En América Latina, casi veinte millones de personas sufrieron inseguridad alimentaria aguda en 2024, con Colombia al frente de los países afectados. El conflicto, el desplazamiento interno creciente y la precariedad de la población migrante fueron elementos de peso en la situación alimentaria colombiana.
- A nivel regional, un total de 19,7 millones de personas se toparon con altos niveles de inseguridad alimentaria aguda (Fase 3 o superior) en seis países afectados por crisis alimentarias.
- Estos fueron Colombia, con 8,8 millones de personas afectadas (7,8 ciudadanos y 1 millón de refugiados o migrantes), Haití (5,4 millones), Guatemala (3,1 millones), Honduras (1,9), El Salvador (200.000 personas) y Ecuador (200.000 migrantes o refugiados).
- La proporción de población con alto nivel de inseguridad alimentaria aguda en la región aumentó del 17 en 2023 al 20 por ciento en 2024, señala el informe, en el que no se incluyen cifras de países de Cuba, Venezuela o de la situación de migrantes y refugiados de Perú, porque sus datos no cumplieron con los requisitos técnicos de GNFAC.
Haití fue el país con la crisis alimentaria «más grave de la región», con 5.600 personas en catástrofe alimentaria (Fase 5), el estado más avanzado de hambre que puede llevar a inanición y muerte.
Bajan el hambre y la inseguridad alimentaria
Según el informe anual sobre «El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo», el porcentaje de personas que sufrieron hambre en esa región bajó hasta un 5,1 % en 2024, después de alcanzar un máximo de 6,1 % en 2020.
- Ese descenso se debe principalmente a la mejora de la situación en los países de Sudamérica, donde el porcentaje pasó de 5,3 % a 3,8 % en tres años, de 2021 a 2024. También la prevalencia de inseguridad alimentaria bajó en América Latina y el Caribe, donde se situó el año pasado en un 25,2 %, por debajo de la media global de un 28 %.
- «En consonancia con la reducción de la desnutrición, la región también ha experimentado un descenso de la pobreza en los últimos años, tras la pandemia de la covid-19», dijo en declaraciones a EFE el economista jefe de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Máximo Torero.
- Según Torero, esta mejora se explica por el establecimiento de «ambiciosos programas de protección social no contributivos» (por ejemplo, transferencias de efectivo condicionales o pensiones no contributivas), como Bolsa Familia, en Brasil; Juntos, en Perú; Ingreso Ético Familiar, en Chile; y Familias en Acción, en Colombia.
Estos programas «se han diseñado con un fuerte enfoque en la seguridad alimentaria y dirigidos principalmente a poblaciones vulnerables».
- «Esto ha permitido a la región contar con mecanismos sólidos de protección social que pueden reaccionar con rápidez (…) El alcance de estos mecanismos ha sido fundamental para reducir el hambre en esta región», afirmó el economista.
- Torero también destacó el desarrollo del sector agrícola en los últimos años que ha beneficiado a las comunidades rurales y ha permitido a países como Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina convertirse en productores y exportadores clave de cereales en el mundo.
- «Además, el sector agroalimentario de la región se benefició del aumento de los precios mundiales de los productos agrícolas básicos entre 2022 y 2023», concluyó el experto de la FAO.
Una mejora global con excepciones
- A nivel global, también se registró un ligero descenso de las personas que sufrieron hambre: según el informe, un 8,2 % de la población sufrió esta lacra en 2024, por debajo del 8,5 % de 2023 y el 8,7 % de 2022.
- Además de América Latina y el Caribe, contribuyeron también a esta mejora mundial el sur de Asia y el sudeste asiático: así, Asia registró en general un descenso del 7,9 % en 2022 al 6,7 % en 2024.
Los progresos en las citadas regiones, sin embargo, contrastan con el «aumento constante» del hambre en la mayoría de regiones de África y en Asia occidental (que acogen, entre otros, los conflictos de Sudán y Gaza), donde el porcentaje de personas que padecen hambre superó el 20 % y alcanzó el 12,7 % el pasado año, respectivamente.
