ÁFRICA abre sus ojos en TAPACHULA

Los migrantes protestan desde hace más de 40 días y ante la desesperación consideran avanzar en caravana hacia el norte del país

Cuatro mil personas de origen africano viven en un campamento afuera de la estación siglo XXI porque aseguran que el Instituto Nacional de Migración no les otorga documentos para salir de Tapachula. Los migrantes protestan desde hace más de 40 días y ante la desesperación consideran avanzar en caravana hacia el norte del país

  • África abre sus ojos en Tapachula, Chiapas. Son las ocho de la mañana y el día comienza para cuatro mil personas de origen africano que no ven sus hogares desde hace más de dos meses. Migraron para sobrevivir y ahora viven en casas de campaña al alcance del calor, la lluvia y de enfermedades como el dengue.
  • Su rutina en la ciudad chiapaneca inicia de forma regular. Niños migrantes que encuentran el equilibrio para poder dar sus primeros pasos, mujeres embarazadas y hombres jóvenes cepillan sus dientes cerca de la carretera.
  • Una joven le quita el pañal a su hija y le da un baño con agua que recoge de la lluvia o el río.
  • El breve ritual de limpieza de esa familia se replica varias veces afuera de la estación migratoria siglo XXI.
  • Personas que provienen de 16 países africanos viven en un campamento afuera de estas oficinas del Instituto Nacional de Migración desde hace 42 días.
  • Los africanos acampan a unos metros de la estación porque no tienen dinero para rentar un cuarto, pero también como una forma de protesta porque aseguran que el Instituto no les otorga oficios de salida para continuar su camino por territorio mexicano y llegar a Estados Unidos o Canadá.
  • Nacha es una mujer que camina con la espalda arqueada para soportar el peso de una panza de seis meses de embarazo.
  • La joven tiene 33 años y nació en la República Democrática del Congo o el Congo belga como ella nombra a su país.
  • La mujer congoleña cuenta que decidió migrar porque creció en una nación con muchos problemas políticos y con una guerra civil.
  • Luis Alonso Zamora Villalobos, académico experto en África, explica que hay diversos problemas latentes, sobre todo en la zona oriental del Congo: el brote de ébola, conflictos étnicos, el acceso a recursos acuíferos y agrícolas y la presencia de grupos delictivos que trafican con personas, armas, diamantes y uranio.

Ante estos conflictos, Nacha decidió dejar su país con la ayuda de una organización de la que prefiere no dar detalles.

Primero llegó a Argentina, pero ahí enfrentó problemas relacionados con el racismo y decidió emprender su camino hacia el norte por partes de la selva sudamericana hasta que quedó atrapada en México, en Chiapas.

Quería continuar al norte para tener paz, pero el gobierno mexicano no respeta la ley migratoria. Nosotros estamos pidiendo un papel para continuar nuestro viaje, pero no nos lo dan y por eso pedimos en la calle para comer. Son las dos de la tarde y no he comido nada. Las mujeres embarazadas siempre estamos tomando agua para soportar, cuenta Nacha.

  • La mujer congoleña y el resto de integrantes del campamento tienen problemas para conseguir comida. Una mujer calienta una sopa de verduras que preparó hace cuatro días y que raciona desde entonces, pues sabe que será complicado conseguir alimento otra vez.
  • Otros migrantes africanos logran comer una vez al día gracias al apoyo de una asociación evangélica, pero antes de recibir cualquier alimento tienen que orar y escuchar versículos de la biblia.
  • A las 10 de la mañana llega al campamento lo que Guadalupe Aguilar, integrante de la organización religiosa, describe como “el alimento para el alma y el cuerpo”.
  • Un migrante alto con cabello rubio se coloca cerca de una camioneta roja que tiene la leyenda “Jesús es mi rey”. Enfrente de él se forman más de 100 niños con el estómago vacío. El joven funciona como intérprete entre un pastor y los pequeños de entre 5 y 10 años.
  • Después de escuchar las palabras bíblicas, los pequeños reciben sopa de codito y una pieza de pan, no obstante, Aguilar admite que la comida solo alcanza para 200 o máximo 300 personas, pero los africanos que se encuentran en Tapachula son cuatro mil.
  • Muchos africanos no alcanzan sopa y otros no están interesados en la comida de los evangélicos.
  • Justo en el momento que llegan los integrantes de la asociación religiosa, algunos migrantes deciden dedicar el tiempo a sus propias creencias: algunos son cristianos y asisten a misa debajo de una carpa y otros son musulmanes que huyen de la persecución religiosa en Mauritania.
  • Otro problema al que se enfrentan es que nadie les quiere dar empleo en Tapachula.
  • Los empleadores argumentan que solo contratan mexicanos, pero los africanos observan que los centroamericanos y cubanos sí obtienen trabajo en tiendas o restaurantes. Ellos consideran que el racismo de la sociedad mexicana es la que los tiene aislados y sin trabajo.

“A las mujeres embarazadas nos cierran la puerta de la farmacia para que no entremos y nos dicen que solo son para los mexicanos. Es una cuestión de racismo”, explica Nacha.

La mujer del Congo está preocupada por sus hijos pequeños porque viven en el campamento entre lluvia y lodo y se arriesgan a que un mosquito los contagie de dengue.

“(La Comisión Nacional de los) Derechos Humanos de México no es capaz de mirar que todos están viviendo entre la lluvia. Un mes más acá y las personas pueden morir de dengue porque hay muchos casos en Chiapas y parece no terminar”, dice la mujer migrante./REPORTE INDIGO-PUNTOporPUNTO

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