Alteración del CLIMA, el RIESGO más preocupantes para la PRODUCCIÓN de los ALIMENTOS

El sector agrícola contribuye con 7.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) nacional, al considerar un sector agropecuario ampliado que incluye a la agroindustria y los insumos y servicios.

México es un país ampliamente agropecuario desde donde se le mire. Desde un punto de vista geográfico, tres cuartas partes (72 %) del territorio están dedicadas a la ganadería y la agricultura (14 %).

  • En términos demográficos, al menos 26 millones de habitantes del país dependen directamente del campo, aunque la cifra es mucho mayor si se toman en cuenta todas las cadenas de suministro (por ejemplo, los transportistas de alimentos, los almacenistas y quienes comercian en mercados o centrales de abastos).

Y si lo planteamos en términos históricos, hasta 1960 más de la mitad de la población vivía en asentamientos rurales que dependían directamente del agro, por no mencionar lo indivisible de la cultura mexicana a su propia gastronomía y tradiciones. No obstante, en la actualidad el campo mexicano se enfrenta a diversas crisis que ponen en riesgo la seguridad alimentaria del país.

  • Uno de los riesgos más preocupantes para la producción de alimentos nacional es la alteración del clima, como resultado del cambio climático global. Los cambios en la temperatura y la precipitación, los eventos climáticos extremos y las modificaciones en la estacionalidad de la lluvia, son terribles para la producción agrícola y ganadera, como hemos mostrado en diversas investigaciones. Gracias a las mismas hemos podido distinguir patrones clave que pueden servir para guiar la adaptación y la mitigación del agro mexicano frente al cambio climático, mismos que desarrollaré a continuación.

En primer lugar, se encuentran los eventos climáticos extremos. Se trata de fenómenos puntuales de relativa corta duración —aunque la última sequía en el norte de México duró más de seis meses— asociados a valores excesivos de lluvia o temperatura, tanto en exceso como faltante.

Uno de los impactos del cambio climático ha sido exacerbar su frecuencia y su duración, como hemos podido observar en las últimas dos décadas con sequías extraordinariamente fuertes y recurrentes (tres de las peores sequías del siglo sucedieron en los últimos diez años: 2011, 2021, 2022).

  • Estas sequías son terribles para la ganadería y la agricultura de temporal, llevando a la muerte de hatos completos y a la pérdida de grandes extensiones de cultivos. Lamentablemente, una vez que nos encontramos frente a estos eventos, las opciones para reducir su impacto son muy pocas. Esto hace que sea esencial contar con un sistema de alerta temprana, que avise a los productores el riesgo potencial que enfrentarán en los próximos meses de acuerdo con el pronóstico climático y que les permita tomar las precauciones adecuadas.
  • La segunda forma en la que nos estamos enfrentando, y nos enfrentaremos al cambio climático son los cambios en la estacionalidad de las lluvias. En particular, se ha registrado un inicio cada vez más tardío de las precipitaciones y un aumento en la duración de la canícula.

Estos dos eventos son perjudiciales particularmente para la agricultura de temporal, que depende de precipitaciones predecibles en tiempo y magnitud. En este caso, un elemento clave para permitir que los cultivos de temporal sobrevivan durante estos periodos críticos será la retención de humedad en el suelo. Herramientas y soluciones agroecológicas, como las compostas o el abono bocashi, han resultado ser muy eficientes, aportando además nutrientes a los cultivos a un precio menor que los fertilizantes químicos. Sólo se necesita impulsar su uso y aplicación a nivel nacional y seguramente veremos disminuidos los impactos más terribles de la escasez hídrica.

  • Finalmente, tenemos los cambios que se suscitarán en el largo plazo. Se trata de un aumento paulatino en la temperatura a nivel nacional y una disminución potencial en las precipitaciones que sucederá al menos de manera continua por los próximos ochenta años. Frente a ello, nuestros sistemas de producción de alimentos —todos ellos— están en grave riesgo a menos que se suscite un cambio sistémico de fondo.

Será fundamental transitar de los sistemas intensivos de monocultivo a alternativas sustentables de manejo agroecológico, tales como los sistemas silvopastoriles —que manejan ganadería y árboles— o los agroforestales —con cultivos y árboles—, con una amplia gama intermedia.

Todos estos sistemas han probado ser mucho más resilientes frente al cambio climático, al necesitar menores insumos y proveer una producción diversificada. Nuevamente, para su implementación únicamente hace falta promoverlos, y un cambio en la mentalidad productiva a nivel nacional.