- El informe fue presentado en Adís Abeba, en la primera jornada del Segundo Balance de la Cumbre de la ONU sobre los Sistemas Alimentarios (UNFSS+4), y fue elaborado por cinco agencias:
- La FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef).
La receta rural para combatir el hambre en América Latina
Por segundo año consecutivo, el hambre y la inseguridad alimentaria retrocedieron en América Latina y el Caribe. En 2023, alrededor de 20 millones de personas más que en 2022 vieron cumplido su derecho a una alimentación adecuada.
Fue la única región del mundo que logró reducir la inseguridad alimentaria, en buena parte gracias al desempeño de América del Sur, donde la recuperación económica y los sistemas de protección social permitieron a varios países responder de manera efectiva a la crisis económica y social derivada de la pandemia.
- La región está dando pasos en la dirección correcta. ¿Debemos sentirnos satisfechos? La respuesta realista es que no, porque 41 millones de personas aún sufren el hambre en América Latina y el Caribe, un nivel superior al registrado antes de la pandemia. Y porque 187,6 millones de personas (28,2% de la población) no tienen acceso regular a alimentación adecuada.
- Esto ocurre, en parte, porque estamos la región del mundo con la dieta saludable más cara. Esta realidad es sencillamente inaceptable en una región con una enorme capacidad de producción agrícola y que es una exportadora neta de alimentos. Además, como reflejo de la desigualdad, la inseguridad alimentaria afecta de manera desproporcionada a ciertos grupos, como a las mujeres y las comunidades rurales.
Estos resultados figuran en el Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en América Latina y el Caribe 2024, un informe elaborado por cinco agencias de Naciones Unidas que ofrece una visión detallada sobre los últimos indicadores de hambre e inseguridad alimentaria en la región.
- Este año, el informe analiza la correlación entre los eventos meteorológicos y climáticos extremos y la incidencia del hambre y la inseguridad alimentaria. Las sequías, inundaciones y tormentas tienen un fuerte impacto sobre la producción y distribución de alimentos porque provocan la pérdida de cultivos y dañan la infraestructura productiva, interrumpiendo la cadena de suministro.
La conjugación de estos factores se traduce en un aumento de los precios que afecta particularmente a las poblaciones más desfavorecidas.
- Esto es especialmente relevante en América Latina y el Caribe, la segunda región del mundo con mayor exposición a eventos extremos, solo por detrás de Asia. En nuestra región, al menos 20 países están altamente expuestos al cambio climático, mientras que 14 son vulnerables, ya que tienen mayores probabilidades de que el hambre se agrave como consecuencia de estos fenómenos.
En este contexto, es imperativo fortalecer la resiliencia climática de nuestros sistemas alimentarios. La cadena que va desde la producción de alimentos hasta su consumo debe estar mejor preparada para hacer frente a los embates del cambio climático de forma sostenible.
- El primer eslabón de la cadena, lo que conocemos como la primera milla, lo conforman los productores agropecuarios. Aquellos que trabajan en actividades productivas de pequeña escala son especialmente vulnerables al cambio climático, porque en muchas ocasiones no tienen los activos ni las herramientas necesarios para prepararse y responder ante una sequía prolongada o una inundación grave.
A pesar de ello, continúan ejerciendo un rol esencial en la protección de los recursos naturales, la biodiversidad y en la producción de alimentos. Ellos son responsables de un tercio de los alimentos que se producen en el mundo.
- Los agricultores de pequeña escala estarán mejor preparados para hacer frente a impactos climáticos si su actividad económica es estable y sostenible. Por eso, uno de los objetivos principales de los proyectos financiados por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) es elevar la productividad en las comunidades rurales y facilitar su conexión con los mercados.
- Al mismo tiempo, se promueven prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente y resilientes al cambio climático, como la agricultura regenerativa, la agroforestería, la diversificación de cultivos, y una gestión adecuada de los recursos naturales a través de energías renovables y sistemas de riego eficientes.
