Hay algo inexplicado

 

Durante varias semanas los inversionistas líquidos pusieron su atención en el anuncio de que la Reserva Federal (banco central) de Estados Unidos iba a anunciar que puede ser que por fin anuncie (así, con todos esos escalones) la elevación de sus tasas de interés. Tales capitalistas dueños del dinero estuvieron comprando dólares con la perspectiva de colocarlos mejor en el mercado estadunidense a partir de un posible cambio en el rédito. El problema es que cuando la Reserva dice que no es necesaria la elevación de tasas de interés y que la economía va razonablemente bien, entonces se incrementa la tasa diaria de devaluación del peso en lugar de regresar a algún estadio anterior. O sea, que cuando se va anunciar algo, tenemos problemas cambiarios, y cuando no se anuncia nada nuevo, también los tenemos o los tenemos más aún.

Lo mismo ha ocurrido con el otro anuncio, el del PIB estadunidense, el cual retomó impulso después de verse a la baja: 2.3 por ciento en el trimestre abril-junio. Nada mal para el mundo actual (hay que ver de qué tamaño es la economía estadunidense y de qué tamaño resulta ese porcentaje), con lo cual Estados Unidos toma rumbo hacia el logro de una tasa de crecimiento de 3 por ciento durante el año actual. Pero en lugar de que haya optimismo por parte de los dueños del capital-dinero ante la perspectiva de que México recobre exportaciones, lo que tenemos es más compra de dólares. Al paso, no tarda la divisa verde en colocarse en 20 pesos por unidad cuando la inflación en Estados Unidos no pasa de 2 por ciento anual.

El gobierno, por su lado, no explica nada, quizá porque no sabe como hacerlo o porque cualquier cosa que diga va a contradecir el discurso oficial de que estamos de maravilla. Hace un par de días se dijo por parte de Peña Nieto que al fin se logró respeto en el mundo por la estabilidad macroeconómica de México (lo dijo en privado, cenando con unos directivos de una empresa llamada BlackRock). Vaya respeto: se podrían perder unos 50 mil millones de dólares de reservas en un dos por tres si continúa el mercado fuertemente comprador de divisas. Y, aunque la cosa carece de

una lógica rigurosa, eso puede ocurrir porque unos cuantos toman decisiones imparables y ahí es donde reside gran parte del problema mexicano.

El Banco de México ya tomó el rumbo de arriesgar más en sus subastas (ayer ofreció 200 millones, lo cual podría hacerlo a diario, para llegar en 250 días útiles a los 50 mil millones), pero, como ya se sabe, aquellas tampoco son suficientes para detener una corrida financiera. Estamos en un punto del ciclo del capital especulativo invertido en México que pareciera que alguien toca un clarín con el tono de retirada y los capitalistas le hacen caso como si fuera una orden. ¿A dónde va el dinero? Pues a colocarse con tasas menores pero con mayor seguridad. Entonces México tendría ahora mismo que promover la elevación de las tasas internas de interés para retener el capital especulativo a un costo mucho más alto que el actual y con repercusiones mayores en la tasa de crecimiento.

Estamos de nuevo bajo la maldición de país expuesto a unos cuantos inversionistas que son siempre recibidos con halagos y presentados como referencia de la estabilidad económica del país y de la confianza en México, todo lo cual es echado por la borda a la hora del consabido toque de clarín. Dice Peña que el mundo ha aprendido de México pero el problema es que México no ha aprendido de sí mismo y sigue teniendo los mismos gobernantes (PRI-PAN-PRI) que le llevan por el camino de los desastres. Por lo pronto, digamos que vamos por la vereda de lo inexplicado.

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