Cambiaron los cuadernos y los lápices por las armas

Ernesto Zapata

Arturo –nombre ficticio, como el resto de los nombres que serán mencionados en este trabajo–  fue abandonado por sus padres cuando era muy pequeño y quedó al cuidado de su hermana mayor, en pleno corazón de Tierra Caliente, Michoacán.

Al poco tiempo, su hermana dejó la comunidad de La Ruana, municipio de Buenavista, y se fue a Estados Unidos. Arturo fue abandonado por segunda vez.

El niño vivió en la calle. Se alimentaba de las sobras que la gente le regalaba, hasta que la familia de un amigo lo rescató y le proporcionó sus necesidades básicas.

A los 12 años de edad vio cómo integrantes de Los Caballeros Templarios, que tenían esclavizados y aterrorizados a todos los habitantes de la región, torturaban a un individuo.

Los templarios le pusieron a su víctima un alambre de púas alrededor del cuello y jalaron el alambre de ambos extremos al mismo tiempo, hasta que las púas se le enterraron en la yugular y la víctima murió.

Cinco años después, Arturo fue ubicado por los visitadores de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que realizaban una investigación sobre la operación de los grupos de autodefensa de Tierra Caliente.

A sus 17 años, Arturo portaba un arma larga automática, con la cual custodiaba una barricada a la entrada de La Ruana.

“Ya me acostumbré, si tengo que disparar un arma o si alguien queda tirado, ya no siento nada feo, te acostumbras, en Michoacán te acostumbrarás pronto”, dijo Arturo a los visitadores de la CNDH que lo entrevistaron.

Dijo que se convirtió en autodefensa en solidaridad con la familia que lo rescató de la calle, pues los templarios mataron a dos de sus integrantes.

Agregó que manejaba armas de fuego desde que era un niño y que como autodefensa ya había participado en varias emboscadas.

ADIÓS A LAS AULAS

En el Informe especial sobre los grupos de autodefensa en el estado de Michoacán y las violaciones a los derechos humanos relacionadas con el conflicto, que dio a conocer el pasado 12 de noviembre, la CNDH documentó el reclutamiento de niños y adolescentes como combatientes por parte de los grupos de autodefensa.

Uno de los principales líderes de los autodefensas, José Manuel Mireles, reconoció y justificó el reclutamiento de menores, con el argumento de que en Michoacán “los niños de 14 años ya son hombres y pueden estar armados realizando labores de seguridad”.

NIÑOS2

En el informe de referencia, la CNDH sostiene que a partir del trabajo de campo realizado, pudo constatar que entre las filas de los grupos de autodefensa, se encontraban niños y adolescentes que, al igual que los adultos, se habían incorporado al movimiento para defender a sus familias y a sus comunidades en contra de los abusos de Los Caballeros Templarios.

Los visitadores recopilaron diversos testimonios de niños y adolescentes autodefensas, los cuales manifestaron que se unieron a los grupos armados porque estaban cansados de ser víctimas de Los Caballeros Templarios, los cuales les exigían cuotas de hasta diez pesos al día para dejarlos ingresar a sus escuelas.

Algunos jóvenes empezaron a recibir estímulos económicos de hasta mil 500 pesos a la semana por integrarse a los grupos de autodefensa, eso llevó a que muchos dejaran la escuela.

Arturo es un ejemplo de quienes cambiaron los cuadernos y los lápices por las armas.

Con su arma larga colgando de su hombro, Arturo dio a los visitadores de la CNDH su opinión respecto a la educación: “Aquí eso no se usa, no sirve para nada, nadie te pide leer o escribir para entrar a cortar limón”.

Comentó que él prefiere leer revistas que enseñan técnicas de tortura: “esas si son padres, porque dicen cómo puedes hacer para que la gente hable, que diga lo que sabe y descubra a los otros”.

MUCHAS HISTORIAS, UN MISMO DRAMA

Otro caso similar es el de Jorge, de diez años de edad, quien no va a la escuela.  Se integró a un grupo de autodefensa en donde se le asignaron labores de mensajería y de reparto de alimentos.

Fabiola, una joven de 17 años de edad, indicó que uno de los motivos por los que decidió unirse a los grupos de autodefensa fue que su mejor amigo murió durante un enfrentamiento con Los Caballeros Templarios.

Pedro, de 12 años de edad, dijo a los visitadores de la CNDH que a pesar de la oposición de su madre se incorporó a los autodefensas y dijo que estaba “dispuesto a dar la vida por la seguridad y tranquilidad del pueblo”.

Jacinto, a sus 16 años de edad, ya está casado y tiene una hija. Poseé una cuerno de chivo, la cual utilizaba para los patrullajes como integrante de los autodefensas.

Pedro, de 14 años de edad, dijo a los visitadores que aunque no sabía usar las armas, formaría parte de los autodefensas “hasta que la paz regrese a Michoacán”.

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