Es necesario, además, que los productores tengan acceso a nuevas tecnologías y a instrumentos financieros para desarrollar sus negocios.
- Contar con información meteorológica y climática veraz y actualizada es fundamental para que los productores puedan adaptar los ciclos de cultivo con anticipación, gestionar de forma eficiente el uso del agua y seleccionar semillas y especies más resistentes a los efectos del cambio climático.
- Las soluciones existen, pero hace falta mayor financiamiento. Debemos invertir más y de una manera más inteligente, focalizando los recursos en las comunidades rurales y en las mujeres, que son quienes siguen padeciendo sobremanera el hambre y la inseguridad alimentaria.
- Reforzar su resiliencia y desarrollar sus capacidades de adaptación al cambio climático es fundamental para fortalecer nuestros sistemas alimentarios. Además, debemos escalar soluciones financieras innovadoras que sabemos que funcionan, seguir atrayendo capital del sector privado y aprovechar mejor el potencial de colaboración con bancos nacionales de desarrollo.
Hablamos de inversiones que son rentables para la sociedad: cada dólar destinado a prepararnos para afrontar fenómenos extremos puede suponer un ahorro de hasta diez dólares en ayuda de emergencia luego de un desastre.
En la medida en que estén preparados para hacer frente a los efectos del cambio climático, los agricultores producirán más alimentos nutritivos para sus comunidades, tendrán una actividad económica más estable, y mejorarán así su nivel de ingresos, generando nuevas oportunidades de empleo local. Esta es la receta que debemos aplicar para seguir reduciendo el hambre en la región.
Crisis Climática intensifica la vulnerabilidad de los sistemas agroalimentarios
La seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe enfrenta retos cada vez más desafiantes debido a una combinación de factores estructurales y coyunturales que afectan la disponibilidad, acceso, utilización y estabilidad de los alimentos.
- La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto con otras agencias internacionales, identificó que el hambre en la región, si bien ha mostrado una leve mejora en los últimos dos años, sigue siendo más alta que antes de la pandemia de Covid-19.
- El informe «Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024» destaca que un 74 % de los países de la región presentan alta exposición a fenómenos climáticos extremos como sequías, inundaciones y tormentas, lo que impacta negativamente en la producción de alimentos y la estabilidad de los precios.
La crisis climática ha intensificado la vulnerabilidad de los sistemas agroalimentarios, debilitando su capacidad de respuesta ante eventos extremos y aumentando la inseguridad alimentaria en poblaciones vulnerables.
La subalimentación y la malnutrición: una realidad persistente
El informe señala que la subalimentación en América Latina y el Caribe sigue siendo una problemática crítica. En 2023, el 6.2 % de la población de la región (aproximadamente 41 millones de personas) sufrió hambre, una leve reducción en comparación con el año anterior.
Sin embargo, las disparidades entre subregiones son notables: mientras que Sudamérica ha mostrado una reducción en la prevalencia del hambre, el Caribe sigue registrando la mayor tasa con un 17.2 % de su población afectada.
- También el estudio advierte sobre el creciente problema de la malnutrición. Aunque la prevalencia de la emaciación infantil es baja en comparación con otras regiones del mundo, el sobrepeso en niños menores de cinco años ha aumentado, alcanzando un 8.6 %.
- Esto refleja cambios en los patrones alimentarios, con un consumo elevado de productos procesados y una reducción en la ingesta de alimentos frescos y nutritivos. Por otro lado, la obesidad en adultos afecta al 29.9 % de la población de la región, casi el doble del promedio mundial.
Este problema se ve exacerbado por la alta disponibilidad de alimentos calóricos de bajo valor nutricional, lo que evidencia la necesidad de políticas públicas enfocadas en mejorar la educación nutricional y la regulación de los entornos alimentarios.
- La variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos afectan directamente la producción de alimentos en la región.
