Los trabajadores de Pasta de Conchos ganaban 30 pesos diarios

Redacción

Un trabajador tercero en Pasta de Conchos valía para Napoleón Gómez Urrutia 30 pesos diarios, mientras que él recibía tres mil pesos de la empresa Industrial Minera México por permitir este tipo de convenio de protección, mismo que sigue imponiendo a las empresas que contratan con el sindicato minero.

Así lo aseguró en un comunicado el Sindicato Nacional Minero Metalúrgico Frente, disidente del Sindicato Minero que dirige desde el extranjero Gómez Urrutia.

Este tipo de contratos de protección no existían en la época de Don Napoleón Gómez Sada, fue Napillo quien los impuso a su arribo al sindicato minero aún en contra de la opinión del entonces Secretario de Trabajo, Carlos Abascal Carranza, dice el comunicado.

Pero, agrega, fue el subsecretario Fernando Franco quien cabildeó a favor de Napillo quien argumentaba que “un sindicato pobre es un pobre sindicato”.

“Hasta la fecha existen este tipo de convenios pues las empresas que contrata con Napillo son obligadas a firmarlos bajo la amenaza de huelga”, refirió Carlos Pavón Campos, Secretario General del Sindicato Nacional Minero Metalúrgico FRENTE.

De los 65 mineros fallecidos en Pasta de Conchos, la mayoría pertenecía a la empresa contratista General de Hulla. Sin embargo, entre los fallecidos también hubo trabajadores sindicalizados, cuyos familiares nunca han recibido un peso de los 55 millones de dólares a que tienen derecho del Fideicomiso Minero del que se adueñó Gómez Urrutia y de cuyo paradero no ha dado una real explicación.

Además, Napillo supo de las precarias condiciones en las que trabajaban los compañeros de Pasta de Conchos, sin embargo, ignoró estos hechos aún cuando una comisión de compañeros de esa mina pidió audiencia con Gómez Urrutia para tratar asuntos de seguridad. Esto sucedió días antes de la explosión, sin embargo, y esto lo sabemos quienes vivimos aquella situación, Gómez Urrutia nunca los recibió porque estaba más entretenido con una mujer de Chihuahua, a quien tenía “hospedada” en el Hotel Minero.

Con ella se encerraba horas en su oficina de la Secretaría General del sindicato, mientras los asuntos sindicales eran relegados u olvidados, como sucedió con la Comisión que vino de San Juan de Sabinas.

Otra prueba de la corresponsabilidad del Sindicato, la dio la Comisión Nacional de Derechos Humanos en la recomendación No. 026-2006, fechada el 17 de julio de 2006.

Además, como secretario general del Sindicato Minero, tenía la obligación moral de por lo menos bajar hasta donde los daños no eran tan severos en el interior de la mina, sin embargo nunca lo hizo.

Quienes sí descendieron hasta la Diagonal 6 de la mina (la zona menos castigada por la explosión y hasta donde se permitía avanzar sin riesgo de derrumbe) fueron Rubén Ruíz Villalobos, entonces secretario de Previsión Social; Juan Luís Zúñiga Velázquez, que se desempeñaba como Primer Vocal del Consejo General de Vigilancia y Justicia; Baltazar Zárate y José Ángel Hernández, quienes fungían como Delegados.

Fueron ellos quienes informaron a Napito sobre la magnitud del desastre y le ofrecieron detalles de cómo se encontraba el interior de la mina. Napo llegó tres días después a la zona y nunca bajó ni siquiera a la boca de la mina.

Es mentira que Napo se mostrara interesado en el rescate de los cuerpos. Nunca se ha interesado pues detrás de la tragedia se esconden las sucias negociaciones que realizó a espaldas de los demás trabajadores sindicalizados.

De los hoteles donde se hospedaba salía escondido en camionetas –oculto en la parte trasera—pues temía dar explicaciones a los familiares. De esto hay constancia en los noticiarios, pues quienes informaban de las acciones a emprender fueron el entonces secretario del Trabajo, Francisco Javier Salazar Sáenz, y el entonces gobernador de Coahuila, Humberto Moreira. Napito se escondía de los familiares pues temblaba ante la idea de explicar lo sucedido a los familiares.

Su primera intervención ante la prensa, ya estando en Pasta de Conchos –hay que decir que viajó acompañado de su esposa Oralia con quien se quedó en los hoteles de los pueblos aledaños a Pasta de Conchos—fue meramente circunstancial y hay constancia de ello en youtube cuando un periodista local lo increpó y le dijo: “vamos a entrevistar al secretario general de los mineros, que nunca ha sido minero”.

Se observa a un Napito nervioso, sin la arrogancia con la que llegó a Pasta de Conchos.

Hay otro video lo muestra acorralado entre los familiares de los deudos, quienes al encontrarlo, le exigieron respuestas. Se observa a un Napoleón asustado y sin reacción. El miedo lo llevó a un charco donde resbaló y cayó de espaldas.

El video se puede ver en https://www.youtube.com/watch?v=sJjPLxPfqdc

Desde un principio inventó la frase de “homicidio industrial” para evadir su responsabilidad, una frase que por cierto, fue lanzada primero por Jorge Almeida, funcionario de la Federación Internacional de Trabajadores de las Industrias Metalúrgicas (FITIM), con quien también llegó acompañado a Pasta de Conchos.

Quienes sí reaccionaron ante la tragedia y se adentraron en la mina sin importarles los riesgos de una segunda explosión fueron los compañeros mineros, miembros de las cuadrillas de rescate de la zona carbonífera y de los estados mineros del país. Napo huyó a los pocos días a Canadá, en donde una vez sintiéndose seguro, se mostró arrogante y con un discurso distinto al mostrado en los primeros días de la tragedia.

Desde el extranjero, le salió lo valiente y comenzó a acusar a los gobiernos Federales de turno de ejercer una persecución política, tejiendo una serie de complicidades con agrupaciones sindicales extranjeras como la de los llamados SteelWorkers.

Desde entonces, niega cualquier responsabilidad en la tragedia de Pasta de Conchos, cuya imagen utiliza sin el menor descaro para desviar la atención de la responsabilidad que como Secretario General del sindicato tuvo y tiene, concluye el comunicado.

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