Alertan escasez de alimentos

Luis Fernando González Martínez y Roberto Iván Escalante Semerena, especialistas de esa entidad académica, dieron a conocer una investigación en la revista EconomíaUNAM y en el Seminario de Economía Agrícola “Los desafíos de la seguridad alimentaria en México en el contexto pospandémico”, en la cual se deja en claro que de no garantizar la aplicación de estas medidas es posible caer en escasez de alimentos básicos.

  • Los expertos analizaron los resultados de las políticas implementadas durante el periodo 2010-2019, a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, los cuales ponen en evidencia la importancia que tienen factores como el dinero destinado, área de trabajo, número de apoyos, productividad y sequía sobre el volumen generado y el valor de la producción de los bienes agrícolas.

González Martínez, también especialista del área de Educación Continua del Instituto de Investigaciones Económicas precisó: las políticas implementadas durante los últimos años solo han acentuado la desigualdad regional al no tomar en cuenta que más de 70 por ciento de las unidades de producción rural es atendido por pequeños productores, campesinos e indígenas que apenas poseen superficies menores o equivalentes a cinco hectáreas.

Esta realidad es desfavorable para las necesidades de consumo del país, ya que decrece la seguridad alimentaria al no garantizar acceso físico o económico a los alimentos, porque existe dependencia de la importación para el abastecimiento de productos básicos, indicó.

“Cuando entra el Tratado de Libre Comercio se levantan muchos aranceles o impuestos a las importaciones sobre el mercado agrícola, dejando desprotegidos a los pequeños productores y dejándolos a merced del mercado internacional, lo que ha repercutido en la soberanía alimentaria al importar alimentos que antes producíamos, como el frijol de Perú o el maíz que hoy viene de Estados Unidos”, explicó el maestro en Economía y Desarrollo Sustentable.

Organismos como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señalan que un país debería importar, como máximo, 25 por ciento de los alimentos que se consumen; sin embargo, México adquiere del extranjero más de 43 por ciento de productos básicos: maíz, soya, frijol, manzana, etcétera, considerados estratégicos para la soberanía alimentaria y que en numerosas ocasiones se destina para autoconsumo, argumentó.

  • A lo anterior, dijo, se suma que las estrategias para mitigar este efecto se han concentrado en pequeños subsidios para los productores, a fin de especializarse en cultivos de alto valor agregado; no obstante, esto propició que cerca de 10 por ciento de ellos concentre la mayor parte de recursos agrícolas.
  • La nueva política de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural está enfocada en los subsidios, con el objetivo de apoyar a la población rural más pobre ya que el problema del campo en México ha sido la consistente pobreza debido a la baja productividad y acceso a la protección social, como es el caso de las trabajadoras quienes solo 28 por ciento percibe un ingreso, señaló.

En tanto que la población más vulnerable son los miles de jornaleros que se desempeñan sin acceso a la protección social, y con salarios a la baja, resaltó.

Según datos de la FAO, recordó González Martínez, el sector agrícola contribuye con 7.5 por ciento del producto interno bruto (PIB) nacional, al considerar un sector agropecuario ampliado que incluye a la agroindustria y los insumos y servicios.

  • No obstante, los recursos federales destinados al desarrollo del campo en 2019 fueron de apenas 1.4 por ciento del PIB. A partir de 2010 se recortan de manera considerable, por lo que se puede anticipar pobre desempeño de los indicadores, agregó.
  • Ante esta situación, los investigadores proponen que para hacer un cambio no se debe pensar solo en aumentarlos, sino distribuirlos adecuadamente. Esto implica encaminar las nuevas políticas a invertir en innovación tecnológica, sistemas de riego y semillas; no basarse en pesticidas o herbicidas, sino en biotecnología, la cual busca conciliar la actividad económica apoyada en innovaciones amigables con el medio ambiente.

“Uno de los factores importantes relacionados con la disminución en la producción agrícola es el cambio climático, y si no se hace algo por mitigarlo los afectados seremos todos, pero especialmente el pequeño productor de familia que podría no tener ya ni siquiera el autoconsumo de su pequeña parcela. Tendríamos que redirigir políticas encaminadas a nuevas tecnologías, políticas para aumentar el ingreso de los trabajadores vía salario y no vía asistencial, además de garantizar que tengan acceso a los sistemas de salud, ya sea IMSS, ISSSTE o seguro social Bienestar”, acotó González Martínez.