- Estudios recientes indican que las sequías prolongadas han reducido drásticamente la productividad de cultivos básicos en países como Brasil, Chile y México.
Asimismo, las inundaciones han provocado pérdidas significativas en la infraestructura agrícola, limitando el acceso a alimentos y generando fluctuaciones en los precios.
En los últimos 20 años, los días de calor extremo se han vuelto más frecuentes en la región, lo que afecta la calidad de los suelos y la disponibilidad de agua para el riego.
Durante el fenómeno de El Niño, se observaron aumentos en los precios de granos básicos como el maíz y el trigo, lo que impactó negativamente en la seguridad alimentaria de los sectores más vulnerables.
- Entre 2019 y 2023, la prevalencia del hambre aumentó en 1,5 puntos porcentuales en los países afectados por la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos.
- La situación es aún peor en aquellos países que simultáneamente enfrentan otras disrupciones, como conflictos y recesiones económicas.
El alto costo de una dieta saludable, una barrera para la seguridad alimentaria
Los entornos alimentarios saludables son cruciales para la seguridad alimentaria y la nutrición, ya que influyen en el acceso, la asequibilidad, la seguridad y las preferencias relacionadas con los alimentos.
- Uno de los factores que agravan la inseguridad alimentaria en la región es el elevado costo de una dieta saludable. En 2022, América Latina y el Caribe registró el costo más alto del mundo, con un promedio de 4,56 dólares PPA por persona al día, en comparación con el promedio global de 3.96 dólares PPA.
- A pesar de una leve mejora en la asequibilidad de los alimentos, el 27.7 % de la población regional (182.9 millones de personas) no puede costear una dieta saludable. En el Caribe, esta situación es aún más crítica, donde el 50% de la población enfrenta dificultades económicas para acceder a alimentos nutritivos.
La transición hacia sistemas agroalimentarios más sostenibles que promuevan dietas saludables es una vía hacia la adaptación y, en consecuencia, hacia una mayor resiliencia climática.
Estrategias para fortalecer la resiliencia de los sistemas agroalimentarios
Para mitigar los efectos del cambio climático y mejorar la seguridad alimentaria, el informe recomienda estrategias enfocadas en cinco pilares: anticipación, prevención, absorción, adaptación y transformación.
Algunas de las acciones clave incluyen:
- Sistemas de alerta temprana: Uso de tecnologías para monitorear condiciones climáticas y prever desastres naturales.
- Producción agrícola resiliente al clima: Implementación de prácticas sostenibles como la agroforestería y la rotación de cultivos.
- Diversificación de fuentes de alimentos: Fomento de la producción local para reducir la dependencia de importaciones y mejorar la autosuficiencia alimentaria.
- Programas de protección social: Transferencias condicionadas y subsidios para mejorar el acceso a dietas saludables en poblaciones vulnerables.
La importancia de una gobernanza efectiva y la cooperación regional
El informe enfatiza la necesidad de fortalecer la gobernanza en la seguridad alimentaria, promoviendo políticas basadas en evidencia científica y adaptadas a la realidad climática de cada país.
- La integración de esfuerzos entre gobiernos, sector privado y organizaciones internacionales será clave para transformar los sistemas agroalimentarios en estructuras más resilientes y sostenibles.
- Garantizar la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe no solo requiere mayor inversión en infraestructura agrícola y tecnología, sino también estrategias de inclusión social y apoyo a los pequeños productores.
Enfrentar los desafíos actuales es fundamental para asegurar la disponibilidad de alimentos a largo plazo y reducir la brecha de desigualdad en el acceso a una alimentación adecuada.
- Finalmente, la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos, intensificados por el cambio climático, representan desafíos significativos para la seguridad alimentaria y la nutrición, tanto en la actualidad como en el futuro.
En consecuencia, este informe se enfoca en cómo reducir los impactos de estos fenómenos sobre la seguridad alimentaria y la nutrición. /Agencias-PUNTOporPUNTO