El 14 de diciembre de 2015 fue presentado el Informe sobre Desarrollo Humano 2015 (IDH). «Trabajo al servicio del desarrollo humano». En dicho informe se ubica a México en el lugar 74, en contraste con los primeros lugares: Noruega y Australia y los peor clasificados Niger y República Centroafricana. Argentina (40), Chile (42) y Cuba (67) se encuentran mejor clasificados que México.
El IDH se compone de tres dimensiones básicas: tener una vida larga y saludable (medida por la esperanza de vida al nacer); la capacidad de adquirir conocimientos (que se mide por los años de escolaridad y los años esperados de escolaridad); y la capacidad de lograr un nivel de vida digno (de acuerdo con el ingreso nacional bruto per cápita). Se suman a ello otros índices compuestos: Desigualdad; Desarrollo y Desigualdad de Género y de Pobreza Multidimensional.
Decía Carlos Fuentes que el pesimismo no era otra cosa que un optimismo bien informado. Las cifras que arroja dicho informe son una clara muestra de ello. Desigualdad (80 por ciento de la población del planeta posee solo el 6 por ciento de la riqueza global); violencia por género (una de una de cada tres mujeres ha sido objeto de violencia física o sexual); obesidad (30 por ciento de la población mundial es obesa); trabajo infantil (168 millones de infantes trabajadores, la mitad de ellos realizan trabajos peligrosos); hambre (795 millones de personas padecen hambre crónica), muerte prematura (11 infantes menores de 5 años mueren cada minuto y 33 madres cada hora); analfabetismo (780 millones de adultos y 103 millones de jóvenes).
Sería sano que todos los gobernantes del mundo leyeran este tipo de documentos para la orientación de políticas públicas en beneficio de sus comunidades. Infortunadamente ello no suele suceder.
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