Trump, el presidente del populismo y del odio

En tan solo una semana, el bravucón presidente Donald Trump ha girado en 180 grados el rumbo de los Estados Unidos en el panorama mundial. Ha ido de la apertura a la cerrazón, del libre comercio al proteccionismo, y ha reducido a un solo tópico su gestión: “Mi gobierno no tiene amigos, solo intereses”.
La exitosa campaña de Trump por la Presidencia fue un ejemplo patente de una política de intolerancia que se enfocó en el descontento de muchos con el estancamiento económico y una sociedad cada vez más multicultural de un modo que quebró principios básicos de dignidad e igualdad.
Este hombre trastornado basó su búsqueda del poder estereotipando a migrantes y criminalizando a refugiados; lo mismo atacó a un juez por ser descendiente de mexicanos, que se burló de un periodista con discapacidad o restó gravedad a múltiples señalamientos de agresión sexual. Es más, hasta se comprometió a revertir la posibilidad de que las mujeres controlen su propia fertilidad.
Cada una de estas promesas de campaña las ha venido cumpliendo en un lapso de siete días. No se detiene a analizar lo correcto o incorrecto y no le cabe la idea de que las sociedades, al igual que sus líderes, han cambiado, y en ellas no hay lugar para políticas que restrinjan o vulneren los derechos humanos.
Expertos estadunidenses aseguran que las promesas de Trump carecen de todo tipo de contenido en la práctica. Son buenas en los discursos y para ganar votantes, pero inútiles a la hora de aplicarlas.
Por ejemplo, este rencoroso hombre culpa a los migrantes indocumentados de quedarse con los empleos de los estadounidenses, y amenaza con deportaciones masivas para recuperar espacios laborales, pero estos expertos afirman que esta medida no contribuirá en absoluto en la recuperación de empleos que hace tiempo se perdieron en la industria manufacturera.
Es más, dicen que aunque en ciertos sectores existe estancamiento económico en los Estados Unidos, el empleo formal sigue creciendo y es difícil pensar que esta situación deba adjudicarse a migrantes indocumentados.
Lo más grave de este fascista es que deslizó la idea de reincorporar métodos de tortura como el simulacro de ahogamiento y otros métodos “si ese es el deseo del pueblo estadounidense”, dando al traste con las leyes y los tratados que prohíben infligir tal brutalidad y dolor ya signados por el país que ahora dirige.
El panorama no pinta bien. La cotidiana medida de 100 días para poder evaluar a un presidente en turno que hacen los medios estadunidenses se ha quedado corta y en tan solo siete ya podemos ver que a Estados Unidos —y con él al mundo y en especial a México—, le esperan cuatro años de retórica populista que detonará un odio irracional en detrimento de minorías y población vulnerable.
PARA EL REGISTRO Resulta realmente aberrante que el ministro israelí Benjamín Netanyahu apoye el muro de Trump sabiendo que México históricamente ha sido un país de refugio para los Judíos, quienes ya se han pronunciado en contra. Y aunque su titular del Ministerio de Exteriores, Emanuel Nahshón, señaló que el primer ministro no expresaba ninguna posición en las relaciones entre México y Estados Unidos, la ofensa queda ahí *** Del muro de mi entrañable amiga y talentosa escritora Yukiko Nishikawa, estas atinadas palabras en torno a la campaña en redes sociales para mostrar unidad: “Basta de decir que México es grande por sus playas o su gastronomía, ¡Basta de ese romanticismo absurdo que nos mantiene en la mediocridad!”. Gracias y buen inicio de semana.
@betata75

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