En seguridad, como los cangrejos

Los recientes cambios en el gabinete de seguridad del presidente Enrique Peña Nieto a mes y medio de la fuga de Joaquín «El Chapo» Guzmán y a mitad de su sexenio, gritan a los cuatro vientos la inefectividad y poca visión para combatir al crimen organizado. El presidente llega a su tercer informe envuelto en un serio descontento entre la población y con graves dudas sobre la política de seguridad.
Analistas internacionales ven con preocupación que el
ha tratado de alejarse de la criticada línea dura de su predecesor y cuestionan que busque infructuosamente una solución para hacer frente a la violencia relacionada con las drogas y la inseguridad pública en el largo plazo.
El ex presidente Felipe Calderón llegó al poder en 2006 y, con la asistencia de los Estados Unidos, lanzó lo que se conoció como la “guerra contra las drogas”, una operación militar a gran escala destinada a tomar medidas enérgicas contra los cárteles de la droga y la mayoría de los líderes de alto rango.
Calderón desplegó tropas federales a su estado natal de Michoacán, así como Tamaulipas, Tabasco y Guerrero. Policías locales tuvieron que entregar sus armas, y muchos fueron arrestados bajo sospecha de alianza con cárteles de la droga.
La operación también incluyó la confiscación de armas, los vehículos destinados al transporte de drogas, así como grandes cantidades de cocaína y marihuana. Más de una docena de líderes de grupos criminales fueron detenidos en un intento de frenar el poder de los cárteles.
Como sabemos, la estrategia de seguridad de Calderón ya ha sido objeto de un intenso escrutinio, y mucho se ha criticado su enfoque de arriba hacia abajo como la causa para el aumento en las muertes violentas en los años siguientes. Se cree que esta guerra ha costado la vida a más de 150 mil víctimas inocentes, muchas de las cuales permanecen desaparecidas hasta hoy.
Ante la espiral de los niveles de violencia al asumir el cargo en 2012, Peña Nieto se comprometió a reducir la violencia y establecer la seguridad como sus objetivos políticos primordiales. Es más, dijo que combatiría las causas que han provocado una severa descomposición social e iría con todo contra la corrupción policiaca.
Pues ni lo uno, ni lo otro. Es más, en clara confronta hacia su antecesor, decidió que lo más viable en esta lucha es ir de abajo hacia arriba para reducir el poder de las organizaciones de tráfico de drogas, una estrategia que a tres años ha demostrado poca diferencia con el status quo de la violencia en curso y la penetrante influencia de los cárteles de la droga.
Un duro golpe para la política de seguridad del gobierno y la credibilidad pública fue el secuestro y asesinato de 43 estudiantes a finales de 2014, un incidente que se convirtió en una importante crisis política. Aunque casi un centenar de sospechosos han sido detenidos, muchos de los cuales eran funcionarios públicos, hasta la fecha el gobierno no ha tomado una postura clara y contundente para enjuiciar a los responsables.
Y si esto no fuera lo peor, queda por ver si el Presidente y las autoridades federales clarifican de una vez por todas los hechos de la fuga reciente de “El Chapo” Guzmán, cuya versión que otorgó al público mexicano y autoridades en los Estados Unidos está plagado de dudas y contradicciones.
El problema no es que la política de seguridad haya fracasado en estos tres años (algo por demás evidente), sino el empecinamiento del Presidente y sus colaboradores en decir que es un triunfo cuando el país se hunde cada vez más en la violencia. Reprobado.
PARA EL REGISTRO Pululan en la red sitios de denuncia y protección ciudadana. Duele ver que a diario hay secuestros, asaltos, malos policías, maltratos. Ese es el nuevo reality, ahí vivimos. Pobre de México, pobres de nosotros que pronto tendremos que defendernos hasta de la policía misma. Si hay un gobierno al frente de este país, es hora de que se manifieste, porque la ciudadanía está harta *** Saludos a todos los lectores fieles de esta colaboración y con ánimos renovados volvemos a la lucha. Gracias. Hasta mañana.
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