Opinión. CARLOS RAMOS PADILLA
La narrativa oficial está bien diseñada y cumple con una estrategia. Su punto central es evitar cualquier tipo de resistencia política y/o social para continuar en el ejercicio prolongado del poder.
AMLO hábilmente estará al frente de las decisiones políticas a través de Gobernación, de los movimientos del dinero con la Secretaria de Hacienda y del cuerpo legislativo y por tanto de las iniciativas de ley, a través de su hijo, en Morena. Pero hay más de fondo. Son cinco incisos básicos en los que se mueve el “movimiento”:
1. La negación de las libertades; 2. La cancelación de espacios públicos; 3. El cierre de líneas de expresión; 4. La creación y fomento de una élite empresarial militar, y; 5. la acumulación excesiva del poder. Además de todo esto mantiene un discurso que trata de convencer a la sociedad civil que la oposición está desaparecida, que no existe, versión perversa por su falsedad.
La oposición está representada por corrientes ideológicas y políticas diferentes a Morena y sus rémoras y están representadas en partidos políticos con registro y en operación. Hay gubernaturas, presidencias municipales alcaldías en la cdmx y los escaños ocupados en ambas cámaras. Pero lo que más las inquieta es el crecimiento de una resistencia, una demanda colectiva a partir de la sociedad civil.
La tarea de la ciudadanía ni empieza ni acaba únicamente en las urnas sino en la vigilancia y valoración de los actos públicos emprendidos con presupuesto nacional. Adicional la protección de instancias autónomas, de justicia, de derechos humanos, jurídicas y académicas ha motivado movimientos sociales no registrados desde hace cuatro décadas y aquí subrayó el despertar de la comunidad estudiantil que observa una serie de pifias, caprichos e imposiciones cuyo origen es en el gobierno y que cercenan sus proyectos a futuro incluyendo los factores laboral y de seguridad.
La resistencia se está multiplicando, ejemplo claro es la lucha de los trabajadores y profesionales del Poder Judicial de la Federación que, dicho claramente, presentan mejor solidez, información, capacitación, conocimiento y derechos que los sumisos y torpes legisladores que solamente cumplen con la labor de servir a su partido y no al país. Lo mismo ocurre con los transportistas, médicos, abogados, periodistas, madres rastreadoras, clase media, “aspiracionista”, estudiantes y burócratas, entre muchos, que están a disgusto con la administración pública federal.
Pero hay algo muy diferente en esta naciente resistencia: se nutre de valores, se somete a los apartados constitucionales, no busca agresión, su discursos es propositivo y de avanzada, cuenta con el aval de instituciones y centros de investigación de primer orden y en gran parte está formada por esa tan atacada clase media que es la que sostiene el equilibrio y dinámica nacional.