La CORRUPCIÓN del TÉRMINO DEMOCRACIA: ¿Una DISTORSIÓN del SISTEMA?

“La democracia…es quizá la mejor obra del arte de la convivencia
que el género humano haya proyectado…
Hoy, …es necesario restaurarla,
tal como una obra de arte que ha sido vandalizada”.
Michelangelo Bovero

Opinión por Marcela Jiménez Avendaño

La democracia, en su sentido más básico, se refiere al sistema en el que el poder político reside en el pueblo, pero su significado implica mucho más y tiene que ver con la garantía de los derechos y libertades individuales, de la igualdad de oportunidades y la toma de decisiones colectivas a través, no solo, de elecciones libres y justas, sino de mecanismos que garanticen contrapesos entre poderes, la real participación ciudadana, la transparencia y la rendición de cuentas.

Sin embargo, es más que claro que, en todo el mundo, el término “democracia” se ha corrompido y somos testigos de su manipulación por diferentes líderes autocráticos que, con ello, buscan respaldar acciones que, incluso, son contrarios a sus valores y sustentos esenciales.

La perversión se ha generalizado de tal forma que, hoy, bajo esa bandera se cometen los peores abusos y violaciones a los derechos humanos fundamentales, restringiendo al mismo tiempo todo tipo de libertades sociales y políticas.

Estos “dictadores democráticos” -expresión planteada por Sartori-, son grandes ilusionistas que, bajo razones ideales, invocan valores democráticos para minar a la misma democracia y, entonces tenemos, a algunos que bajo el principio de mayorías destruyen el pluralismo; otros que bajo el principio de gobernabilidad y de garantizar el derecho a la seguridad pública, anulan todo tipo de libertades; o algunos más, que bajo el principio de gobierno de leyes, las cambian, malinterpretan o manipulan para perpetuarse en el poder o para escalar hacia los más altos actos de corrupción.

Y en este ejercicio, dependiendo del contexto o el país, bajo mantos democráticos, uno o los tres Poderes de la República están comprometidos, y podemos ver, por ejemplo, Ejecutivos electos legítimamente minando, debilitando y destruyendo a sus autoridades electorales o restringiendo y manipulando el sufragio para garantizar su permanencia en el poder por encima de los tiempos y formas establecidos legalmente; Parlamentos generando y votando iniciativas contrarias a las Cartas Magnas que los rigen, aboliendo los derechos y libertades ahí plasmados; y Poderes Judiciales corrompidos ejerciendo y votando acciones inconstitucionales.

Pero seamos claros, la involución de la democracia hacia la autocracia tiene que ver, por un lado, con el deterioro progresivo no solo de las élites políticas, sino también de las empresariales, mediáticas, religiosas y, en general, de todas las clases dirigentes que, de alguna forma y a lo largo de las últimas tres décadas, se han visto favorecidas por el debilitamiento institucional democrático. Y, por el otro, con la apatía y desinterés ciudadano, con la participación y educación cívica insuficiente, con la corrupción sistémica social y, muy especialmente, con la falta de pensamiento crítico de las sociedades que las hace altamente vulnerables a la manipulación y desinformación.

Esta crítica y peligrosa distorsión, debe llevarnos entonces, de manera urgente, a restaurar y/o reconstruir el significado de la democracia, evitando de inicio la generación de múltiples expectativas y pretensiones sobre sus alcances, situación que hemos visto ha derivado en el desencanto de la población y el consecuente arribo de líderes totalitarios, tomando como base que, aun siendo perfectible, sigue siendo el mejor sistema de convivencia colectiva.

Si seguimos el camino de involución y desestimamos la necesidad de transitar de una democracia representativa a una deliberativa, estos populismos autocráticos seguirán llegando para quedarse.

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