estado mexicano ha implementado «sin éxito» desde el año 2000.

  • En la lucha contra el crimen organizado, el expresidente Vicente Fox (2000-2006) apostó por la joven Policía Federal Preventiva, lo cual habría permitido a los cárteles del narcotráfico «fortalecerse de forma silenciosa», dice el académico.
  • Cuando el expresidente Felipe Calderón (2006-2012) declaró la «guerra al narcotráfico», la tasa de homicidios aumentó rápidamente. «Empezaron dos guerras, afectando mucho la seguridad pública. La guerra entre los cárteles y la guerra del Estado mexicano, principalmente las fuerzas militares, contra los cárteles», prosigue el Dr. Benítez Manaut.
  • Un sexenio más tarde, pese a moderar la respuesta militar del Estado contra el crimen organizado, el expresidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) tampoco habría logrado reducir notablemente la tasa de homicidios.

Y, finalmente, la estrategia preventiva de «abrazos, no balazos», con la que el expresidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) priorizó programas sociales, habría beneficiado sobre todo al poderoso Cártel de Sinaloa.

Ahora, con la presidenta Claudia Sheinbaum, «se ha vuelto a militarizar y endurecer la lucha contra las organizaciones criminales», sobre todo, de cara a las presiones del Gobierno estadounidense, agrega el investigador del CISAN.

Modelos de seguridad «autoritarios»

En los últimos cien años, todos los modelos de seguridad del Estado mexicano han derivado hacia el «autoritarismo», señala Paloma Mendoza Cortés, del Centro de Estudios sobre Seguridad, Inteligencia y Gobernanza del Instituto Tecnológico Autónomo de México (CESIG-ITAM).

  • «Las únicas instituciones capaces de garantizar en grado variable la ejecución de las políticas de seguridad han sido las fuerzas armadas», apunta, y enumera diversos factores por los que las instituciones civiles no lo han logrado:
  • «La corrupción, la vulnerabilidad de ser cooptados por el crimen organizado, la falta de actualización del adiestramiento y capacitación, la falta de liderazgo, la incompetencia de los altos mandos, así como el cambio constante de identidad y cultura organizacional».

Empresas criminales innovadoras

En opinión de la experta en seguridad y defensa, la globalización y la democratización de la tecnología han impulsado el éxito de los modelos de negocio ilegales, últimamente, sobre todo, la inteligencia artificial.

  • La Dra. Mendoza Cortés resume «la paradoja de los intentos fallidos de la seguridad en México» de la siguiente manera:

«Estamos hablando de empresas criminales multinacionales con gran capacidad de innovación, que son enfrentadas a través de instituciones conservadoras, con aversión al cambio y sujetas a recursos limitados, como son las fuerzas armadas».

«Señales esperanzadoras»

Pese a ello, prosigue, la iniciativa de seguridad de la presidenta Sheinbaum está dando «señales esperanzadoras», sobre todo, porque «otorga el lugar que le corresponde a la inteligencia» y porque, «al menos en la comunicación institucional, queda claro que es un trabajo conjunto, donde los militares no poseen un papel protagónico», observa la académica del CESIG-ITAM.

  • Por otro lado, remarca que «no existen muchos avances en el sector social».

Por su parte, la organización de derechos humanos HRW tiene recomendaciones concretas para el Gobierno mexicano, como mejorar la coordinación entre las autoridades, atender la falta de capacidades básicas de investigación, proteger a víctimas y testigos, y fortalecer los mecanismos de control interno en las fiscalías. /PUNTOporPUNTO

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