¿El peatón es el rey?

La Ciudad de México es una de las pocas entidades que ha establecido una norma específica que regula uno de los aspectos más importantes de toda metrópoli: la movilidad. Lo anterior implica no solamente poner la atención sobre la demanda de viajes que requiere una población compleja, cada vez más creciente y que demanda empleos, vivienda y acceso a educación, cultura y comercio, cada vez más distanciados entre sí; sino que también supone la oferta y el mantenimiento de  infraestructura vial de avenidas y calles, así como los múltiples servicios que se utilizan para realizar los viajes; desde el auto particular, el transporte público de mediana y gran capacidad, los autobuses, el metro y el transporte concesionado de taxis y microbuses.

La Ley de Movilidad del Distrito Federal publicada en la Gaceta Oficial el 14 de julio de 2014 establece un orden de prioridad de los usuarios considerando su vulnerabilidad y las externalidades que genera cada modo de transporte y su contribución a la productividad. Así, afirma que el peatón es lo más importante, especialmente las personas con discapacidad y con movilidad limitada; seguido de ciclistas, usuarios y prestadores del servicio de transporte público de pasajeros, prestadores del servicio de carga y distribución de mercancías y usuarios de transporte particular automotor.

Sin embargo observamos cómo las políticas públicas más destacadas se enfocan hacia el uso del automóvil y no hacia la protección del peatón. Harían falta, entre otras medidas, la adecuación de avenidas y calles con infraestructura que facilite la circulación peatonal y de los ciclistas en toda la ciudad y no limitarse al centro histórico. Particularmente se hace necesaria la generación de una cultura de protección y fortalecimiento del no uso del automóvil. Situación que estamos lejos de visualizar.

 

 

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