  • Para el investigador, si bien la actual administración promovió un incremento importante al salario mínimo, este beneficio no llega a los agricultores, para quienes sus ingresos dependen del comportamiento del mercado internacional. Una medida que se utiliza para ayudarlos son los llamados precios de garantía, que les permite tener un poco de ganancia.
  • Por ello estimó necesario poner mayor atención al programa de precios de garantía para que no se genere mayor dependencia económica de los productores, y tampoco políticas clientelares. Si no se asegura la aplicación de esta medida es posible caer en escasez de alimentos básicos; cuando el precio de mercado baja, los de garantía se desalinean con los costos de mercado; y si los precios de garantía son bajos se genera desabasto, ya que los trabajadores del campo cultivarían otros alimentos.

En cambio, si los precios de garantía son altos el sector agrícola no sería competitivo, pues una buena política en la materia toma en cuenta factores de relevancia como el calentamiento global y cambio climático, fenómenos ligados a la producción tradicional, precisó González Martínez.

En riesgo 40% de producción de alimentos al prohibir el maíz

Si México prohíbe la importación de maíz transgénico, hasta 40 por ciento de la producción de alimentos estaría en riesgo, advirtió el Consejo Nacional de Fabricantes de Alimentos Balanceados y de la Nutrición Animal (Conafab).

  • Genaro Bernal, director del organismo, consideró que la importación de materias primas bajo los términos del libre comercio permiten la producción de alimentos a preciso accesibles.

«De no contar con maíz amarillo estaría en riesgo de cerrar 40 por ciento de la planta productiva de agroalimentos y tendríamos que importar carne, leche y huevo que se produce con maíz genéticamente modificado», advirtió el directivo en entrevista.

  • De acuerdo con datos del Conafab, de las 17.7 millones de toneladas anuales de maíz amarillo que demanda la industria de alimentos, 12 millones de toneladas deben serían importadas, por lo que la prohibición a las importaciones en el corto plazo suponían un reto para la agroindustria.

«No hay forma de producir el maíz amarillo en el País en el corto plazo. Se requerirían 4 millones de hectáreas adicionales, con agua, carreteras e infraestructura que no existen hoy.

«En México no se queda un solo kilo de grano de producción nacional sin comercializar, importamos maíz amarillo porque somos deficitarios, el día que tengamos la suficiente oferta nacional a precios competitivos dejaremos de importar», declaró Bernal.

Heladas amenazan al trigo estadounidense y elevan los precios

Los futuros del trigo en Chicago subían el viernes, para cerrar su segunda semana al alza, mientras las gélidas temperaturas amenazan los cultivos de trigo de invierno en las llanuras de Estados Unidos y en el Medio Oeste.

  • La nueva actividad exportadora de soja y maíz añadió apoyo, aunque las ganancias se vieron limitadas por las esperadas lluvias en Argentina, que apaciguaron la sequía aumentarán el potencial de las cosechas del país exportador rival.

El contrato de trigo más activo de la Bolsa de Comercio de Chicago (CBOT) subía 15,25 centavos a 7,7750 centavos el bushel a las 1725 GMT, en camino de una ganancia semanal del 3%.

Sería la mejor semana para un contrato más activo desde la que terminó el 30 de septiembre.

  • El contrato más activo de soja CBOT subía 14,75 centavos a 14,8675 dólares el bushel, encaminándose a una ganancia semanal del 0,47%.
  • El maíz subía 6,5 centavos a 6,67 dólares el bushel, con vistas a una subida semanal del 2%.

La nieve, los fuertes vientos y las temperaturas gélidas han amenazado los cultivos latentes de trigo duro rojo de invierno en las Grandes Llanuras de Estados Unidos, especialmente donde la falta de cobertura de nieve deja a las plantas vulnerables al frío.

La amenaza de destrucción invernal, unida a las malas condiciones ya existentes tras un otoño seco, probablemente mermará el rendimiento la próxima primavera según Bill Lapp, economista agrícola de Advanced Economic Solutions.

“Es difícil recuperarse de un declive tan profundo de las condiciones y volver a la normalidad”, dijo Lapp.

  • La soja encontró un renovado interés después de que los exportadores privados vendieran 124.000 toneladas de la oleaginosa a destinos desconocidos para su entrega en la campaña comercial 2022/23, dijo el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
  • Los exportadores también vendieron 150.000 toneladas de maíz a México para entrega en la campaña 2022/23

Las ganancias se vieron limitadas porque se espera que caigan abundantes lluvias en Argentina, que traerán alivio a las tierras agrícolas resecas en los próximos días, dijo la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

La falta de lluvias en Argentina, el mayor exportador mundial de aceite y harina de soja y el tercer mayor exportador de maíz, está ralentizando la siembra de la actual cosecha de soja y ha recortado las previsiones para la cosecha de trigo del país./Agencias-PUNTOporPUNTO

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