Correcciones presidenciales

Por Eduardo Ibarra Aguirre

Las correcciones del presidente Andrés Manuel, realizadas en las conferencias de prensa de Palacio Nacional, las únicas que van a la alza a pesar de los inventos de varios colegas en sentido contrario, como lo mostré en la anterior Utopía con base a Parametría, preocupana más integrantes de la comentocracia. Así lo verbalizan hasta la náusea: “me preocupa”, como si el verbo no tuviera sinónimos y los doctorados no sirvieran para el manejo enriquecido de la lengua española.

No falta quien lleve el recuento del número de desmentidos presidenciales a sus colaboradores, como la enfermizamente protagónica Yuriria Sierra –recuérdese el papelón que hizo en el debate de los candidatos presidenciales en Tijuana, Baja California–: dos al subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera; otro a Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad; uno a Rocío Nahle, secretaria de Energía; otro al titular de la SHCP, Carlos Urzúa; y el más reciente a Javier Jiménez Espriu, secretario de Comunicaciones y Transportes.

Seis precisiones del presidente en 131 días a lo expresado por cinco de sus colaboradores, y siempre a pregunta de los que cubren las mañaneras, resultan a razón de una cada 22 días. Si son muchas o pocas no lo sé, depende de la perspectiva para observarlas. Si es para persistir en la campaña de golpeteo contra la cuarta transformación, por supuesto que son muchos los desmentidos. Por el contrario, si lo que se pretende es interpretar qué es lo que sucede, son pocas las precisiones presidenciales para expresar su propio punto de vista a lo cual tiene absoluto derecho como ciudadano y como jefe institucional de los corregidos.

¿No dice el lugar común de la tecnocracia mexicana que si el jefe se equivoca vuelve a mandar?

En el extremo opuesto de la caricatura que hace Raymundo Riva Palacio para pintar a AMLO como un autócrata –visión que repiten desde 2000 y con un estrepitoso fracaso como lo mostraron las urnas el 1 de julio y ahora todas las encuestas, excepto la de México Elige, que lo colocan con 78% de aprobación ciudadana–, se encuentra la conclusión de Federico Arreola de que “La ropa sucia deberían lavarla en casa antes de colgarla en las mañaneras”.

No estoy seguro que un gobierno que se propone realizar la 4T mantenga las viejas reglas del juego de los gobiernos neoliberales de 1982-2018 y su sistema político, en las que en público todo era armonía y compañerismo, pero en privado Luis Miranda pendejeaba a Enrique Peña a la hora de jugar golf en Valle de Bravo, aprovechando que traía un litro de tequila en la panza. O los que decían en público adorar a Luis Donaldo Colosio y en privado le hicieron imposible la campaña electoral y tramaron el asesinato.

Es indispensable escudriñar más en el estilo personal de gobernar de Andrés Manuel López Obrador y a esto, con todo y caricaturizaciones y voladasque acostumbra Raymundo, sí aporta su texto para entender mejor al presidente: https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/que-dificil-jefe

Otra lectura, que no se contrapone a la anterior, es que Obrador no alimenta oportunamente a sus colaboradores con lineamientos y criterios básicos sobre los temas principales que están en la agenda de las decisiones públicas. O bien la curva del aprendizaje es más lenta de lo que se esperaba, si tomamos en cuenta que fueron designados durante la campaña electoral.

De lo que no debe caber duda a los críticos es que el jefe político e institucional es López Obrador y que no requiere demostrárselo a sus colaboradores enmendándoles la plana. Dicen algunos que presumen de conocerlo, que tal es su estilo de gobernar, de dirigir. 

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